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Full text of "¿Qué pasa?, 7 abril 1973"

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AR PS E 


“PROFETICA”” 


A LA CONFERENCIA EPISCOPAL ESPANOLA, CON TODO RESPETO 


4) LA AYUDA ECONOMICA A LA IGLISSIA 


«Este es un tema singularmente propicio para engendrar equí- 
vocos, sobre todo porque de ordinario falta en muchos suficiente 
conocimiento de causa». dicen nuestros obispos. 


e Desde luego —respondo con todo respeto—. Y el primer 
equívoco es el llamar «ayuda económica» a lo que se debe de lla- 
mar lisa y llanamente «INDEMNXIZACION a la Iglesia», como se 
llamó siempre. 


—Y no parece que esté demás eso de «la falta de suficiente 
conocimiento de causa», porque Ja causa de la baga al Clero y 
Monasterios, etc., es el hecho de que el Estado les arrebató las 
posesiones e inmensos tesoros de A'rte, que aún se ven, en buena 
parte, en los Museos y que bien merecen esa compensación —€xi- 
gua en la mayoría de los casos. 


—NO es, señores obispos, la misión de la Iglesia con relación 
al Estado la que exige ayuda económica alguna a la IgJesia. Nadie. 
que sepamos, ha dado esa misión a la Iglesia con respeto al ls- 
tado, que ustedes desean del todo independiente. In un Estado 
así, todo eso que llaman «misión de la Iglesia resnecto al Estado, 
muchísimos lo llamarían inierencia indebida en la misión —«legí- 
tima y sanamente laica», según usiedes— del Estado. 


a 


—No es exclusiva la asignación a la Igjesia Católica —conti- 
núan los obispos— o a otras Confesiones de una determinada par- 
tida del presupuesto estatal, destinada a facilitar su labor, Ni si- 
quiera se reduce a Estados que, conv el nuestro. son confesio- 
nales. 


e No se discuten aquí los hechos, sino los derechos. 


De que en otras naciones —sean las que sean— se dé una asig- 
nación a título gratuito a la Iglesia u otras Confesiones, no se de- 
duce de que tal asignación no sea un privilegio, que se pueda 
quitar cuando se quiera. Ni mucho menos que —de ser éste el 
fundamento— en España no se debiera quitar, porque —«según 
los obispos»— debemos renunciar a los privilegios. 


Ni debiera, en nación alguna, un Estado, que no es confesio- 
nal siquiera, dar absolutamente nada para facilitar una labor que, 
como a tal Estado laico o separado, no le interesa. Ni tendría por 
qué dar del dinero de los ateos o cle ninguna confesión particular, 
o de la predominante, a otras conresiones, contra su vojuntad. 


¿Para qué discutir cosas que, er: Estados bien conocidos, son 
anticonstitucionales? 


Y en el hecho, que se cita, habría que discutir: Lo que suele 
hacerse es recaudar un tanto por ciento para la Confesión a que 
pertenece el súbdito contribuyente; pero esto basta que aJguien re- 
clamase para que NO se le pudiese imponer legítimamente. ¿Dón- 
de estaría esa libertad de conciencia tan cacareada? Y no le de- 
mos vueltas: siempre es así UN PRIVILEGIO. 


pz 


Pero la «Declaración episcopal» continúa con aire triunfal: 
«En una concepción, hoy superada, de dicha ayuda, se entendía 





15 PTAS. | 


or Juan- Angel Oñate, Lectoral de Valenola 





que la institución eclesiástica, o riás exactamente los ministros 
del culto, eran los destinatarios exclusivos de estas subvenciones. 


6 Con todo respeto digo que ni Cs una conce»nción hoy sunerada 
ni fue nunca cierto que los ministros del culto (los sacerdotes) fue- 
sen los destinatarios Cxelusivos de la dotación (indemnización) 
para Culto y Clero. Fay indemnizaciones a seminarios, institucio- 
nes religiosas, ete. 


Gran parte, sin duda, es personal: subsidio de indemnización al 
sacerdote (y a los obispus, etc.). El tanto por ciento, mejor lo pue- 
den saber en los Ministerios de Justicia y Hacienda que yo; pero 
lo que sí es también cierto es que gran parte de lo destinado al 
Clero (a los sacerdotes) no llega a ellos. La razón es que nues- 
tras subvenciones no son personales (o no se cobran personal: 
mente); sino por medio de la Habilitación Diocesana, dependien- 
te de los Obispados, y éstos se quedan con mucho de todas las 
vacantes, que no son pocas, para otras atenciones. 


El Clero presbiteral, en general, siempre ha suspirado por la 
paga personal, sin Habilitación Diocesana, que comporta además 
pérdidas, por aquello de que administrador que administra y en- 
fermo que enjuaga algo traga (los tantos por ciento de adminis- 
tración), pero... no lo ha conseguidc hasta el presente. 


Debemos ser todos sinceros, 1o para con Dios, que no hace 
falta (ya que nos conoce de sobra), sino para con los demás, que 
si pueden estar equivocados. 


Mas la Declaración episcopal termina este parrafito con aire 
aún más triunfal: «HOY, con mayor PROFUNDIDAD y PRECI- 
SION, se tiende a considerar (2) dichas prestaciones como un 
servicio a los ciudadanos, destinade a desarrollar su dimensión 
religiosa». 


eo Permítanme que —con todo respeto— disienta: Ni HOY, ni 
con MAYOR PROFUNDIDAD ni con MAYOR PRECISION. 


HOY a muchísimos ciudadanos no les interesa, ni poco, ni mu- 
cho, eso del desarrollar "su DIMENSION religiosa, que ni lo en- 
tienden siquiera, si es que no ye io explican los obispos (1). 


Y negamos rotundamente que ESO sea MAS PROFUNDO y 
MAS PRECISO que el dar a cada cual lo suyo, según requiere la 
justicia. 

Nosotros (el Clero bajo al menos) no aueremos «prestaciones 
gratuitas»: lo que queremos es un poco de justicia. 


Personalmente me duele que se quiera escamotear eso de la 
justicia (la indemnización) por algo que —aparte de tener un 
tufillo de imitación— no sabemos realmente en qué sólido funda: 
mento pueda descansar (2). 


Finalizaremos, Dios mediante, este asunto, que es de mucha 
importancia, como se verá. : 


. 


(1) Como creo que ya conté otra vez, un señor bastante engolado 
llamó a un albañil y le dijo: «Le hago personar para que practique un 
vano para el tránsito del fellno». Y el albañil repuso: «Pues... como no se 
explique usted de otro modo... no entiendo nada». «Le llamo —dijo el 
señor aquel— para que haga un agujero para que pueda pasar el gato.» 
«(GAh!, repuso el albañil. Pues con decirme que le haga una gatera, basta. 


e No entiendo cómo los obispos dicen tales cosas en su Declaración, 
cuando hoy —según ellos mismos reglten a menudo— se tlende n LA SE- 
CULARIZACION y no a que los Estados desarrollen la dimensión rellglosa 
de sus cludadanos. ¡Esas ganas tlenen los Estados secularizados! 


(2) ¡Y pensar que se quería hacer esv en el fracasado Concordato! 
Ruego por su bien al Clero y aun a las autoridades que mo consientan 
tal cosa. Nunca ha traido buenos consecuencias el prescindir de la Jus- 
ticila. Y ¿para qué se nombrará tanto cuando los obispos tratan de los 
laicos y no se la nombra siquiera cuando se tratan de su Clero? y 





“UN TRIUNFO DE LA SUBVERSION” 





CAPITULACION EN El VIETNAM 


En 1968, en el número 232 de ¿QUE PASA? 
y en los 89 y 95 de «Fuerza Nueva», traté 
extensamente y con amplia documentación 
ae caso del Vietnam. de los errores de la 
rolitica norteamericana, bien intencionada, 
vero con prejuicios «jefersonianos» que te- 
nían que lievarla 11 fracaso por la vasta 
ennspiración de la izquierda mundial en apo- 
yo de la agresión comunista y de la consi 
guiente Cesviación de la opinión, que han 
desembocario en la rendición al comunismo. 

Mis tradaios han sido confirmados por 
los acontecimientos y, tres años después, 
por la indiscreta publicación de los «Docu- 
mentos” del Pentágono» (1), el informe Mc 
Namara. La autoridad que me coníiere esta 
ratificación y la ansustia que despierta la 
tragedia me cbligan a volver a tratar del te- 
ma, «cuyos verdaderos términcs han sido 
tergiversados descaradamente por la sub- 
versión. 

Repasen:cs los datos del problema. Fran- 
cia y Hanoi, prescindiendo de Vietnam del 
Sur, que no ha sido consultado, y bajo los 
auspicios de Inglaterra y la URSS, deciden 
en la Conferencia de Ginebra, en 1954, la 
distribución del Sureste asiático y prevén la 
«unificación», en 1956, del Vietnam, con 
eiecciones, tejo el terror Vietcong, es decir, 
ja entrega del Sur al comunismo. 


Pero da la casualidad que «Vietnam del 
Norte» es en realidad el Tonkin y «Vietnam 
cel] Sur» se llama Annam y Cochinchina y 
cue son paises diferentes. Vietnam como na- 
ción es una invención moderna, no la encon- 
tramos en la Historia hasta que en 1803 un 
emperador chino, Kia King. llama así al 
Tonkín cuando confiere la investidura a su 
vesallo tonl:uinés, y éste nombre dura sólo 
veinte años. Tonkin fue siempre satélite de 
Cnina. No 2si Saigón, que sigue un rumbo 
cuferente en la Historia. l 

Tonkin y Annam no eran, pues, una na- 
ción; son radicalmente diferentes histori- 
camente, geográficamente, étnicamente, eco- 
nómicamente. Francia conquistó la Cochin- 
china en 1862 y dio a sus habitantes la na- 
cionalidad irancesa; a Camboya, mucho más 
próxima a Cochinchina en la raza y en la 
historia que el Tonkín, también en el mis- 


¿QUE PASA? 


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Por José Moluquer Cueto 











mo año. El Tonkín, que es un caso diferen- 
te, fue ocunada mucho después, en 1884, por 
temor a la reacción china de la que era va- 
sallo, y fue un protectorado, entonces vino 
Laos, que si es parecido al Tonkín. 


Después de la segunda guerra mundial, 
cuando en 1146 reconocía Francia la «Re- 
pública Democrática del Vietnam», léase 
Tonkin o HRenoi, el comisario de Francia en 
Indochina, Thierry d'Argenlieu, crea en Sai- 
cón una Republica de Cochinchina, aparte 
del Tonkia, aunque luego, trágico disparate, 
en 1949, la Asamblea Nacional Francesa, que 
desconoce el problema, y al finai de una se- 
sión nocturna, precipitadamente, para in- 
tentar salvar Indochina, unifica bajo el em- 
perador lítere Bao Dai, que reside en la 
Riviera, a Cochinchina con el Tonkín. 

¿Por qué, pues, empeñarse en unir Sai- 
gón con Hano1, cuando se admiten las dos 
Coreas, las dos Alemanias y ahora los dos 
Pakistanes, sin embargo, con mucha menos 
razón? 

En 1950, Corea del Norte, comunista sa- 
télite de China, invade Corea del Sur, como 
Eanoi invade Annam y Cochinchina y los 
norteamericanos, casi solos, los detuvieron, 
y Corea de: Sur, como Formosa, es ahora 
una de las paises más prósperos de Asia, 
lejos de la dura tiranía y de la tristeza que 
reinan en Hanoi, que tan bién ha pintado 
Oriana Fallaci, pero que no preocupa a la 
uintelligentsia» ni a Roma (2). 


Pero además brotó la subversión comunis- 
ta en Filipinas y en Malasia y las guerrillas 
comunistas, venidas de la «República De- 
mocrática del Vietnam», luchan también en 
Laos, Birmenia, Camboya, Tailandia. que 
por lo visto tembién son Vietnams irreden- 
tos. Indonesia con Sukarno está al borde del 
comunismo, que ha triunfado ya en China 
con Mao. China ocupa el Tibet y se infiltra 
en Africa Oriental. 


En Asia, como en Europa, los norteameri- 
canos intentaron detener la expansión im- 
perialista del comunismo. Es la «doctrina 
Truman», fijar la frontera entre el comu- 
nismo y el mundo libre, apoyo a todos los 
países virtimas de la agresión roja o de 
subversión roja interior. Norteamérica re- 
leva a Francis, que se ha declarado impo- 
tente en el Vietnam, y apoya a Diem, na- 
cionalista, católico, antifrancés y anticomu- 
nista, que ha sido elegido jefe de Estadc en 
la Repúbiica del Sur, por aplastante mayo- 
ria, en un referéndum. 


Hanoi, que ya antes, en 1954, había creado 
y armado un Vietcong terrorista, invade con 
su ejército regular el Vietnam del Sur, atra- 
vesando el paralelo 17 y las dilatadas fron- 





teras de Laos y Camboya, que ha invadido 
también, y donde se apoya en los Comu- 
nismos títeres, como el Patet Laos, que 
ahora en 1973 triunfa. Es la ruta de Ho. Van 
armados por los checos, rusos y Chinos. 
Nunca se ha negado esta agresión, que fue 
oficialmente acordada en la 15 Asamblea 
del Comité Central del P. C. Lao Dong en 
Hanoi, per> parece olvidada y no indigna 
a la «opinión mundial». Sin embargo, el ob- 
jetivo es «claro: la anexión pura y simple 
del Sur, con sus arrozales y caucho; es la 
unificación forzada. Verdad es que los co- 
munistas sostienen, con la aprobación boba- 
lIicona de ¿os «compañeros de viaje» a lo 
Bertrand Russell, que «el pueblo de la Zona 
Norte no sólo tiene 2] derecho, sino el deber 
Qe ayudar a sus hermanos cuando éstos su- 
fren el ataqur de los invasores extranjeros». 
Pero estos «hermanos» se baten contra el 
comunism9 y se mantienen leales cuando la 
ofensiva del Tet llega hasta Saigón. 


Los norteamericanos, en cambio, nunca 
han pedido compensación por su interven- 
ción. Ya entes se fueron de Corea, cuando 
terminó su cometido de salvarla del comu- 
nismo, sin pedir nada. En los papeles re- 
servados de! Pentágonc encontramos repe- 
tidamente señalados los objetivos y justifi- 
cada la intervención. Así el Consejo de Se- 
guridad Nacional en 1952 declara que el ob- 
jetivo es «impedir que los países del Sureste 
asiático pasen a la crbita comunista y con- 
tribuir a reforzar el mundo libre» y «ayudar 
al Vietnam libre a crear un Gobierno que 
le permita establecer un contraste cada vez 
niás atrayenie con las condiciones que rei- 
nan en la actual zona comunista». 


Pero hac'a 1960 Diem está a punto de triun- 
far. Ha desarmado Jos ejércitos particula- 
res de las sectas: Cao Dai, Hoa Hao, Bin 
Xuyen, y oueda sólo el ejército nacional. 
Ha creado 3.000 aldeas fortificadas y reduci- 
ño considr:ablemente el terrorismo rural 
Vietcong. Persigue la corrupción; inicia la 
reforma agraria: ha colocado los 900.000 fu- 
gitivos del Norte, casi todos católicos; se 
hacen obres públicas, escuelas. 


Diem es un peligro. Ha de ser eliminado. 
(Continuara.) 


t1) Plaza «€ Janes, ed 1971. 

(2 Copio aquí algunos artículos de la Cons- 
titución de Ja «República Democrática del Viet- 
nam del Norte», que bastan para adivinar el duro 
y triste semblante del país: 

Art. 3. «La R D V. es un Estado multinacio- 
nal unitario... con capltal en Hanoi (art. 111) 
Todos los organismos del Estado practicarán el 
centralismo «democrático (art. 4) El Estado 
prohíbe estriclamente y castigará todos los ac- 
tos de opusición a !a reunificación del país». 
(wrt. 7). 





¿QUE PASTORAL SERA LA BUENA? 


AUSENCIA DE DIOS 


Roma. (CIO.)—He ahi, según el Papa, un 
trazo —acasn el más característico— de 
una gran parte del mundo moderno: la ac- 
tilud negativa hacia todo lo que se refiere 
a Dios, la religión, la fe, la Iglesia, Cristo, 
Dios. Y nada nos preocupa y acongoja más 
—añadió— que «la observación de la ausen- 
cia de Dios en tanta parte de la mentali- 
dad y de le vida del hombre de hoy». La 
ausencia de Dios «es el hecho que parece 
calificar la historia y la civilización de nues- 
tro tiempo», urdida con tanto de ateísmo y 
secularismo. Incluso parece que prevalece 
una verdadera hostilidad hacia Dios y su 
rombre. En determinado país, de gran tra- 
dición religiosa, hasta se ha prohibido Oft- 
cialmente escribir el nombre de Dios con 
mayúscuia. Dice el Papa. «Esto no es más 
que un caso límite del ateísmo moderno.» 


El hombre moderno, se dice, es alérgico 
a la religión. Se cree que no necesita de 
Dios, que la religión es inútil, nociva in- 
cluso. Adorador de su libertad, ha a 
la luz de la religión. ¿Cuánta CEN 
riensa asi? ¿Y será verdad SER de esa 
pensarlo— que la juventud ple 


manera? 


LA IGLESIA EN 1970 
CIO.—Según el «Anuario no z 
Iglesia» (1972), que acaba ce Iglesia católi- 
los datos relativos a 1410 iS de los 
ca suma 659 millones de “Cay sobre 
3.590 millones de home, millones, Eu. 
la Tierra. Ur. 18,4 por, ÑO: Norteamérica, 
e o as O as de 
. Africa, 40. , 
Ello de ellos 10 e ron de 3.495, 
fecciones sacerdotes en 


Lal dl le 





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TE EZ BA 


Por sí sirve de algo 





“¡Yo no he sido... ¡Yo no he sidol* 


Por Joaquín PEREZ MADRIGAL 





Sarcasmos aparte, el relato de la carta que he transcrito com- 
probé que era absolutamente veraz. Se demostraba, una vez más, 
que la permanencia de Azaña en la jefatura de aquel Gobierno 
era algo asi como confiarle la guarda de España a la autoridad 
de un demente, rodeado y asistido por un escuderaje de malhe- 
chores y de irresponsables. 

En efecto, la «represión» de Cusas Viejas, reflexivamente orde- 
nada y consumada por el Gobierno democrático de una República 
de «trabajadores de toda clase», era dato suficiente para deducir 
que aquel Gobierno, deliberadamente, se proponía acabar con la 
Nación, extinguir en ella, donde quiera que se manifestase, todo 
impulso vital, todo latido humano, todo propósito individual, o co- 
lectivo, de nacionalmente hacer las cosas con valentía, con decen- 
cia, con libertad y con responsabilidad. 

Jjo de incendiar la choza de «Seis dedos»; lo de permitir que 
dentro pereciesen y se carbonizasen los asesinos del sargento de 
la Guardia Civil, del guardia Salvo y de otro individuo de la fuer- 
za pública, era explicable y necesario, estaba en el orden. ¿No se 
hicieron fuertes en su criminal rebeldía? ¿No resistían y hostili- 
zaban a la Ley, a los agentes de lu Autoridad al Poder constituido? 
Nadie más que los rebeldes tuvieron la culpa de su muerte en el 
brasero de su insensato, liviano reuucto.. Hasta aquí el Gobierno 
y sus fuerzas represoras no hicieron otra cosa que cumplir con 
su deber; deber que los propios amotinados les dictaban... Pero 
¿y los doce campesinos, muertos a halazos cuando, con las manos 
atadas, habían sido conducidos a presencia del capitán? ¿Qué cri- 
menes habían perpetrado que mereciesen la tremenda pena? ¿Ante 
qué autoridades policíacas y judiciales depusieron? ¿Qué causa su- 
marísima se les instruyó y qué sentencia y por qué jueces fue la 
dictada y ejecutada? Los doce campesinos, apilados al estilo «pan- 
chovillista», no habian hecho armas contra la República. Ni siquie- 
ra les fueron halladas, al ser apresados, en los camastros de sus 
casuchas, a los que estaban acogidos tiempo ha, por sus achaques 
de viejos O de enfermos... Eran los únicos hombres, aquellos doce 
martires, que se quedaron en el pueblo porque, lisiados e inocen- 
tes, no pudieron O no tuvieron por qué huir. Y en ellos, por trá- 
gico designio, se encarnizó la demencial justicia represora de Aza- 
ña, de los socialistas, de su Guardia de Asalto. Porque no fuera 
lo malo, a los fines de la Hisctoria, que un capitán. que un subal- 
terno enloquecido y su tropa frenética, asesinasen a doce prisio- 
neros esposados, que eran, mientras no se demostrase lo contra- 
rio, inocentes. Lo inconcebible, lo abominable, lo definitivamente 
deshonxoso para el Gobierno y para la República es que no fue 
el capitán enloquecido, ni su tropa frenética, quienes escribieron, 
para ludibrio de la Historia, aquulla execrable página. Fue Azaña, 
fue el Gobierno, fue el director general de Seguridad, fue el Parti- 
do Socialista, quienes, a «Seis dedos» y su hueste de fanáticos, les 
echaron otra fanática hueste de lo mismo. Y para colmo de baja, 
de zafia perversión, de torpe y sucia criminalidad, los inductores 
de aquellos doce asesinatos —¡hombres de gobierno!—, eludieron, 
como vulgares justiciables, sus resvponsabilidades; negaron haber- 
las contraído. «¡Yo no he sido! ¡Ya no he sido!» —exclamaba ci- 
nico Azaña, exclamaban lívidos sus inspiradores y colaboradores—. 
¡Yo no se nada! ¡Yo no sé nada!» 


e Nadie, que yo recuerde, se levantó en las Cortes para exigir 
las responsabilidades del Gobierno Azaña por :0s asesinatos de 
los caidos en Madrid cuando los sucesos del 10 de agosto. La muer- 
te de Justo San Miguel, v de sus nueve compañeros, no suscitaron 
en las Oposiciones afanes esclarecenores. 

Sin embargo, por las muertes de los desdichados insurrectos 
de Casas Viejas, acaecidas unos meses después, hubo innumera- 
bles debates en el Congreso, desvlazándose a la aldea gaditana di- 
ferentes comisiones parlamentarias de investigación; y acabó la 
cosa medio licenciando a todo el Cuerpo de Oficiales de los Guar- 
dias de Asalto, destituyéndose también al director general de Se- 
guridad, Arturo Menéndez. ' 

El sistema defensivo de las instituciones públicas había funcio- 
nado ciñéndose los agentes de la «“utoridad al procedimiento esta- 
blecido, exactamente el mismo que, fructuosamente puesto en 
práctica el 10 de agosto, promovió grandes aclamaciones parla- 
mentarias al Gobierno salvador, dio pie para festejos populares y 
marciales desfiles, como los organizados en el Retiro a presencia 
del Presidente de la República y del Gobierno en pleno, para pren- 
der al pecho de los esbirros más calificados grandes cruces, pe: 

ñ ianas. 
sin. o lo que el 10 de agosto le pareció sublime a todo 
el mundo, el 12 de enero le res:ltuba. protervo. 

A los caballeros, si, se les podía acribillar a balazos por la es- 
palda y dejarlos panza arriba sobre el asfalto de la más hermosa 
avenida madrileña. Pero a los «mdrajosos difusores del odio, que 
apuñalan a un sargento de la Guardia Civil, que incendian los 
campos, que hacen prisionero y atormentan a un caho de Asalto, 
que derriban la Cruz de la Iglesia y en su sitio clavan la negra 
bandera de la anarquía, que se hacen fuertes, con sus familias, 
dentro de las viviendas, y Oponen resistencia de fuego a la fuerza 
armada a esos, había que tratasles con severidad, claro está, pero 
no exenta de miramientos y consideraciones a la integridad de sus 


sr los sacrificados de Casas Viejas hubieran sido los duques 





de Medinaceli y de Fernán Núñez, unos cuantos Obispos y ses o 
siete generales, el Gobierno Azaña hubiera relatado al Congreso, 
gallardamente, con morosa delecracion, el desarrollo minucioso de 
la gloriosa jornada... Pero las victimas eran el «Seis dedos», el 
«Atravesao», el «Cucanda», «el «Cheposo» y otros ciudadanos por 
el estilo. Y Azaña tuvo miedo de asumir en las Cortes la respon- 
sabilidad de haber ordenado que ¿e pusiera un violento remate a 
las vidas de varones de aquella estirpe... 

La minoría radical-socialista se reunió muchas veces para abor- 
dar el problema político derivado de la represión de Casas Viejas. 
Los radicales de Lerroux habian tomado muy a pech que Azaña 
llevase más de un mes sin enterarse de lo sucedido en el lugarejo 
gaditano. A los «lerrouxistas» les importaba una higa lo que acon- 
teciera con motivo de aquella revelión. Lo que les seducía era el 
espectáculo de un Gobierno vacilante, temeroso de las acometidas 
de un proletariado harto de socialismo carneril, y se aprovecha- 
ban en aquel caso concreto, de la falsa posición de Azaña para ver 
de derribarle y sustituirle.. Las derechas, lógicamente, se suma- 
pan a la tenaz e implacable oposi«iór. de los radicales de Lerroux. 
Fue entonces cuando a Martinez Barrio —soberano gran inspector 
general de la Masonería— se le ocurrió aquella frase que encocoró 
a la mayoria: Cimentáis vuestra existencia en fango, sangre y ld- 
grimas. (La secta, por lo visto, le volvía la espalda a Marx y le 
«guinaba» a Bakunin.) No crean ustedes, por lo que dijera Marti- 
nez Barrio, que éste se propusiera dar a entender a la opinión 
nacional que, cuando gobernara Lerroux con los suyos, iba a ci- 
mentar su Poder en pastelillos de hojaldre, bálsamos y camelias. 
¡Nada de eso! Martínez Barrio, grado 33 de la Masonería, pre- 
viendo la fatal caida de Azaña, Caballero Rosa Cruz de ¡a Orden, 
se proponía relevarle. Se alzaba acusador el señor Martinez Barrio 
para sobrepujar a su jefe, don Alejandro, en autoridad y aliento... 
Don Ale, enemistado con la secta, nc podía ser el sucesor de Aza- 
ña. A éste, Caballero Rosa Cruz, ul frente de una coalición mar- 
xista, debería sucederle Martínez Barrio, soberano gran inspector 
general, al frente de una coalición antimarxista. De este modo la 
Masonería jugaba a los dos paños. 

Yo fui de los más díscolos en las discusiones de la minoría. 
A mi no me cabía en la cabeza que un Gobierno se avergonzase 
de haber dado órdenes draconianas para acabar con los perturba- 
dores del orden público. No me parecia execrable el presidente del 
Consejo de Ministros porque hubiese transmitido consignas bruta- 
les a los represores; me indignaba que a la hora de afrontar el 
examen de lo ocurrido, el jefe del Gobierno, olvidándose de lo que 
había mandado, desamparase a ¿os subalternos, quienes no hicieron 
otra cosa que obedecerle. 

—El señor Azaña —vine a decir en una de las reuniones de 
la minoría— es indigno de nuestra confianza. Yo no se la otorgo. 
Y procedo asi por la cobardía que revela el gobiernante al esca- 
bullirse de sus responsabilidades. Si él mandó, como mandó, que 
matasen a los sediciosos, que lo diga Yo, en su puesto, quizá hu- 
biese mandado lo mismo. Pero que transmitiese esas órdenes, que 
las cumpliesen los llamados a abedecerle, y que lleve dos meses 
en el «banco azul» escamoteándonos su directa participación en 
los sucesos, me parece impropio de un gobernante. Yo le recuso, 
más que por los veinte muertos Ce Casas Viejas, por echarle la 
culpa del crimen al capitán R. 

Hablé así. Albornoz me miró enfurecido. Aclaró a los demás 
diputados: 

-—Ya saben ustedes que el amigo Madrigal, aunque trabaje cer- 
ca de mí, se produce siempre como le da la gana. Hoy ha querido 
regalarnos con unas cyantas insensateces, que creo de mi deber 
rechazar profundamente indignado. 

Me fui de la reunión. En el pasillo me abordaron algunos pe- 
riodistas. Y sustenté ante ellos mis teorías. Yo soy de los que 
creen que todo el mundo, si quisr>, puede sublevarse. Ahora bien, 
el que se subleva; no debe ignovar que. al colocarse fuera de la 
Ley, se despoja del derecho a exigir que el Poder, agredido, le res- 
pete. Como gobernante, reputo Ciscutibles, pero explicables, todos 
los medios conducentes u aplaster cualquier rebelión. Lo que no 
tiene explicación posible es que un gobernante, frente a la rebe- 
lión, ordene su aplastamiento y, un: vez conseguido, se estremez- 
ca ante el espectáculo que ofrecen los cadáveres de los vencidos 
y exclame temeroso: ¡Yo no he sido! ¡Yo no he sido! ¡Ha sido 
el capitán R.! 


Aquello era trágico y grotesco. 





LIBRO QUE RECOMENDAMOS: 


EL AMOR 


POR EL P. ANTONIO PACIOS 


(668 págs. Encuadernado en guaflex (piel artificial) Eq 
ciones Acervo. Precio: 350 ptas. Pedidos al autor: Rosellón 
número 175, Barcelona-11. Y a Editorial Circulo. Paseo Fer. 
nando el Católico, 39, 7. deha. Zaragoza. 








ma ¡FE EAS 


JU MN + 


Notas de Gataluña 


Por Ramón Gillém ¡ Coma 








VIA CRUCIS Y LOS MARTIRES DE LA TRADICION.—Desde 
que terminó nuestra Cruzada el Carlismo Catalán viene celebrando 
una misa por sus mártires y más concretamente por los asesina: 
dos en las tapias del cementerio Ge Montcada. Allá se reunieron 
un nutrido grupo de hombres, ¡mujeres, niños y niñas. Es la con- 
tinuidad histórica de la Tradición. Los pequeños abrían la marcha 
con su Cruz, pequeña como la que Dios Nuestro Señor ya manda 
a los que son menores, y luego, y cerrando el piadoso acto, la 
Cruz grande y majestuosa, que cra portada por los recios hombres 
de la Tradición, curtidos en mil combates y probados en cien oca- 
siones. Hombres que no han claudicado y que, pese a esos aires 
anticonciliares que arrecian fuertemente en esa Diócesis cargada 
de obispos y que tiene ahora un cardenal, no parece se vislumbre 
una reacción que dé al traste con los demoledores de la Santa Igle- 
sia que fundara Jesucristo. Testimonio vivo fue el que dieron su 
vida y aceptaron la muerte. Los que supieron dar ese tan traido 
«testimonio» hoy desvirtuado por equivocos caminos, y que pese 
a quien pese, y por quererlo así Dios Nuestro Señor, no es otro 
que aquel que nos dice: «Quien me confesara delante de los hon- 
bres Yo le confesaré delante de mi Padre celestialn. 

Y, que sepamos, no ha tenido lugar —hasta el presente— otro 
Vía Crucis que sacando la imagen «co Nuestro Divino Redentor, le 
testimonie culto y veneración púvlica. 

Y en ese público confesar a Cristo vimos a hombres y mujeres 
que no dudarian en dar su vida cumo lo hicieron los que la die- 
ron en 1936. Se muere como se vive y muy vivo era el sentir de 
los Caballeros de la Tradición, que en llegando ai cementerio, y 
ante el mausoleo donde descansan sus Mártires, oyeron la voz se- 
rena y firme de don Juan Casañas Balsells. Alli estaba lo más re- 
presentativo del auténtico Carlismo Catalán. Vimos a don Mauri- 
cio de Sivatte y de Bobadilla, don Luis Luna Gil, don Javier Echa- 
ve Sustaeta, que tan dignamente «airigió el «Pensamento Navarro»; 
don Francisco Canals Vidal, don Irtumón Pascual Ventosa don Mi- 
guel Batllori Sans, don José Cus>11 Mayoi, don Alberto Batalle Jun- 
cosa, don Eugenio Canals de Febrer, don Carlos Ram de Viu, doña 
Basilisa Inchausti, viuca de Vida!; don Carlos Canela Vives, don 
Jaime Vives Suriá y muchos otros ue harían interminable la re- 
lación. Como capellán, al que lo fue en la Cruzada: cl reverendo 
Celestino Castany, que, a pesar de su avanzada edad, no falta a los 
actos que se disponen y organizan. Mientras haya quien recuerde 
a los que hicieron posible con su martirio la Victoria del 39, Dios 
dará las semillas necesarias para que nuestra Cataluña sea defen- 
dida de aquellos que la intenten descristianizar. Y eso... pese a 
quien pese... 


BARRABAS.—Con este titulo tan poco adecuado hay un sema- 
nario dedicado al deporte. Podriamos decir que está en la linea de 
lo satirico y nada tenemos que cbjetar contra el deporte y nos 
parece bien que se trate satiricamente. Pero... si el «Barrabás his- 
tórico tenia muchos peros» el Barr:.bás satirico también los tiene. 
No entendemos cómo en una puolicación «deportiva» (al menos 
que entendamos otras cosas) tiene que dedicar sus páginas centra- 
les al desnudo femenino. Y no entendemos, amén de entender otras 
cosas, cómo los clubs de fútbol permiten que cada «poster» osten- 
te su escudo. 


CIEN TELEGRAMAS.—Según leemos en «La Vanguardia», y su- 

ponemos que cada uno firmado po” un padre jesuita (o ex jesuita), 
han mandado nada más y nada menos que al mismisimo Papa pi- 
diéndole que «no autorice la suspensión del padre Diez Alegría». 
Y como por aqui uno no es tonto, piensa que lo que están vidien- 
ao esos cien hijos de San Ignacio es nada más y nada menos que 
la propia exclaustración. Y como nc tienen obras teologales que 
mostrar, ni seso para escribirlas, sin duda han pensado que de 
ese modo y arrimando el hombro se les «librará» de la muy terrible 
pena de vivir en claustros comunales. 
. Pero la gente piensa, y como pensándolo bien uno ve que esos 
jesuita telegrameros ya hace la maz de tiempo que abandonaron 
su clausura por el pisito, piensa uno que lo que buscan éstos —¡menu- 
do garrotazo les daria San Ignacio!— es el libre paso para andar 
sin más obediencias que las obispeles y eso sí: en Diócesis donde 
haya obispos con vocación de Opas. ¿Qué pensará desde la gloria 
aquel severísimo padre Verges? Lo que piensan los jesuitas que ya 
peinan canas pero carecen de mando, genio e ingenio, sin duda que 
no alegrará a su dinámico e inslandicable fundador. Cataluña en- 
tera iría detrás de un JESUITA que lo fuera de verdad. Cataluña 
tiene una tradición ignaciana extraordinaria. Quizá el de Lo- 
yola, el que escribió en Manresa un libro que transformó el mun- 
do cristiano y se adelantó en siglo: a la moderna psicología, se 
apiade y nos mande un HIJO suyo que sepa, como lo hizo Ignacio, 
plantarle CARA al mismo lucero des alba. Por estas latitudes se 
espera, y por algunos, que monseñor Benelli salga al paso de los 
utelegrameros», y no sólo por aquello que «es el brazo derecho del 
Papa», sino también como réplica que se impone dé al superior 
de esos díscolos, al padre Arrupe. Pero... casi apostaríamos un real 
de vellón... que Benelli callará. 


_ SEQUIA Y AGUA.—No llueve y, lc. que es peor, los Pirineos es- 
tan sin nieve. De no cambiar las ccsas Ed suceder algo grave, 
Mano. Los embalses están a un tercio de su capacidad. A na- 
o A que no habiendo agua que los llene con el natural des- 

Pues no la hay) se presenta un verano lleno de graves incóg- 


. La sequí ¡ E 
que ahora e la perdió gran parie de los cereales, parte que aun- 


oviera no habría nada que hacer. Y eso si llueve pau- 


sadamente y sin crear las clásicas torrenteras, que todo lo arras- 
tran y son clásicas en nuestras costas mediterráneas. «Iglesia-Mun: 
do» publicaba un escrito firmado por Pedro Rodrigo, en su nú: 
mero 44, que es interesantísimo. Nos dice que la sequía afectará 
en este 1973 a la India, China, Australia y la Unión Soviética. Nos 
dice que sin el trigo entregado ¡por Estados Unidos pelecerían gran 
parte de rusos y chinos. Recomendamos el articulo. Pero lo cierto 
es que la sequía ya la tenemos aqui y no estaría de más que nues- 
tros prelados ordenaran la oración pidiendo lluvia. Sólo Dios Todo- 


poderoso puede mandarnos lo que es base para nuestras cosechas 
e incluso para no perecer de sed. 


LOS ENTIERROS Y... EL ENTIERRO DE LA FE.—No hace 
falta recordar que tenemos obligación de enterrar a nuestros deu: 
dos. De rogar a Dios por ellos. De que la Santa Iglesia de Dios 
—antes y después del Concilio— tiene la misa de difuntos, etc., etc. 
Pues bien: resulta que la furia anticonciliar llegó ahora a las pa: 
rroquias de San Gervasio (no hace mucho se reunieron los herejes . 
luteranos con los curas progresistas en la iglesia de Nuestra Se- 
ñora de la Bonanova) y, según parece, pues otra cosa no la enten- 
demos, se llegó a un «acuerdo». Acuerdo que por su sabor amargo 
nos parece vivir en un pais prolestante y NO en la católica Cata: 
luña. El «acuerdo», según dice la nota, ha sido tomado por sacer: 
dotes y laicos del consejo pastoral. Diremos que esto es un [feno: 
menal camelo. Si los laicos tienen derecho a enterrar a sus paisa- 
nos, y ahora se nos dice que fueron esos laicos y esos curas los 
que pasando por encima de la voluntad del propio difunto, que 
tiene potestad plena de aceptar o rechazar los servicios de la San- 
ta Madre Iglesia... ¿Qué camelo se traen los responsables de todo 
este tinglado que no tiene más “hh que descristianizar el entierro 
de los que entran en la Faz del Señor? ¿Qué obispo —de los mu- 
chos que tenemos— dio el visto bueno a tanta sandez? Pues ahora 
resulta, y pásmense ustedes, que todo ello esiá motivado por: 
«El respeto a la libertad religiosa y la atención al pluralismo hoy 
existente entre los asistentes a los entierros»; éste es el aparta- 
do a). Y en el apartado b) nos dicen esos laicales-presbiterianos, 
mezclando verdades con mentiras, que el entierro no se reduzca 
a una Ocasión para expresar sentimientos de condolencia. De ahí 
que esas celebraciones y especialmente la misa (agárrense para lo 
que sigue) deban ser propias de la comunidad cristiana. Pues... ¿de 
qué comunidad tiene que ser propia la santa misa sino de la que 
los deudos que profesan la FE del difunto y que asi quiso se ro- 
gara por su alma? ¡Pero no! Hay que hacer las cosas de «tapa- 
dillo», sin ofender ni a moros ni luteranos ni a judíos. Sobre todo 
y para esos innovadores laico-eclesiales —sin más autoridad que 
la que se confieren a sí mismo3— y sin poder en modo alguno 
VIOLENTAR la soberana libertad del cristiano que muere —que 
por lo visto les importa un comino— mandan y disponen una serie 
de sandeces que son contradictorias entre sí. Dicen que si los Ía- 
miliares lo desean se celebrará una cración exequial en la casa del 
difunto... ¿Es que esos capellanes son tan novatos que no lo vienen 
haciendo, siempre que una familia cristiana les avisa que un Ser 
querido y amante de Ja Iglesia ha dejado este valle de lágrimas? 
Y si no lo hacen —por descubrirlo ahora—: ¿no podrán molestar: 
se los amigos NO creyentes, pero amigos, en fin, que estén dando 
el pésame en la casa del difunto? Y si hay moros en la costa O an- 
glicanos..., ¿cómo comportarse para no ofenderles en sus senti: 
mientos de odio y desprecio hacia nuestra Santa y Unica y Verda- 
dera Religión? 

Y como misa exequial, eso sí, una en cada parroquia y para to- 
dos los que hayan fallecido durante el mes. ¡A voleo! Nada de in- 
timidades, y es que ¡a furia socialista invade los medios —menos 
mal— laico-eclesiales. Pues los rieúios católicos «normales», los 
que son cristianos y sin más título están muy lejos de sentirse in- 
mersos en tantos desatinos y son cl eslabón primero para que los 
entierros sean laicos —como cuando la República—. Estamos ante 
la muerte de los entierros con FE CRISTIANA. Y vean que todo, 
por eso «del respeto a la libertad religiosa y la atención al plura- 
lismo». 


Me decia un parroquiano de Santa Inés: «Scn dictadores, im- 
ponen su criterio y desgraciado el que no piensa como ellos. Acep- 
tan TODO lo que sea por parte de los protestantes y demás sectas, 
pero de nosotros..., ¡nada! La caridad la entienden a su modo y Ma- 
nera. ¿Cómo quieres que atraigan almas? Al contrario: las repe- 
len y así vemos cómo cada vez son menos los que cumplen con 
los preceptos de la Iglesia». Y preguntamos: ¿Qué «base» formal 
y no fingida tiene el señor obispo de turno para aceptar tanta inno- 
vación? ¿Qué fuerza y de dónde les dimana a esos eclesiales PARA 
FORZAR LAS CONCIENCIAS de Jas CUALES SE DECLARAN TAN 
DECIDIDOS DEFENSORES DE SU LIBERTAD RELIGIOSA? Po: 
dríamos extendernos muchisimo más, pero terminaremos con una 
recomendación que se las trae. Dice la nota: 4) Las parroquias ct- 
tadas renuncian a la percepción económica de los «aranceles pa: 
rroquialesn (las comillas son de ellos), asi como a la cantidad que 
quieran nercibir de las compañias aseguradoras. Las familias ase: 
guradoras pueden pedir esa cantidad a las respectivas compañias 
de seguros». » e IA 

e las compañías de Seguros, pero es 
: E e AS anticonciliares y que atentan 
od la sagrada LIBERTAD DE CONCIENCIA. Libertad que esos 
señores eclesiales siempre defienden a los AS DE CON- 
í. El Pueblo de Dios por ahora calla. Pero ¡ay! 
CIENCIA. Son 28%. tra tanta injusticia... 
del día que airado se levante contra 

















¡DI 0 0EE€EzmzmI Ger ra E ZE E E - LE 


Por IJCIS 





1. LA CEDULA DE IDENTIDAD 


Lo recordamos ahora con ocasión del triunfalista recibimiento 
al ex profesor exclaustrado. El está de momento fuera de la Com- 
pañía, pero la Compañía lleva ya mucho tiempo fuera de él. Como 
está muy fuera también de los... antípodas que escandalosamente 
lo aclamaron. Es la disolución vergonzosa y total. No se atendió al 
alarmado (y alarmante) clamor del Padre. 


¿No lo recuerdan? En el memorable discurso que dirigiera Pa- 
blo VI a los jesuitas el 16 de noviembre de 1966 lo primero que 
llama poderosamente la atención es la misma solemnidad del mar- 
co tremendo y Sagrado de la Capilla Sixtina, donde «se buscan y 
determinan los destinos de la Izlesia en ciertos momentos histó- 
ricos». 

Pero lo que sobrecoge más aún es la fuerza invencible y el in- 
terno dramatismo de las palabras con que quiere el Papa «sellar 
el grande y terrible momento», y «4 que prestan peculiar vigor y 
eficacia el significado evocador y el poder subyugante de las imá- 
genes del juicio final. 

En ese marco, augusto como pacos, y con una energía como po- 
cas veces, el Romano Pontífice subraya, afirma y vindica expresa 
y repetidamente la suprema autoridad de su oficio apostólico. 

Hace las veces de Cristo indigna, pero verdaderamente; su ora- 
ción es humilde, pero pontificia. Debido a su ministerio, sirve de 
intérprete ante Dios y transmite el oráculo divino a toda la Igle- 
sia, a toda la tierra, incluso a toda la humanidad. Ostenta, por man- 
dato divino, la dirección pastoral y representación total de la San- 
ta lglesia. La Compañía debe seguir siendo la misma que fue des- 
de su fundación para la Iglesia y para esta Sede Apstólica. «PIE- 
DRA que es fundamento y simbolo del carisma de la verdad per- 
manente y estabilidad invencible del catolicismo.» 


De ahí la obediencia al misterio y a la autoridad de la Iglesia, 
especialmente, y en resumen, a estu Sede Apostólica y al Sucesor 
de San Pedro, ya que «la Santa Iglesia está resumida y represen- 
tada en nuestro oficio apostólicon. 

Y todo esto..., ¿por qué y para qué? 

Por el estupor y el dolor que nan causado al corazón de padre 
del Vicario de Cristo los comeniarios y noticias referentes a la 
Compañia (y también a otras fami'ias religiosas): sugerencias extra- 
ñas y siniestras, de diabólicas dudus sobre si la Compañía ha de 
seguir cual «la modeló para ¡a gloria de Dios, defensa de la Iglesia 
y maravilla del mundo San Ignacio». 

Para asegurar la conservación intacta de su peculiar formación 
espiritual y de su estructura canónica, histórica y organizativa, que, 
si permanecen iguales a sí mismas, serán «vuestra mejor apologia 
y la carta de credito más persuasiva para vuestro apostolado». 


El Papa sólo puede confiar en ¡a Orden en tanto en cuanto ella 
sea fiel a su primer espiritu y estructura; «mientras pretenda bus- 
car su excelencia en la sana doctrina y en la santidad de la vida 
religiosa»; en cuanto se confirma «vuestra IDENTIDAD con :a Ins- 
titución que en la coyuntura restauradora del Concilic de Trento 
se puso al servicio de la Iglesia Católica». 


2. LA ENGAÑOSA CREENCIA 


Tal es, en la estimación del Padre Santo (y en la de la Iglesia 
de siempre), la de poder prescindir de la intensa vida interior, 
como si la acción externa bastase para mantener tenso el espiritu. 
De ahí la exhortación calurosa a conservar en el programa de vida 
la primacía de la oración. 59 

Sólo asi —les viene a decir Pablo VI a los hijos de San Igna- 
cio— podréis seguir luchando «como soldados de Cristo en las ar- 
duas batallas de su nombre, cual valerosos testigos de la túnica y 
verdadera fe, los más seguros, más audaces, más llenos de la ca- 
ridad, que vuestra vida interior hace inagotable». 

Se despreció el grito de alerta y la consigna apremiante del Pa- 
dre... con la temerosa osadía de imaginar «que para difundir el 
Evangelio de Cristo era necesario hacer propias las costumbres del 
mundo, su mentalidad y sus formas profanas, olvidando que el 
acercamiento a los hombres no puede ser una asimilación tal que 
haga perder a la sal su salado sabor y al apóstol su virtud .ori- 


ginaln. 
Con inexp 
la extrema gravedad 


licable ligereza no se quiso recapacitar seriamente en 

de una situación que e eS = insólito 

VI, ya que, a pesar de la habitual prudencia re- 

de 5 RARE y de la particular delicadeza y finísi- 

ma matización que suele emplear el Papa Montini, no puede ocul- 
tar el estupor y se ve constreñido a desahogar su dolor. ; 

Cía., tan desorientadas y tendenciosas. 


etanto, «Ecclesia» y Cia., ! 
Se Enea descaradamente al indicar que sólo se prevenían tenta- 


ciones y peligros; se procedia sofisticamente cuando a los errores 
nad aba tensiones. 

¿ A recocido (si era apostolado) de nuestros cléri- 
os y obispos transporta peligrosamente el centro de gravedad del 
gos y l eriferia, y en una febril actividad socio-política, nun- 
creer sellidada herejía de la acción, con el burdo pretexto de 
A 5 fuentes se alejaba de la verdadera fuente de la vida 
al es ropia razón de ser... hasta perder la conciencia de 
ER Ta propia identidad, como el Papa viene lamentando 
e O Hasta estos mismos días cuaresmales. 


Qué lejos estamos de la doctrina del Angélico: «El fin último 
de todo hombre y de todas sus operaciones y deseos es conocer la 
verdad primera, que es Dios.» ¡Qué lejos de la ponderación entu- 
siasta de Marsilio Ficino!: «Tanto supera la contemplación a la 
acción como el ojo a las manos, la razón al sentido, el espíritu al 
cuerpo, al tiempo la eternidad.» San Juan de la Cruz estimaba en 
más un pensamiento sobrenatural que todas las maravillas del uni- 
verso; el eximio Suárez os cedía con gusto todos sus escritos a 
cambio de una ferviente Avemaría. 

En la sobreestima de la acción apostólica, como si ella misma 
fuera ya en pleno sentido oración, se olvida la humana psicología, 
sobre todo cuando no es muy alto —como es corriente en el hom- 
bre corriente— el voltaje de lo sobrenatural; se olvida la doctrina 
y la experiencia de los Santos a partir del mismo Jesucristo; se 
olvida que Ignacio de Loyola —que es tal vez quien ha valorado 
tanto o más que el Vaticano 11 lo de contemplativo en la acción— 
es el santo de la meditación diaria y de los diarios exámenes de 
conciencia y del rosario y de los ejercicios espirituales, del brevia- 
rio empapado en lágrimas y de la Misa sin limites en el fervor y 
sin límites en el horario... 

Se ha notado agudamente que a la teología clásica de la con- 
templación, del ser divino, ha sucedido la teología de la actividad, 
de la historia de la salvación. Y tanto se ha exagerado la exaltación 
del dinamismo y el culto del trabajo, que en algunos es ya idola- 
tría, como en Thils, que ya no concibe el cielo sin un poco de 
santa artesanía (¡!). 


3. ENTRE LA CONTRADICCION Y EL SOFISMA 


Entretanto en la misma revista «Ecclesia» (como después en 
todo el proceso de la Conjunta) se permitieron críticas ucerbas y 
generalizadas a los despectivamente dichos módulos monacales de 
la formación sacerdotal. Al tiempo se rechazaban con ira las justas 
criticas a los nuevos curas, cual si fueran dirigidas contra los jó- 
venes, lo cual no era exacto, o contra todos los jóvenes, lo cual era 
calumnioso. Se pretendia de tal guisa, como es tan frecuente, des- 
hacer una supuesta calumnia con una calumnia real. 

Era como querer exigir al novelista la maravillosa serenidad de 
San Ignacio, el rigor teológico de la Suma o la elevación mística 
del Cúntico espiritual. 

Pero... ¿es que la meditación diaria para empapar u todo el 
hombre del espíritu de fe y saturarlo de vida sobrenatural, y asi 
vivir y ejercer su sacerdocio en creciente tensión a lo largo de 
cada jornada, es algo artificial e inoperante? Y el doble examen 
de conciencia que purifica el alma, previene ¡as ocasiones y poda 
los viciosos brotes; la intensa vida litúrgica, para actuar el miste- 
rio de Cristo y de la Iglesia; la lectura espiritual, que dispone a 
la meditación; el ejercicio de la presencia de Dics, que nos eleva 
a la comunicación con el Padre celestial, haciendo realidad el orar 
siempre y no desfallecer; en un palabra, ese referirlo todo a Dios 
por el espíritu de oración, que penetra y como perfuma de sobre- 
naturalidad todos los artos, realizando la consigna de San Agustin: 
«Canta de tal arte con tu vida que nunca calles», porque «en tanto 
ora el hombre, en cuanto que toda su vida la ordena a Dios», como 
escribe Santo Tomás... ¿Todo eso no se enseñaba, sin duda con 
deficiencias y limitaciones, en los seminarios? 

Y todo eso, con los retiros y los ejercicios ignacianos, siempre 
con vistas a la futura actuación sacerdota:, ¿con qué ligereza y osa- 
día se afirma alegremente que no sirve para una vida eciesial en 
el mundo? ¿Prescriben algo distinto la «Menti nostrae», de Pío XII; 
la «Haerent animo», de San Pío X, y las enciclicas sobre el sacer- 
docio y sobre San Juan Vianney, de Pío XI y Juan XXIIT? ¿Lo ha 
revocado por ventura el Vaticano 11? 

No sé si al articulista le llegaron quejas en sus convivencias bo- 
naerenses (por más que nos consta con qué sentido práctico y apos- 
tólico se adiestraban entonces los seminaristas argentinos). Mas 
¿hay otros medios para mantener alto el voltaje espiritual lo mis: 
mo en el gran Buenos Aires que en los suburbios madrileños, igual 
en la plaza de Mayo que en la Puerta del Sol? 

Con ese morboso afán de motejar todo lo de antes, de aparecer 
moderno y enterado, se cae en el sofisma, la contradicción y el ri- 
dículo. Porque se ve obligado a reconocer: que el acto esencial en 
la vida del cristiano es la oración; que a ésta hay que disponerse 
con la lectura, la meditación y la contemplación, «que nos restitu- 
yen al sentido medieval de la lectio bíblica. 


¿Hay nada más monacal? Vienen a tropezar en lo que era sus: 
tancialmente lo que ya se seguía y... se acababa de condenar. Es 
el inglés que descubre una isla, que es... Inglaterra (¡¡11). 


Esto que se venía enseñando y practicando, con las inevitables 
imperfecciones, en seminarios y noviciados, ¿no es lo que con tan 
vehemente energía vindica el Padre Santo para los jesuitas y, con 
las matizaciones comprensibles, para todos los sacerdotes y reli- 
glosos? 

Oidos de mercader a los gritos angustiosos del Papa: crisis qgu- 
da y galopante en la Compañía y en el sacerdote en general. 









¿QUIERE RECIBIR PUNTUALMENTE «¿QUE PASA?» 
ISUSCRIBASEL ADMON. - DR. CORTEZO, 1. - MADRID-12 








7 










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O 


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Monseñor Javie 


Por JULIA RIBAS 


Después de leer la carta de ¡monseñor Javier Osés, publicada en 
«La Vanguardia Española» el día 9 de febrero, carta aclaratoria y 
de réplica a la carta de don Juan Huarte, publicada también en 
«La Vanguardia Española», yo como católica no puedo menos que 
defender mi fe. 

Paso, pues, a defender mi religión, pues es deber de los cató- 
licos defenderla, y mal cumpliría nii deber de católica si asi no lo 
hiciera. 

Las palabras que emplea don Javier Osés en su «propaganda» 
que él llama «evangélica», tales como «fraternidad». «solidaridad», 
justicia», «pobres y ricos», etc. Da la casualidad que son idénticas 
a otras escuchadas, hace ya muchos años, en boca de los enemigos 
de nuestra Iglesia, y que sirvieron de mecha inflamada para pren:- 
áer odios, fomentar rencores y cespertar sentimientos de rebelión 
entre la clase obrera de aquella £poca. Y fomentar esa lucha de 
odio y de rencor es tarea anarquista, no evangélica. 

Aquella «propaganda» nos costó demasiadas vidas, demasiadas 
lágrimas, demasiado sufrimiento, para que hoy volvamos a escu- 
char la misma propaganda con impesibilidad e indiferencia. Tanto 
más con el precedente de los votos de la Conjunta, con los que 
pretendian la aberración de que las víctimas pidiéramos perdón a 
nuestros verdugos. 

Aquellos ateos que, con semejanza de palabras nos los recuerda 
monseñor Osés, también hablabun al pueblo de «fraternidad», 
«solidaridad», «justicia», «igualdad» y «libertad». Y cuando parte 
Gel pueblo azuzado se echó a la calle, los «propagandistas», después 
de aprovechar el desorden provovado para arrasar, destruir, ase- 
sinar y robar, se fueron al extranjero a vivir del botín «requisado», 
nueva manera de calificar al robo, y los obreros quedamos mucho 
peor que antes. Hasta que el nuevo régimen, el actual, nos levantó, 
curó nuestras heridas y nos volvió el deseo de vivir. 

Ya puede comprender don Javier Osés que los que sufrimos 
en carne y alma «aquello» nos pongamos en tensión y alerta al 
volver a oír parecidas palabras de aquella meléfica propaganda de 
entonces, causa que fue de tanta desesperación y dolor 

Porque en donde más se puso de manifiesto la ferocidad de aque- 
llos desgraciados fue en todo lo que se refería a Dios y a sus mi- 
nistros. El odio de los que predicaban «fraternidad», «solidaridad» 
y «justicia» (la justicia de Carlos Marx), no tuvo limites a la hora 
de destruir todo lo que significaba religión, fe, amor a Dios. Porque 
fueron muchos los obreros y muchos los que no poseían riqueza 
alguna que fueron asesinados por el solo delito de ser católicos 
practicantes. 

El nuevo régimen, el actual, cespués de LIBERARNOS, ayudó 
en todo cuanto pudo a la reconstrucción de iglesias, conventos y 
santuarios. Colaboró —¡como católico!— en la restauración del 
culto a Dios, en Espana, tanto que bien puede decirse que el actual 
régimen ha hecho más para *a Iglesia en España que todo el 
episcopado español ACTUAL, incluiác los obispos auxiliares. Y el 
«pueblo de Dios» sabe que de bien nacidos es ser agradecidos. 

Aquellos, con sus palabras de «fraternidad», «solidaridad», etc., 





Ñ E 


S, 0bisuo auxiliar 


no predicaban la doctrina de Jesús. sino la doctrina de Carlos 
Marx. La doctrina de Jesús, antes de predicarla, hay que practicar- 
la, ¡vivirla! La doctrina de Jesús es amor, comprensión —j¡entre 
todos!—, ricos y pobres. Pues a todos alcanza la gracia de Dios. 
Los apóstoles que predican la doctrina de Jesús, si no son falsos após: 
toles, dan su vida predicando ¡amor! 

La doctrina de Carlos Marx sólc sirve para crear odios y Ío- 
mentar disturbios. Sólo sirve de espejito para deslumbrar y asi 
encubrir los turbios propósitos de los «propagandistas». La doc- 
o de Carlos Marx se basa en «valabras» pronunciadas y no prac- 
ticadas. 

Los charlatanes que difunden la doctrina de Carlos Marx, pre- 
dican «fraternidad», «solidaridad», «justicia» y asesinan y roban 
para conseguir sus fines. Y si no que les pregunten a los lituanos, 
a los ucracianos, a los checoslovacos, a los cubanos, a los polacos 
o a los familiares de los alemanes asesinados en el muro de Berlín. 
¡Hermosa libertad, fraternidad y justicia la suya! 

Muy honda, muy dolorosa y muy amarga, fue nuestra experiencia 
de entonces, para que no sepamos captar ahora sin equivocarnos 
quiénes tienen la señal de Dios y quiénes la del diablo. aunque al- 
gunos se nos presenten encubiertos con el «carnet» eclesiástico de 
sacerdotes, religiosos o religiosas. 

A los pocos días de leer la varta que monseñor Osés publicó 
en «La Vanguardia Española», en la santa misa dominical, en la 
voz del sacerdote, San Pablo nos decía: Sed imitadores mios, como 
yo lo soy de Cristo. Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo. 
Lean ahora lo que nos dice un obispo de nuestro tiempo, de la 
«nueva Iglesia», en este caso, don Javier Osés. 

Por mi parte —dice en su carta— acepto de buen grado la culpa 
que tengo de no dar testimonio de pobreza en la Iglesia y en el 
mundo y me siento parte de esa Iglesia que necesila y busca con- 
versión; pero aunque mi conducta personal no responda a los de: 
seos de Dios y de la Iglesia, no por eso quedo exento del grave 
deber de anunciar el Evangelio y la doctrina de la Iglesia, como 
lo pide a la Iglesia el mismo Vaticano II, en el número 13 del 
Decreto dedicado a ellos. 

Le sigue un párrafo con mucna literatura, que muchos habrán 
leído y sacado sus conclusiones. 

El hecho en sí es que ese señor reconoce públicamente que no 
es capaz de practicar lo que predica. ¿Qué clase de apóstol es? 
¿Qué fuerza moral tendrán sus palabras si no las acompaña con 
el ejemplo? ¿Y además lo publica? 

Quienes hemos militado en las filas de la Acción Católica sa- 
bemos que una de las principales reglas del apóstol es predicar 
primero con el ejemplo y luego con la palabra. Esa regla que rige 
para un simple apóstol seglar, ¿no rige para sus rectores, no 
cuenta para los obispos, mucho más obligados por su cargo y res- 
ponsabilidad? 

Dice que acepta de buen grado la culpa. ¿No la acepta arrepen- 
tido, con pesar? Dice que es parte de esa Iglesia que necesita y bus- 
ca conversión. ¿Cómo la busca? ¡Ah, por sus obras los conoceréis! 








¿SON ESTAS LAS RELACIONES DE LA IGLESIA CON EL ESTADO? 








Intolerable manifiesto de 84 clérigos 


Reproducimos de la prensa santanderina la siguiente denuncia 
“profética” con los nombres de los ochenta y cuatro clérigos de la 
diócesis de Santander que la suscriben: 


Mañana, dia 22 de febrero, se han de presentar para ser juzgados 
ante el Tribunal de Orden Público, en Madrid, cinco componentes 


A ej H. O. A. C. (Hermandad Obrera de Acción Católica) de San- 
ander: 


PROCESADOS 


Marta Peredo Escobedo, Maria Jesús Ortiz Gándara, Maria del 
Carmen Ruiz Fernández, Jesús Briz Bravo y Alfredo Sáinz Pacheco. 

La razón de tal proceso es la publicación de una "Hoja Infor- 
mativa para sus militantes, con fecha 1-V-71, que, según el auto 
de procesamiento del Tribunal de Orden Público, "de forma ten- 
denciosa ataca a la organización del Estado en sus aspectos de or- 
den público, sindical, laboral, agrario, haciendo una critica defor- 
mada y negativa de la situación político-social,” 

Los sacerdotes abajo firmantes, ante ta! hecho, nos sentimos 
en el deber de manifestar lo siguiente. 

1. La H. O. A. C. es una organizeción apostólica de la Iglesia. 

2. El dar juicios morales sobre situaciones concretas, comc. lo 
hace la «Hoja Informativa» encausada, responde a la misión pro- 
[ética de la Iglesia que es, según la declaración de la Conferencia 
Episcopal sobre «La Iglesia y la Comunidad Política», número 39: 
«... JUZgar con la luz del Evangelic y de las enseñanzas de la 


a ones concretas de índole social y política». 
ltantes son e je 
de Dios es mananti onscientes de que «la lealtad a la Ley 


al de sufrimientos, incomprensiones y aun per- 


ha CAN ds abi 


secuciones.» (Citada Declaración, núm. 24.) Por eso aceptan Tres: 
ponsablemente los riesgos que su actuación implique ante las leyes 
civiles vigentes». 

4. Es necesario que exista en la Comunidad Política espacio 
suficiente para que sus miembros puedan asumir de manera eficaz 
una pluralidad de compromisos individuales y colectivos. Una afec- 
tiva pluralidad de opciones es parte integrante del bien comun». 
(Citada Declaración, número 20). ] 

Joaquín Agiiero, Angel Alonso, Jesús Arieta, Simón Arnaiz, Sa- 
turnino Bárcena, José A. Benito, José L. Benito, José María Blanco, 
Julio Blanco, Angel Bolado, Juliún Bueno, Ernesto Bustio, Seve- 
rino Cabarga, Feliciano Calvo, Lcrenzo Casado, Artemio Ceballos, 
Benigno Colinos, Manuel María Cossío, Juan Cuevas, Fermin de 
Mieza, Alberto del Campo, César de la Campa, José del Campo, 
Santiago del Río, Santiago Díez, Manuel Díez, Santiago Domingo, 
Angel Esteban, Amador Fernández, Efrain Fernandez, Domingo Fer- 
nández, Elías Fernández, Julio Fontaneda, Santiago Garminde, José 
Antonio Gallo, Salustiano Garma, Alberto Garcia, Angel González, 
Francisco González, Ricardo G. SoJinís, Julián G. Liaño, Eduardo 
Guardiola, José Manuel Gutiérrez, José A. Gutiérrez, Jesús Hur- 
tado, Isidro Hoyos, Agapito Ibáñez, Eduardo Ibánez, José I. Jáu- 
regui, Félix Larrea, José PF. Lequerica, Jenaro Lobo, Gumersindo 
Lorenzo, Florián Martin, Jesús Madarlaga, Clemente Miguel, Angel 
Mier, Manuel Molleda, José Luis Muiños, Jose Maria Noriega, José 
A. Obregón, Ricardo Ocejo, José Oláiz, José Olano, Félix Orobio- 
rrutia, José M. Ortiz, Raúl Poo, Angel L. Penagos, José Pascual, 
Fernando Pérez, Alberto Pico, Roberto Reglero, Pedro Revuelta, 
A ula José María Ruiz, José Rodríguez, Jesús Ruiz, José L. S. Sis 
niega Avelino Seco, José María Santamaria, ge L. Saiz, Germán 
Sánchez, Julián Torre, José María Torre, Aurelio Vigo, 


_- A A A O a IN, 


e 


Ur | 


Con el transcurso de los años, los hechos 
que vienen sucediendo en la Iglesia ponen 
de manifiesto la visión certera —práctica- 
mente proiética— del gran Papa Pío XII, 
(que detevt3 y contuvo hasta su muerte el 
triunfo de la penetración marxista en el 
seno de la Iglesia católica. A su pontifica- 
do le coriespondió —dentro de lo que es 
posible hacer desde Roma— denunciar, con- 
tener y ureservar a la Iglesia de la auto- 
demolición que le aquejaría a partir de su 
muerte en 1958. Había detectado clarisima- 
mente la amplia conjura que desde Francia 
se había jraguado a raíz de su «liberation» 
con la complicidad de diversos sectores 
eclesiásticos, decididamente opuestos a las 
enseñanzas de la encíclica «Divini Redemp- 
toris», de Pío XI, que consolidó y poste- 
riormente amplió a partir del año 1950 —año 
cn que Pio X1I difundió la encíclica «Hu- 
meni generis» (12-8-50) para combatir las 
faisas Opir.iones contra los fundamentos de 
la doctrina cristiana— con una ofensiva de 
tan amplio alcance que no resultaba muy 
difícil detectar a cierta «prensa católica», 
cuyos escritos podizn comprobar una manl- 
fiesta resistencia a Roma con la benévola 
tojerancia de ciertos obispos designados a 
partir de 1944 para sustituir a los que se 
habian mantenido firmemente inclaudica- 
bles durante el mandato del mariscal Petain. 
Fra una consolidación de aquel periodo en 
que «La Croix» (18 de mayo de 1944) publi- 
caba con su característica malevolencia esta 
reveladora exaltación: - «honor a los ru- 
SOS .., Sean o no sean conscientes de su ges- 
ta, ellos han rendido no sólo a Francia y 
a Europa, sino también a la religión y a la 
Igiesia, un servicio de primerisimo orden 
que la Historia no podrá olvidar y que la 
Providencia recompensará.» Eran los inicios 
de la taáctice de la mano tendida, del beso 
de Judas y del diálogo... Un año después 
—1945— el general Serov, jefe de los servi- 
cios secretos soviéticos, fundaba el Movi- 
miento «Pax», con la misión de infiltrarse 
desde Po:oni. en la Iglesia católica de todo 
el universo, confianao el mando de la orga- 
nización a Boleslaw Piasecki, cuyas técnicas 
fueron prontamente detectadas por Pío XII, 
como quedó demostrado con la condenación 
por el Santo Oficio de su libro «Problemas 
esenciales». 


También detectó Pío XII secretos contac- 
tcs entre cató:icos y francmasones, a pesar 
de las reiteradas condenaciones —y consi- 
guientes prohibiciones— de la Santa Sede. 
Prevenido de que ciertos sacerdotes y reli- 
giosos tenían especialísima relación con al- 
tos dignatarica de la masonería, por lo me- 
nos desde 1438 sin mandato oficial alguno 


de la Igiesia, ordenó el Papa al reverendo 


padre Mario Cardovani, maestro del Sacro 
Palacio y confesor del Soberano Pontífice, 
que se recordase a todos los católicos que 
nada había cumbiado la Iglesia en lo con- 
cerniente a la doctrina con respecto a la 
francmasonería, y escribía además en «L'Os- 
servatore Romano» del 19 de marzo de 1950 
(siendo notorio que cada día Pio XII re- 
rusaba parsonalmente toda sus galeradas 
linea a linea) lo siguiente: «Cada uno puede 
leer reiteradamente los documentos pontifi- 
cios que reciben a diario una confirmación 
de lo que dice y hace la franemasoneria en 
varios paises. Este binomio forzado de cató: 
licos rewmucionarios, católicos comunistas, 
católicos masones, etc. son una burla para 
los que nu queremos mancillarnos y sabe- 
mos con Tertuliano que nada hay en el mun- 
do más grande que un cristiano verdadero 
sin adjetivos ni adiciones. Es una obligación, 
especialmente para los católicos. tener as 
conciencia muy clara de Sus A 
que comprendan cómo una ofensa a 7 ey 
del Evangelio se traduce prácticamente so 
A A 
SS O el orden estrictamen- 
no Prosperatoos propósitos israelitas de que 
ESTREMBIOSO larara la no culpabili- 
la Iglesia católica dec so de JOUSTRIR 
dad de los judíos en la rusa E 
después de su muerte Cuando 





ION SAA MUENTE Dl 


Por Anselmo ROIG 





israelita consiguió sus propósitos en el Con- 
cilio Ecuménico Vaticano II. 

Al mantener Pio XII la doctrina filosófi- 
co-religiosa de la encíclica «Quanta cura» y 
consiguiente «Syllabus» de los principales 
errores modernos, los gobernantes católicos, 
los políticos, los sociólogos, tuvieron un res- 
paldo moral extraordinario en la doctrina 
inclaudicab:smente mantenida. Con su inde- 
clinable firmeza en las orientaciones de or- 
aen moral, politico, social, acordes con el 
ininterrumpido magisterio eclesiástico, con- 
siguió que los pueblos y Estados católicos 
legislasen y administrasen con una guía se- 
gura. Ha sido después de su muerte —y más 
acentuadamente a partir del comienzo del 
Concilio Vaticano II— cuando ha sido po- 
sible el posconciliar maridaje de la Iglesia 
del Vaticano con los principios ideológicos 
de la Revolución Francesa de 1789, paso 
previo para la posterior «opción socialista» 
de no pocos obispos que dicen situarse en la 
línea de la «Octagesima adveniens». 


Cuando más vigilante estuvo Pío XII fue 
cuando se trató de las tentativas de pene- 
tración comunista en la Iglesia, especial- 
mente en China, donde la acción del comu- 
nismo preparaba la consumación de un 
cisma a través de la intensificación del mo- 
vimiento de la triple economía, que deberá 
identificar al «movimiento patriótico reli- 
gioso» corjunista, que se inicia con las si- 
guientes maniobras: 


Mayo de 1950. El Consejo Nacional Pro- 
testante se reúne en Pekín con el ministro 
Chu-En-Lai y aceptan sus decisiones: Com- 
pleta autonomía de la Iglesia China en cuan- 
to a su gobierno, subsistencia y expansión 
(las tres autonomías). Después se separarán 
de los «fals.s pastores imperialistas». El 
18 de octubre de aquel año los protestantes 
celebran su XI congreso anual y hacen un 
llamamiento a todos los cristianos para la 
intensificación de toda China del movimien- 
to de la triple autonomía, motivos naciona- 
les que la justifican, medios para realizarla. 

30 de noviembre de 1950. Manifiesto de los 
católicos ae Kwangyum; comienzo de la 
campaña de reforma en la «Iglesia católica» 
a imitación de los protestantes. 

Pekín convoca a las autoridades religiosas. 
Acuden personalidades eclesiásticas de las 
iglesias y del ministro Chu-En-Lai, a las que 
se comunica la creación de un Departamen- 
to para Asuntos Religiosos en el Ministerio 
de Educación. 

La Santa Sede —inmejorablemente infor- 
mada— toma sus resoluciones y advierte a 
los cristianos del gravísimo peligro que en 
China les amenaza. 

23 de enero de 1951. Manifiesto de la dió- 
cesis de Nanchung, en el que afirma su pro- 
pósito de cortar las relaciones económicas 
y epistolares con el Papa. Es la señal de 
comienzo de la ofensiva de la intensificación 
Gel movimiento de reforma. 


9 de febre:o de 1951. Declaración común 
de los católicos y los protestantes de Sze- 
chwan septentrional. Un paso más en la re- 
forma. Católicos y protestantes van de la 
mano paza formar juntos la nueva iglesia 
nacional «depurada de todo elemento impe- 
rialista». Se señala un «programa común» 
para llevar totalmente a la práctica las tres 
autonomías. La democratización de la Iglesia 
y la intensificación de la «cultura politica» 
de los sacerdotes. 

A partir de esta fecha se multiplican los 
manifiestos y declaraciones. Los grupos cris- 
tianos de Tientsin, Nankin y otras ciudades 
ven cómo sus portavoces «autorizados» apo- 
yan la campaña en favor de la independen- 
cia y señalan sus progresos. Confiscan la 
sede del Comité Central Católico de Shan- 

hal. 

E La campaña concluye el 4 de septiembre 
de 1951 con la expulsión del internuncio An- 
tonio Riberi, «principal obstáculo a la con- 
snlidación de la iglesia nacional»... 

Seis años después, consolidado ya el cisma 
chino con la consiguiente comunistización 
de su «iglesia nacional», el Partido Comunis- 


PIO 1 


ta de la República Popular China difunde 
una instrucción del «bureau 106» de Pekín, 
cursada el 12 de febrero de 1957 a los co- 
munistas del extranjero, por la que «ordena 
que los militantes del partido penetren 
en el mismo interior de las iglesias —pro- 
testantes y especialmente católicas—, al ob- 
jeto de dividirlas desde su mismo interior. 
Deben infiltrarse en todos los sectores de 
la acción eclesiástica». 

Pío XII seguía al detalle tan satánica ma- 
niobra sin prestarse a la táctica de la mano 
tendida al comunismo. Con razón denun- 
ciaba con vehemencia «la situación espan- 
tosa existente allí donde el marxismo do- 
mina». Porque era conocedor al detalle del 
emplio alcance de la conjura, se estremecía 
por la existencia en la Iglesia de una sub- 
terránea corriente secretamente complacien- 
te, en la que descubrió las primeras debili- 
dades que le harán presentir las próximas 
traiciones. 4 su muerte, los católicos serán 
testigos de la campaña difamatoria que se 
ensañará contra el preclaro «Pastor Ange- 
licus». 


Pero antes de que le llegue la muerte, 
Pio XII tiene ocasión de constar cómo hay 
circunstancias en que son pocos los que 
pueden resistir la iniciativa maquiavélica 
de los comunistas, consistente en infiltrarse 
en el interior de la Iglesia para destruirla 
siguiendo los métodos recomendados por 
Pekín desde 1950. 


Obran en poder del Papa Pio XII una 
colección de documentos —¿cuál habrá sido 
su paradero después de su muerte?— terri- 
bles que son prueba de la metódica tentati- 
va de penetración marxista en la Iglesia y 
Gel insospechado alcance de «la corriente 
reformista» de ciertos sectores eclesiás- 
ticos... 


La decisión de poner fin, en 1953, al expe- 
rimento de los sacerdotes «obreros; sus 
orientaciones con respecto al apostolado 
obrerc y seglar; el mantenimiento en sus 
manos de los resortes más vitales del go- 
bierno de ¡2 Iglesia; su decisión de que los 
políticos católicos no giren hacia la iz- 
quierda; su firmeza ante las tentativas mi- 
noritarias de un mal entendido y desviado 
ecumenismo; su permanente e incansable 
magisterio doctrinal (ajeno y adverso a los 
falsos pretextos pastoralistas) en todas las 
materias y situaciones humanas, fueron cons- 
tante ocasión de manifestar su voluntad de 
no transigir y acabar con las veleidades con- 
testatarias, aún minoritarias, por aquellos 
años. 

Las personales y ostensibles pruebas de 
especial afecto que en el último quinquenio 
de su pontificado prodigó Pio XII a los car- 
denales Cttaviani y Siri, eran consideradas 
como indiceción de su voluntad de afirmar 
para después de su muerte la autoridad del 
magisterio romano, que algunos deseaban 
fuese más dernocrático en el siguiente pon- 
tificado. 


De aquel período son estas frases de 
Pio XII: «En frecuentes quejas se dice que 
durante los cuatro últimos siglos la Iglesia 
ha sido exclusivamente clerical por reac- 
ción contra la crisis que, en el siglo XVI, 
habia pretendido llegar a la abolición pura 
y simple de la jerarquía y de que es ya 
tiempo de ¿mpliar y ensanchar sus cuadros», 
con lo que demostraba estar muy alerta y 
dispuesto a llevar personalmente el timón de 
la Iglesia, sin «aperturas democráticas». 

Según el libro que Mgr. Georges Roche y 
Mr. Philipe Saint Germain han publicado en 
la editorial Robert Laffont, de París, titu- 
lado «Pio XII devant l'Histoire», rapidísi- 
rmamente agoulado o puesto fuera de circu- 
lación v venta, que he visto, pero no he po- 
dido obtener ningún ejemplar, el año 1954 
es testigo de un hecho que tendrá especia- 
lísimas consecuencia en la Historia de la 
Iglesia. Las páginas 435 a 440 del citado li- 
bro dan cuenta de él. Estando moribundo 
Pío XII, les manifestó a monseñor Tardini 


(Pasa a la página siguente.) » 


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El pueblo fiel y "EUCGARI 





STIA” 


Por Andrés OLIVARES 





A quienes venimos manteniendo la dura brega antiprogresista 
en defensa de la fe de nuestro vueblo, no hacia falta que ocurriese 
un episodio tan significativo como ei sucedido con el editorial za- 
razozano de «Eucaristia» para aiimarnos en nuestra firme con- 
vicción de que el sentido de la te heredado de nuestros mayores 
está vivo, activo y operante en primera línea contra la peste 
progresista que nos invade. 

Hace ya demasiado tiempo cue veniamos observando en los 
atrios de determinadas iglesias, la presencia de carteles que, to- 
mando como pretexto diversos problemas —reales o supuestos—, 
ofrecian unas interpretaciones de sus causas y efectos más diri- 
gidos a excitar los ánimos que a proponer soluciones evangélicas. 

Después de determinadas averiguaciones pudimos comprobar 
qu2 todos ellos procedian de una editorial zaragozana denominada 
«Eucaristía» que envía simultáneamente a sus suscriptores unos 
guiones homilíticos para cada festividad. Una simple suscripción 
nos permitió disponer de dichos guiunes y, por desgracia, confirmar 
nuestros temores: nos encontramos ante un verdadero destilado 
de hiel capaz de amargar los más puros ideales cristianos. 

Según los autores de estos «guicnes», la Virgen es «un simbolo 
nacional utilizado para sacralizar ur. orden envejecido», el camino 
que debemos seguir es «el análisis crítico y la cultura popular 
liberadora»; nos enteramos tambien de que «la manipulación del 
hombre conduce a la manipulación de Dios». Tenemos que estar 
atentos «por si Dios suscita un profeta en lugares insólitos», 
mientras se nos descubre que «la Sagrada Familia ha sido inven- 
tada a espaldas ael Evangelio». Los padres «tienen que educarse 
ellos mismos», y, entre tanto, se debe «institucionalizar la oposición 
dentro de la Iglesia». Por si hubiera dudas, estos señores editores 
de «Eucaristía» nos descubren ue «cumplir los deberes profesio- 
nales significa cumplir con los intereses de los superiores», y por 
ello «la glorificación y santificación del trabajo debe ser desen- 
mascarada como una ideología al servicio de la dominación de unos 
sobre la vida de muchos». 

Podriamos alargar indefinidamerte esta retahila de vaciedades 
y sandeces propinadas semanalmente por estos muevos «pastora- 
listas». 

Pero he aquí que una noticia de agencia nos hace saber que ha 
debido constituir una sorpresa vara estos manipuladores de la Íe, 
pero no para quienes bien conocemos jos quilates del fiel pueblo 
español. Según la escueta referencia de prensa han llegado al Arzo- 
bispado de Zaragoza muchos cienios de cartas protestando por 
el contenido de «Eucaristía», cue extrañamente venía siendo avalada 
por una regular licencia eclesiástica. 

Hasta aqui todo es absolutamente normal, pues a pesar de los 
esfuerzos de los mentalizadores progresistas oO acaso gracias a 
ellos, el pueblo fiel mantiene una aguca conciencia de Iglesia y 


sabe muy bien dónde le aprieta el zapato. Una cosa es que calle 
y soporte en silencio, por respeto a sí mismo y a su Iglesia, tanto 
desafuero, y otra muy distinta que comparta ni por asomo la 
politización de ciertos clérigos expresada además en una ridícula 
jerga que ni ellos mismos entienden, pues nace exclusivamente de 
lecturas mal digeridas y peor elzgidas. 

Que en determinados momentos, y cuando el mal se extienda a 
zonas menos contaminadas, haya una espontánea reacción en el 
seno de los fieles a nadie puede sorprender, sino a los clérigos 
progresistas, que son los que menos cerca están del pueblo fiel, 
pues sus preocupaciones van por otros caminos. ¿Cómo van a 
comprender al sencillo creyente estos clérigos que gozan de pin- 
gúes ingresos, copan los puestos eclesiásticos mejor remunerados 
y están bien introducidos en revistas. periódicos, editoriales, etc.? 

Así, pues, las cartas de protesta contra «Eucaristía» a nadie pue- 
den causar asombro. Lo asombroso es que no se hayan producido 
antes y que nadie autorizado haya intervenido más a tiempo. 

Lo verdaderamente bochornoso ha sido la carta-circular que los 
beneficiarios del negocio de «Eucaristia» han tenido el valor de 
dirigir a sus suscriptores en demanda de cartas de apoyo escritas 
«con toda sinceridad» al arzobispo a quien, según el señor José 
Belda, «el número parece que le afecta mucho». 

Es muy curioso y significativo que precisamente quien inicia la 
carta quejándose de la existencia de una «campaña», sin alegar 
ninguna prueba de ello envie la misiva en cuestión precisamente 
para montar una campaña en favor de su negocio. Estamos, una 
vez más, ante la clásica mentalidad progresista incapaz de compren- 
der que existan quienes no utilizamos sus conocidos medios de pre- 
sión e incapaces de renunciar a sus clásicos métodos de agitación 
fundamentados en los pliegos de firmas, cartas orquestadas, noti: 
cias tendenciosas, etc. Lo llevan en la sangre y no pueden renun- 
ciar a ello. 

No contentos con esto, cuando se han visto descubiertos y re- 
tratados sus métodos gracias a una noticia de agencia, en lugar de 
acogerse al disimulo del silencio har optado por negar la evidencia 
y desmentir lo archiprovado: que ante un movimiento de protesta 
contra «Eucaristía» los mentores de la publicación han montado 
una campaña de cartas para hacer vacilar al arzobispo de Zara: 
goza en su decisión. La campaña del señor Belda tiene detalles tan 
burocráticos como pedir copia de las cartas para «tener constan- 
cia de los que habéis escrito. Ccmo ven ustedes, los editores 
de «Eucaristía» tratan a sus suscrintores como a disciplinada tropa. 
Por eso no entienden ni entenderán nunca que quienes a ella no 
pertenecemos mantengamos nuestra absoluta libertad para protes- 
tar y seguir protestando ante publicaciones como la que ellos 
editan. 

Madrid, 22 de de marzo de 1973. 








Málaga. (C1O.)—Con ocasión de la proximidad de la Semana 
Santa y el desfile de Pasos a que suele dar lugar, el obispo de 
Málaga ha advertido a sus diocesanos que conviene reflexionen 
sobre esto: 


— Que Ja Cofradia no es sólo para la Semana Santa, sino para 
todo el año. Para fomentar e incrementar la vida de piedad a lo 
largo de nuestra vida. 

— Que la organización de actos de la Cofradía debe contar con 
el beneplácito del señor obispo. 

— Las procesiones, que son actos religiosos, deben ser presidi- 
das por el clero y en lo demás no debe haber acepción de personas, 
si bien no hay que olvidar lo que dice el Concilio, tratando pre- 
cisamente de actos litúrgicos, que hay que exrceptuar los honores 
debidos a las autoridades civiles a tenor de las leyes litúrgicas. 

— Que las Cofradías deben rendir cuentas ante la Vicaría epis- 
copal todos los años, en el mes de enero. 

— Que deben tener sus estatutos adaptados al Concilio y ade- 
más debe crearse una comisión mixta, compuesta por dos miem- 
bros de las Cofradías, dos sacerdotes y un representante del Obis- 
pado para la puesta aj día de eso estatutos. 


CXDIN TRE ASTES 
Madrid. (CIO.)—Se comenta 21 que. mientras los nuevos obispos 


14, LAN PROCENONAS 1 LAN AUTORIDADES CON 


de Checoslovaquia pasan por el juramento de fidelidad al Estado 
comunista de su nación, sin menticnar otros juramentos de otros 
episcopados por el estilo, treinta y tantos profesores de religión 
en Vizcaya se han negado a enseñar religión mientras no se le 
dispense del juramento de fidelidad al Régimen. El caso ha mo- 
tivado gran disgusto entre los padres de los alumnos. 


DON MARCELO GONZALEZ, CARDENAL ARZOBISPO DE TOLE- 
DO, LO MAS REPRESENTATIVO DE LA IGLESIA ESPAÑOLA 


Madrid. (CIO.)—Lo dijo el Papa a la delegación española que 
fue a saludarle con el primado zon ocasión de haber ido a recibir 
el capelo. Sobre ello hubo muchos comentarios en la recepción que 
luego se celebró en la embajada española, a la que asistieron mu- 
chos cardenales, embajadores y obispos. Entre los cardenales no 
faltó el cardenal VILLOT. 

He aquí las palabras textuales el Pontífice, dichas al recibir a 
la delegación española: «En el cardenal arzobispo de Toledo, pri- 
mado de España, monseñor GONZ£LEZ MARTIN, vemos personl: 
ficada toda la historia pasada, presente y futura de la Iglesia en 
nuestra amadísima España, y 2s queremos señalar también que 
en este amado pastor tenéis lo más representativo de la Iglesia de 


vuestro país.» 


II aaa = y 


(Viene de la página anterior.) 


y a sor Pasqualina: «Esta mañana, mientras 
cia la misa, he visto a Nuestro Señor du- 
rante un corta instante, sólo un instante, 
pero lo he visto. Pensaba que el Señor me 
llamaba. Pero es al contrario... Mi hora no 
ha llegado aún.» ¿Qué luces, qué orden, qué 
consejo habia recibido del Señor? Sigue 
siendo un misterio. Pero los rasgos de su 
rontificaio «adquieren más firmeza si cabe. 

las cosas, llega a su poder un docu- 
mento transmitido a Roma aquel año 1954 


E MS AT o AAA 


por el arzobispo de Riga, cuyo informe le 
había afectado muy profundamente, pues le 
revelaba que una alta personalidad de la Se- 
cretaría de Estado, actuando en nombre del 
Papa sin que éste lo supiera, mantenia re: 
lación con ciertas importantes autoridades 
cemunistes. Pio XII gueda vivamente cons: 
ternado —y posiblemente muy afectado en 
su salud— por la noticia. Retira su Con- 
fianza a la «alta personalidad», prescindien- 
du de los servicios de dicho relevante cola- 
borador en la Secretaría de Estado. Tenien: 
do lugar seguidamente la práctica del pro: 


- al 


moveatur ut amoveatur, cuando debiera ha- 
berle mancaúo a su casa sin más para que 
resultara imposible el amoveatur ul pro- 
moveatur, con todas sus consecuencias años 
después. Quienes hayan seguido con normal 
interés las «iecisiones que durante su ponti- 
ficado tomó Pio XII adivinarán qué alta 
personalidad fue la despedida de la Secre: 
taria de Estado por tajante decisión pon- 
tificia, por mantener relación con ciertas 
autoridades comunistas. Lo que en la Iglesia 
ha venido gucediendo después de la muerte 
de Pio XII no puede sorprendernos. : 





LA PASTORAL DE OBISPOS DE CATALUÑA 


Aún cabrian, en lo religioso, otras glosas de 
esta pastoral «pluralista», hecha a partir de 
unos singulares borradores a los que sus 
eminencias reverendisimas añaden retoques 
y coletillas, de lo que resulta algún descon- 
cierto, y contradicciones, que no por eso la 
enderezan de sus más crasos errores. Cual 
un barco en la tormenta, arrebatado por las 
olas, ora zozobra a babor, ora a estribor, 
asi este esquile, 


«¡Pobre barquilla mía 
entre peñascos rota. !» 


Supongo que sus trozos los pegarán como 
un «symbolon», después que hayan comple- 
tado todas sus «experiencias». Por lo menos, 
los señores obispos no van a quejarse de 
que nosotírus no hayamos atendido a aqué- 
lia de sus recomendaciones: 

«A los responsables de la información del 
pueblo les pedimos que . las tensiones de 
la pluralidad intra-eclesial no las confundan 
simplemente con disputas de orden poli- 
tiCO.» 


Así lo hacemos. Nosotros..., confundirlas 
«simplemente», no las hemos confundido. 
No hemos cometido esta «simpleza» de la 
cue tan considerablemente querían apar- 
tarnos sus plurales reverencias, ni confun- 
dido con disputas de orden «simplemente» 
político lo que tras estas tensiones por 
ellos prornovidas se oculta, larvado: la he 
rejia modernista en su raíz. Por eso nueve 
glosas en torno a la «disputa» teológica; 
para la política bastará por hoy con lo que 
cueda de esta sola, aun advirtiendo que 
esta política, la de los obispos catalanes, 
rarte de la mismísima entraña de la here- 
jía. Certeramente la prevenía el Papa San 
Pío X cuando. al analizar el prototipo del 
modernisia como «reformador» (el apelati- 
vo debió de tremolarle irónicamente en la 
pluma al buen Papa) en una lista de las 
pretensiones características de este «refor- 
mador», en huena parte referibles a nues: 
tros actuales obispos de Cataluña, denun- 
cia esta: 


«Ellos vocean que el Régimen de la Igle- 
sia hay que reformarlo en' todos sus aspec- 
tos, sobre todo el disciplinar y dogmático. 
Por dentro y por fuera hay que conciliar- 
lo con la conciencia dicen ellos «moderna», 
que toda ella se inclina a la democraci...» 
(Pascendi.) 


Tal es lo que ha pretendido, según am- 
pliamente expusimos en los artículos pre- 
cedentes, le. pastoral «pluralista». Raro hu- 
biera sido, con semejante hecho en el que, 
inicialmente, ya no es la religión la que in- 
vede la pclítica, sino unos ceterminados 
«ismos» políticos los que invaden por den- 
tro la reugión y la arruinan, que desde es- 
la platafcrma, ya formada de presuntivas 
«democracias religiosas», esos obispos no in- 
tentaran transformar su mentida «religión» 
cn caballo de Troya, desde el cual a su vez 
aniquilaran los sanos principios de un Es- 
tado que no ha tenido su origen en las con- 
juras masónicas. De esto nos precavía tam- 
bién el santo Papa, cuando todavía del Mo- 
vimiento Nacional no habían sino apenas 
nacido ale:ncs de los protagonistas: 

«Pretenden que hay que variar la actua- 
ción del régimen eclesiástico en cuestión po: 
lílica y social, de modo que, mientras por 
un lado lu Iglesia se enajena del orden ci- 
vil. sin embargo se introduzca en él, imbu- 
yéndolo de su espíritu.» (Misma encíclica y 
lugar.) 

¡Tan claro se le aparecía a aquel Santo 
Padre el sofisma que, mientras quebranta 
la autoridad civil y hasta pretende hundir 
la catolicidad de las leyes, luego repta, Si- 
nuoso, queriendo infiltrar en el poder sus 
vagas y equivocas personalidades, so pre: 
texto de una «religión» que el mismo movi 
miento modernista destruye! ¿Que neos 
de pensar ¿hora ante las declaraciones de 


la Conferencia Episcopal Española, de la 
cual es cuxliticada promotora la autodeno- 
minada Conferencia Episcopal Tarraconen- 
se (sola para sí y con derecho a la otra) 
presumiendo con la amañada cifra de sus 
«votos» elterar las leyes fundamentales del 
Estado esnañol en su principio el más sa- 
grado, aquéi del que no se puede claudicar 
ni siquiera ante un Papa, el reconocimien- 
to sincero y verdadero de la religión de 
Cristo? ¿Que hay que pensar cuando estas 
mismas voces quieren negar su presencia 
en las Cortes y estamentos de la nación, 
luego en su pastoral catalanista insinúan: 
«la presertcia del cristia en el mon»... «la 
fe li exigeizx una presencia activa que tots 
hem de procurar que sigui cada dia mes 
possibilitada y ampla»...? 

¿Ahora con ésas? ¿Por un lado no quie- 
ren ni que el Estado se reconozca católico, 
ni formar parte en sus Cortes; por el otro 
reclaman una «presencia activa y amplia 
en nombra de la fe»? ¡Juegos malabares 
son ésos...! Parecen inconsecuentes y, sin 
embargo..., yo creo que precisamente en las 
inconsecuencias es donde hay que buscar 
muchas veces los indicios de las maquina- 
ciones ocultas. 

Veamos de ello un ejemplo. Nuestros se- 
ñores obispos, según es notorio, hace tiem- 
DO presentaron en Roma una renuncia a to- 
dos sus privilegios. A vueltas con los me- 
ves y los años, no sólo los han mantenido 
todos, sino que los han aumentado con uno 
nuevo, nunc1 jamás concebido por los Con- 
curdatos ni por ningún otro género histó- 
rico o político: el privilegio, en fuerza de 
las «circunstancias», de ser ellos la única 
«Cposición» organizada y libre.., el privile- 
gio y derecho de agrupar bajo sus Dande- 
ras a todo género de descontentos y sedi- 
ciosos, que actúan al margen de las leyes 
fundamentales sin que les pase nada. En 
tanto estos «-bispos —¿vamos a ignorarlo?— 
cobran y aceptan cobrar del Gobierno, los 
jefes de las otras oposiciones que no son 
lae suyas han de dormir algunas veces en 
la cárcel. A la larga, todos se irán con los 
primeros. ¡Bueno va: no creo que sea del 
todo intencionado! Debe de ser lo que dice 
la pastoral: «Eso responde ul desarrollo 
de la historia del hombre, siempre circuns- 
tenciado»... 

¿De qué sirve, ante esto, que la proclama 
entera de los obispos de Cataluña diga que 
esta «presencia activa» que reclaman es «pa- 
ra el reconor::mienta de la igualdad entre 
los hombres y de su derecho a la partici- 
pación en la vida social»? Los mismos obis- 
ros que quieren destruir con la ley la cato- 
licidad del Estado resulta que «en nombre 
de la fe» reciaman una «presencia activa» 
rara el «reconocimiento de la igualdad en- 
tre los hombres...» 

¿En nombre de la fe? Pero ¿acaso no 
hay creyentes y hasta, más Ciré yo, «co- 
frades» en las esferas públicas? Y, sin em- 
bargo, la tarea política, salvando los princi- 
pios cristianos, no es precisamente «en nom- 
bre de la fe» que hay que realizarla si de 
verdad queremos que la política, una sana 
poltica española, sea la obra ilusionada de 
muchos españoles que no son precisamen- 
te de «Acción Católica»... En nombre de la 
fe hay que predicar y practicar la verdade- 
ra religión, que algunas «pastorales» conti- 
nuamente nos escamotean y tergiversan. ¡A 
nadie hoy en día (salvo a capillas de sacris- 
tanes) se le ocurre pensar que la política 
haya que hacerla así, sin más, «en nombre 
de la fe»! 

Pero la «e» de que estos «obispos alar- 
cCean es una «te» que, según ellos, habría de 
principiar por un acto de pública aposta- 
sía. Una «fe» siempre, claro está, muy... 
«episcopai», en la «igualdad» de los hom- 
bres, una «fe» que «sólo se realiza con esta 
acción plural de los cristianos comprometi- 
dosn (sic) y cuya finalidad (véase el contras- 
te) consiste en «proclamar los derechos fun- 


GLOSA DECIA 
—- 


Por JAIME RUIZ VALLES 





damentales y denunciar sus conculcaciones 
con valentía y unidad de acción». 

¡Todo un programa!... Y más cuando lo 
subrayan pintorescamente con aquella ex- 
presión ce le «Gaudium et Spes»: «actúen 
con integridec y prudencia contra la injus- 
ticia y la opresión, contra el absolutismo y 
la intolerancia». 

Tal es su política. Una política no ya de 
ciudadanos, que también lo son los obispos, 
sinc de ckhispos que están por sobre los 
ciudadanos, que alegan como subterfugio la 
religión cn lo que dicen, siguiendo un ca- 
mino en que un Papa les condenó, y por lo 
tanto, desarrollan un juego poco claro. 

Contrástense algunos de sus pasos. El 
uno, por lindeza, lo es de la pastoral: 

«Hoy los hombres, en clima de creciente 
socialización, viven, reflerionan y resuelven 
sus problemas muy en conexión con los que 
se encuentrun en situaciones y conflictos 
semejantes o se inclinan a unas mismas op- 
ciones... El pluralismo se concretará en gru- 
pos más uv menos extensos de pensamiento 
y acción, centro de los cuales cada persona 
es influida e influye...» 

¡Los reinos de Taifas! O si más claro se 
entiende, vara estas alturas del siglo vein- 
te, el descubrimiento de la «lucha de cla- 
ses». Nosotros creíamos que un ideal supe- 
rior de justicia había de romper todas es- 
tas cerrazones; que la lucha por una Es- 
vaña grande, junto al pan de la justicia, 
habia de acabar con estas intestinas lu- 
chas... 

El pan, 12 lo olvidan nuestros reverendí- 
simos eclesiásticos, que en la «Hoja domi- 
nical» de Barcelona (4111-73) publican en 
primera vágina un editorial titulado «La li- 
bertad económica de la Iglesia». En él lee- 
mos el siguiente párrafo: 

«Un político catalán, FRANCISCO CAM- 
EO, propuso la idea hace cincuenta años 
de la formación de un capital con cuyos 
réditos se redimiera la libertad económica 
de la Iglesia.» Y sigue hablando de la «li- 
beración económica», que ahora en su men- 
te ya no es asunto de pagas, sino de capi- 
tales. ¿Dórde está el decantado «socialis- 
mo»? Es més, si nos fijamos en la perso- 
nalidad que ellos invocan, artífice del «po- 
sibilismo» «utonómico, fautor de un cata- 
lanismo que todos sabemos hacia qué ex- 
tremos habra de desbordarse, pregunta- 
mos: ¿de qué «esclavitud» quería Francis- 
co Cambó liberar a la Iglesia hace cincuen- 
ta años? ¿Ni quién más apto para hablar 
de «capitales» que el corifeo de la «Lliga ca- 
talanista»n? ¿Con tales presupuestos y vela- 
das intenciones van a hablarnos, a estas al- 
turas, los obispos sobre justicia social? 

Tercer paso: se trata de la economía del 
seminario: un seminario yermo de semina- 
ristas y desmantelado de doctrina. Habla el 
presidente de la asi intitulada: «Facultad 
teológica de Cataluña», jesuita padre Ribas, 
a quien como provincial hemos tenido que 
referirnos ctras veces: 

«Des d'un comensament es pensá en una 
Facultat de totes les forces de Catalunya...» 
(Y seguimos, aunque traduciendo.): «Se ha 
tratado de combinar las cosas para que, res- 
petando la cultura y la lengua de la región. 
no quede cislada ni cierre las puertas a 
vadie, y nor fin de la financiación... El Es- 
tado también tiene problemas... a pesar de 
estar bien convencido de que más que un 
gasto es una inversión y de las más renta- 
bles (221 '1)...». Luego habla de los millones. 
Por fin: «Este es el objetivo de la unifica- 
ción de fuerzas en la Facultad de teologia 
Ce Cataluña.» («Hoja diocesanan, 18-111-73.) 

¿Quién dijo «miedo»? En cuanto a las 
«Fuerzas de Cataluña», ¿«pluralismo» de 
qué ni para qué? La «unidad de Fuerzas de 
Cataluña» siguiendo los pasos de Francisco 
Cumbó, ia politica pluriepiscopal es capaz 
de hacérsela abonar y capitalizar aun por el 


mismísimo Estado, cuya catolicidad re: 
pudia. 






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Hay que discernir qué sacerdotes siguen el ejemplo de Cristo 


PA PAL Por Antonio PACIOS, M. S. C. 


LA BENDICION 


La bendición papai, implorada por la Asamblea sacerdotal reunida 
en Zaragoza, que como toda respuesta a su súplica no recibió más 
que el silencio absoiuto, ha dadúu mucho que hablar y bastante 
que escribir. Y hay muchos que tcuavia no acaban de entenderlo. 

Y, sin embargo. nada más fácil si se atiende a los signos de los 
tiempos, y nada tampoco más significativo de la situación hermosa 
que atravesamos. Y el resultado de contemplar a esa luz tal episo- 
dio nos muestra que Pablo VI fue movido a su silencio por el mis- 
mo Espíritu Santo y que por lo mismo tal silencio ha de aumentar 
nuestra devoción al Supremo Paster, nuestra fe de que es el mismo 
Espiritu divino quien le guía. 

Estamos de corazón con la Hermandad sacerdotal, aunque no 
pertenezcamos a ella ni nos consideremos dignos de integrarnos en 
ella. Y si por algo hubiéramos de criticarla, no seria por ¡o que 
hace, sino por lo que no hace, por su relativa ineficacia, poraue 
parece que ahora —lo mismo que cuando Jesús vivía entre los 
hombres— «los hijos de este mundo son más hábiles para sus 
cosas que los hijos de Dios para las suyas». Decimos esto para que 
nadie crea que nuestra certeza de que el silencio pontificio fue 
querido por Dios implica la :'nás minima desaprobación de la 
reunión de la Hermandad sacerdotal. 

«No es el discípulo más que el Maestro». Y al llegar la hora 
de la pasión, no sólo le fue negada le. bendición externa del Padre, 
sino cue, aun invocóndola desgarradoramente—« ¡Dios mio, Dios mío! 
¿Por qué me has abandonado?»—, recibió el silencio por respues- 
ta. Y el Padre lo ama y amaba entonces con amor infinito, pero 
convenia que su Hijo «se hiciera maldición por nosotros», para 
liberarnos a nosotros de la maldición. Y mal hubiera aparecido 
como «maldito», gusano y no hombre, y convertido en escoria de 
los hombres, si en su Pasión hubiera recibio de modo mani- 
fiesto la bendición de su Padre. Y, cosa curiosa, el Padre, que 
con amor infinito le niega ua El la bendición, parece prodigarla a 
quienes le condenan a muerte. Es el mismo Jesús quien nos lo 
efirma cuando dice a Pilatos: «No tendrias potestad alguna sobre 
Mí. si no te hubiese sido dada desde arriba», es decir, de parte de 
mi Padre. Y la reacción de Jesús ante esa negativa de bendición, 
cuando se prodiga a quienes le conaenan, es una entrega totalmen- 
te confiada en manos de su Padre: «Padre, en tus manos entrego 
mi espiritu.» Y a esa entrega sigue su glorificación —que en 
realidad ya empieza con los prodigios acaecidos en su muerte— y 
la liberación de los hombres por medio de la Iglesia que brota 
de su costado abierto como don de su Corazón divino. 

El que hoy el Papa nrodigue su bendición a comunistas, ateos, 
progresistas, modernistas herejes y autodemoledores de la [glesia, 
y la niegue a la Hermandad sacerdotal que se la implora, entra, 








pues, en los designios divinos. Es la señal verdaderamente nece- 
saria para discernir qué sacerdotes siguen el ejemplo de Cristo, 
participan de su pasión redentora, son otros Cristos, y qué hom- 
bres —sacerdotes o no— están enfrente a Cristo. 

Si estamos en la pasión de 'a Iglesia —que ha de copiar en si 
misma la pasión de Cristo, para que el Cuerpo se configure a su 
Cabeza—, el silencio del Papa cuando se ¿mplora su bendición es 
el sello de quienes se sacrifican con Cristo y copian su pasión. Sello 
que el mismo Jesús quiere, que quiere el Padre Eterno —«a los 
que decretó salvar determinó hacerlos conformes a la imagen de su 
Hijo»—, que quiere el Espiritu Santo Santificador. Y que quiere 
también el Papa, como Vicario de Cristo en la Tierra, que na de 
seguir su voluntad, por más que su corazón amante sangre de 
dolor al tener que guardar silencio ante el clamor de sus hijos, 
como hubo de sangrar el Corazón del Padre cuando respondió con 
el silencio al clamor de su Hijo crucificado. 


Y la reacción del sacerdote ha du ser la misma que la de Cristo. 
Como El respondió al silencio de su Padre con un abandono y en- 
trega total y llena de amor y confianza, así el sacerdote ha de en- 
tregarse con devoción y amor al Vicario de Cristo en la Tierra. 
Sólo entonces su pasión será fecuráa, como la de Jesús. 


_ De toda la vida de Jesús, lo más hermoso y fecundo es su Pa- 
sión y muerte, por ser donde más brilla y resplandece su amor a 
nosotros y su entrega a su Padr2. Y de toda la vida de la Iglesia, 
lo más bello y fecundo es la pasión de Ella, que nos ha tocado 
vivir, si en esa pasión supiéramos permanecer en el amor y la 
confianza, en medio de nuestro abatimiento. Y como Cristo salió 
glorioso de esa Pasión, y por esa pasión —«¿no sabiais que por 
todo esto habia de entrar el Hijo del Hombre en su gloria?»—, asi 
la Iglesia saldrá gloriosa, purificada y sin mancha de la pasión e 
irrisión presente, para someter a too el mundo al Reino universal 
de amor, de justicia y de paz, del Corazón de Cristo. 

Asi, la denegación de la bendición papal es signo de pasión 
de la Iglesia; pero también de su definitiva resurrección a la que 
camina mediante la pasión y del inminente establecimiento del 
Reino universal del Corazón de Cristo. 


Sacerdote que ve esto dará gracias a Dios, le bendecirá por 
haber movido al Papa a negarle su bendición y no se amargará en 
su corazón -—por mucho que le duela, que también le dolió a 
Cristo—. Y le será fácil verlo si contempla 2 Cristo Crucificado, su 
Modelo, y si se goza de no ser «más que su Maestro». Y entonces 
se sentirá confortado por la bendición de su Madre Celeste, que 
no le faltará, aún sensiblemente, como no le faltó a Jesús al pie 
de la Cruz. 





LUZ Y DOCTRINA DE LA IGLESIA 


Por Julio CAMPOS, Sch. P. 





(JOSE MARIA LLADO, «El Compremiso Temporal». Política para 
Católicos. Ediciones Cedro. Barcelona, 1972, 305 págs., 20 x 14 cm., 
200 ptas.) 


El tituio de este libro, sugestivv y atractivo, es una idea de 
por sí bastante vaga, aunque muy circulante y maniobrada hoy en 
todas las esferas eclesiásticas y ¡aicas, como efecto del potente im- 
pulso dado a esa noción y aplicavión por el Vaticano II. 

Mas en el fondo de ese título se esconde una doctrina y un pen- 
samiento que atañe con palabras inás explícitas al reinado social 
de Jesucristo, que es, en definitiva, lo que constituye el nervio del 
problema que se ventila en toda 2 sociedad contemporánea. Por 
eso, con acierto y orientación ha añadido el autor el subtítulo, 
«Política para los Católicos». 

El líbro está concebido para tode clase de ciudadanos católicos, 
conscientes y de buena voluntad, que sepan pensar y deseen acertar 
en el cumplimiento y conducta con respecto a sus deberes cris: 
tianos de ciudadanos. 

La ordenación y estructura del ccntenido está muy bien organi- 
zada, en cuanto se entrelazan dos ciementos, uno brevemente expo- 
Sitivo y Otro documental, en cada uno de sus temas y apartados; 
es decir, un resumen doctrinal szncillo de las ideas fundamentoles 
a que se refiere el tema, y otro elemento, que es el principal y es- 
pecilico de este libro, los fragmentos y citas textuales de documentos 
pontificios doctrinales que abarcan desde León XIII hasta Pablo VI, 
donde se recogen el pensamiento vy sentir y principios de la Iglesia 
sobre la cuestión y tema expuesto previamente. 

Para que el lector, interesado en instruirse y formarse a lo ca- 
tólico en estas cuestiones, tenga una idea del plan y contenido del 
libro, damos a continuación el Indice y Plan de la Obra; 


So IMERA PARTE: Concepción racional y cristlana del orden político 


El hombre y sus derechos na ÚS.- 
Libertad individual y CUA 
La Sociedad clvil. 
La Ley. 
ES 
o. Su estructu átIca. 

Las formas de OBIÉINON eS 
Deberes del Estado para con Dios. 

-1'0n€6s entre el Estado y la Iglesia. 


La Iglesia y la Comunidad 
Cristo Rey de la Sociedad. Internacional de Jos Estados. 


e Dj q SS 





La paz social condicionada a la ¡bre aceptación Jel Remo de Cristo 

SEGUNDA PARTE: La absurda concepción naturalista del orden político 
social. 

La oposición al ordenamiento cristiano de la sociedad. 

El Naturalismo. 

El hombre y sus derechos naturales. 

La libertad. 

La Sociedad. 

La Ley 

La Autoridad. 

El Estado. 

La Democracia. 

La Separación de la Iglesia y el Estado 

El Liberalismo. 

El Socialismo. 

Tolerancia y Progresismo Católico. 

No puede haber paz fuera del orden cristiano. 

Necesidad y esperanza de la aceptución del ordenamiento cristiano. 


No hay duda que el católico cuito y corriente encuentra en esta 
colección, ordenada por ideas y temas de !a doctrina pontificia re- 
lativa al orden social y político, un instrumento sumamente «upto y 
útil para formarse conciencia clara y firme de los principios rectos 
y cristianos que debe profesar en tal materia y de la conducta que 
debe seguir en público y en privado, sin titubeos y sin respetos 
humanos, innobles y cobardes. 

El autor presta con esta obra un servicio de profilaxis ideológica 
cristiana a los ciudadanos españoles, Dios Nuestro Señor se sirva 
acrecentar esta siembra de nobles y rectas ideas y que se traduzca 
en frutos de actuación política y social que contribuyan eficazmente 
en nuestra nación al reinado social de Jesucristo. 





AGOTADA EN CINCO DIAS LA PRIMERA EDICION DE 


LA CARTA COLECTIVA DEL 
EPISCOPADO ESPAÑOL 


(En este libro los obispos previenen sobre lo que habría de 
suceder treinta y cinco años después.) 
O: 150 PTAS.—Pedidos a CIO, S. A., EDITORIAL.— 
et del Generalísimo, 4 —MADRID-16. 



















OJEADAS... 


No se diga que el Movimiento Nacional. mediante la jus- 
ticia social que ha ido instituyendo y distribuyendo al tra- 
vés de sus Gobiernos, Sus Leyes de Trabajo y' Previsión, 
no ha adecentado, ennoblecido, enriquecido y asegurado en 
la clase trabajadora (a la que usted, Padre, llama «cxplo- 
tada y oprimida») un nivel «de vida cn ercciente prosperi- 
dad y un sistema de «igualdad de oportunidades». sin discri- 
minación de clases, para la cscalada de todos los valores hu- 
manos, intelectuales, profesicnales, científicos y técnicos, 
lo mismo en el hijo de un peón de albañil que en el mejor 
criado «hijo de papá»... ¡Es un desatino, Padre, que en sus 
conferencias y sus homilías, en su moderna catequesis evan- 
gélica, con un absoluto desprecio de la verdad, vaya incul- 
cando, en la conciencia «le los fieles, como si fuese la ver- 
dad de Cristo, esa horrenda mentira del socialismo! 

—¡Basta! —me rechazó el clérigo «progrér—. Es usted 
un mercenario del Régimen, un agente bien pagado del ca- 
pitalismo opresor... 

No pude contenerme: 

-Y usted, en el mundo, es un ignorante! ¡Un menteca- 
to! ¿Qué sabe usted del socialismo ni de España? ¿Querría 
saber lo que fue, antes de Pranco y «del Movimiento Nacio- 
nal. el socialismo? ¡Pues iome nota! 

El socialismo español se distinguió siempre por ser cual- 
quier cosa menos socialismo: fue monarquizante y dictato 
rial en los seis últimos o ¿nicpenúltimos años del reinado 
de Don Alfonso XIII. Largo Caballero, el después llamado 
«Lenin español», fue consejero de Estado con el Rey y miem- 
bro de la Asamblea Consultiva creada por el Dictador y 
Grande de España marqués de Estella. 

En aquel tiempo el socialismo, solidarizado con la Coro- 
na, con el Ejército, con !a Iglesia, con los enemigos de las 
libertades democráticas, acudió en ayuda de las institucio- 
nes tradicionales, burguesas, explotadoras, capitalistas, aris- 
tocráticas, que exaltaban y cnriquecían a los «líderes» del 
proletariado a cambio de que los «líderes» domasen a los 
obreros y a los campesinos de las Casas del Pueblo persua- 
diéndoles de que lo de menrs era ser libre, engordar al pa- 
trono. desencadenar huelgas, organizar «mítines» y ejercer 
la soberanía popular mediante los comicios electorales... 
Después, sí, se hicieron republicanos pero ¿para establecer 
una República humana social!, progresiva? No. Se hicieron 
republicanos para coadyuvar a establecer una República de 
engañifa, resultado de una conjura de las universales trai- 
ciones de todas las podridas fuerzas políticas del país. 

Largo Caballero, desgastado del trato con la Corona y 
con sus pretorios, cedió el maso a Indalecio Prieto. Este clio 
la mano al viejo ministro del Rey, a Alcalá Zamora, y apoyó 
al tránsfuga para que instaurase una República con Senado, 
con obispos, con plutócratas con Gnardia Civil, con mucha 
Guardia Civil. Las masas, naturalmente insumisas a un Ré- 
gimen que les había prometido «el oro y el moro» y seguía 
vpagándoles en calderilla y daisciplinándoles a latigazos, se re- 
belaron en Cataluña. Aragún, Extremadura y Andalucía. Y el 
socialismo español, con el t:ulante y los procedimientos que 
luego habrían de recriminar en el nazismo, procedió a en- 
carcelar, deportar, cañoncar, asesinar, a los trabajadores, a 
los «ciudadanos libres». Recordemos lo de l'igols, con sus 
extrañamientos de anarquistas y de sindicalistas ai Africa; 
lo de Casas Viejas, con sus veinte campesinos «agujereadas 
las harrigas»; lo de la taberna «de Cornelio, de Sevilla, donde 
con una batería artillera empiazada frente al tugurio trans: 
formado en fortín. que disparó a cero, se despedazó y disper 
só por el aire a una masa de trabajadores rebeldes al socia- 
lismo de los vividores con sus prebendas y sinecuras repu- 
blicanas. 

Vemos cómo ser socialista a la española es ser monárqui- 
co, ser dictatorial, ser republicano a lo pretoriano a a lo 
nazi. El socialismo al estilo español, es decir, al estilo que 
nos han hecho despreciar y aborrecer sus apóstoles muy 
bien retribuidos. consiste en valerse de todos los regímenes 
para participar en el Poder, y en que el Poder y todos los 
regímenes les valgan personalmente a los «líderes» para sus 
chantajes y trapicheos, aunque a las masas no les valgan 
sino para incrementar su riseria y su cxasperación Las 
masas que se aguanten. A las masas, si no se aguantan —Cs 
la tradición del socialismo hispano— se las aplasta y a otra 


cosa. : a 
¡Ah! Cuando la hora del Comunismo fue llegada. también 


el socialismo español fue comunista. Negrín se encargó de 
incorporar a los socialistas monárquicos, a los socialistas 
pretorianos del general Primo de Rivera, a los socialistas 
de Alcalá Zamora, a los sorialistas de la República episco- 
bal: de incorporar a todos esos socialismos, digo, al de la 
pretendida Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas 
Ibéricas. Y el socialismo csr, dúctil, serpeante, flexible, ca- 
maleónico, le ofrendó a Stalin toda la sangre de la juventud 
española y todo el oro que habían acumulado las generacio- 
nes para legarle a la nación un acomodo en lo porvenir. 
¡Padre! ¡Padre! —increpé—. ¿Es ése el socialismo que 
ina? 
a no! Tengo la evidencia que ese sacerdote no es so- 
cialista de ese socialismo, ni tampoco sacerdote como se 


abe ser, 
debe S EL VIGIA 




























VIA CRUCIS ECLESIAL 


Por JUAN-ANGEL OÑATE, Lectoral de Valencia: 


3 ESTACION: El Cirineo leva la Cruz de Jesús (Mt 27. 32; 
Mc. 15,217 LOASNZO 
Le cargaron con la Cruz en pos de Jesús (Lc 23, 26). 


O Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, 
CARGUE CON SU CRUZ Y SIGAME (Mt 16, 24). 


¡Y a veces no seguimos a Cristo N. 
sobre nuestros hombros, ni nada! 

Nos aburre su compañía. ¿A; cuántos eclesiásticos se ve en 
las iglesias haciendo el Vía Crucis? Eso... está ya «desfasado», 
lo mismo que los Ejercicios de piedad y virtudes cristianas. que 
a muchos les hace casi reir el zitarlo. 


0 A no pocos les parece una cruz el ser castos: E! seguirle en 
celibato (en virginidad), como prometieron. El imitar su vida: 
La imitación de Cristo es algo «desfasado». 


O ¡Angosta es la senda que conduce a la Vida (Mt 7, 14). 
_ El ser cristiano: el guardar los Mandamientos es cosa dura: 
AO hombres. Aunque sea para todos... NO, no es para 


O El verdadero cristiano y en especial aquel que quiera afec- 
tarse más en su santo servicio dirá a su Señor: «Yo no Os dejo 
por nada del mundo. Vuestra Cruz es para mí más dulce que to- 
dos los placeres yy diversiones mundanos. La quiere más que a 
cosa alguna creada. Si no veo la Cruz... aquello no me gusta. 
Y si no la veo en un escrito... n) me gusta; si no comienza por 
ella una conferencia, no me gusta, aunque se diga religiosa Si 
no la veo en cualquier colegio escuela, ete. 

—hospital, clínica... 

—cementerio... no me gustan. Me parece que allí no vive el 
Señor: laico. 


S. siquiera! ¡Y sin cruz 


O Y a usted ¿no le gusta lo ltico, lo secularizado, lo desacra- 
lizado? Pues está usted «desfasa-lo». 

Pues que lo esté delante de los hombres, con tal que esté en 
fase delante de Dios. A mí me gusta Cristo y Cristo crucificado, 
que para unos será escándalo y para otros estulticia; pero en rea- 
lidad es fuerza de Dios (omnivotente y Sabiduría de Dios (om: 
nisciente) (1 Cor 1, 23-24). / 


O Si no cargamos con la Cruz de Cristo, sino que se la carga- 
mos al hermano, entonces no somos Cirineos: somos los verdugos 
E Cristo. Y Cristo nos dirá con toda razón: «¡Tú me cargaste la 

Mruzt», 


O A algunos les dirá el Señor en aquel día: ¡Ven, bendito de 
mi Padre, que tú llevaste mi Cruz! 

Pero... ¿Cuándo llevé yo tu Cruz. Señor? 

Cuando sobrellevaste aquella: calumnia, enfermedad, injusti- 
cia (Mt 25, 34-40). Pero... ¡si mi dicha. era ir en pos de Vos. aun: 
o con la Cruz. Si era vugo suave y carga ligera! (Mt 

Triste sería que el Señor tuviese que decir a alguien: ¡Tú no 
llevaste mi Cruz! 

¿Cómo que no llevé tu Cruz? ¡Si todos los días me la ponía 
y no me la quitaba. Si todo el riundo la veía!... 

Pero no era mi Cruz. Era una cruz de relumbrón... 

No; no, Señor: que era de madera. 

¿Es que no puede haber, en lo que aparenta ser pobreza, ex- 
hibicionismo? 

¿Estaba crucificado para ti el mundo y tú para el mundo? 
(Gal 6, 14). 

O Antes del Concilio decían todos los días los sacerdotes al 
ponerse la casulla: «Señor, que dijiste: Mi yugo es suave y Mi 
carga ligera, haz que de tal modo Heve éste (el del sacerdocio) 
que consiga tu gracia», 

Hoy, después del Concilio, ya nu se dice. Y los sacerdotes nue- 
den olvidarse de que su yugo es suave y su carga ligera á 

e "Tampoco se dice aquella >ración: Ciñeme, Señor, con el cín- 
gulo de la pureza... para que permanezca en mí la virtud de la 
continencia y castidad. 

Y lo que no repetimos con frecuencia se nos puede olvidar 
Y es cosa que no nos debe extrañar. > 


LA ESPADA DE SAN PEDRO 
Por TEOFILO 


En sólidos cimientos 'evantada 

LA IGLESIA DE JESUS EL REDENTOR 
con EL PAPA, de PEDRO sucesor, 
no hay LEY FUNDAMENTAL mejor fundada. 


La «LEY FUNDAMENTAL» es LEY SOBRADA: 
y si hoy quiere imponerla algún «DOCTOR» 
otra vez, en defensa del SEÑOR, ) 
volverá PEDRO a desnudar su espada. 





mM 


Será inútil que muchos «COLEGIALES», 
muy colegiadamente o a porfía, 
la eleven con sus votos «COMUNALES». 


Que aunque obtenga de votos mayoría. 
y la aprueben con bombo y con timbales 
PABLO VI JAMAS LA APROBARIA  ” 















En la magnifica iglesia benedictina de Ottobeuren (Suabia) hay 
un cuadro donde Nuestro Señor Jesucristo aparece sentado a la 
mesa con diversos «reformadores». como si estuviera celebrando 
la Ultima Cena. Y cada uno de aquellos comensales tiene un letrero 
en la mano: 

Zwinglio: Esto signitica mi cuerpo. 

Calvino: Esto es la virtud de mi cuerpo. 

Lutero: Esto contiene mi cuerpo. 

El buen Jesús está mirando com una expresión de suave dolor, 
pero lleno de amor, el pan que tiene en las manos, y dice: 

—Hoc est corpus meum. Este es mi cuerpo (Mateo 26, 26). 

e O'Connell, el gran orador y defensor acérrimo de las liberta- 
des irlandesas (+ 1847), era, al mismo tiempo, un piadoso y fervoroso 
católico. Un dia, encontrándose con algunos protestantes, se burla- 
ron éstos de él, porque creía en la presencia real de Jesucristo en 
la Eucaristía y en los milagros de este gran misterio. Y el valiente 
católico respondió sin más: 

—Debierais conocer el Evangelio e iríais a una con Jesucristo. 
El lo dijo: y por eso yo creo. 

e ¿Qué más se puede responder a quien presente la Cuda? Je- 
sucristo, el Hijo de Dios lo ha dicho. El no puede engañarse ni 
engañarnos. Canta. pues, con la santa Iglesia: 


Adórote devotamente, oculta Deidad, / que bajo estas sagradas es- 
[pecies / 
te ocultas verdaderamente. / A ti mí corazón se somete totalmente / 
pues al contemplarte, / se siente desjallecer por completo. / 
La vista, el tacto. el custo, / son aqu: falaces; / 
sólo con el oido se llega / a tener fe segura. / 
Creo todo lo que ha dicho / el Hijo de Dios, / 
nada hay más verdadero / que esta palabra de la Verdad. 
(Del himno Adorote.) 


e Veia un padre misionero un dia y otro día a un recién conver- 
tido a la fe ante el tabernáculo, “ie rodillas. Y un dia le pregunto: 

—¿Qué dices tú a Jesús todo el tiempo? 

—Nada, padre; yo no he aprendido a leer en libros. 

—Pues ¿qué haces ahí durante horas? 

—Expongo mi alma al Sol, padre... 

Y Jesús, desde el sagrario, sonreia: «Te celebro, Padre, Señor 

del cielo y de la tierra, porque escondiste esto a los sabios y pru- 
dentes, y lo descubriste a los ¡)equeños. Bien. Padre, pues así te 
agradó sucediera» (Mateo 11, 25-25). 
e Cuando allá en el siglo x11 murió el principe de Brabante, he- 
redó el trono su hijo Godofredo, ei cual apenas contaba un año de 
edad. Y entonces los enemigos juzgaron llegada la hora de irrum- 
pir en aquel país. 

Pero los decididos súbditos juraron fidelidad a su pequeño prin- 
cipe; después cogieron la regia cura que se llevaron al campo de 
batalla y la colocaron en un árbol alto, a fin de que pudieran verla 
todos los soldados. 

El niño no hablaba todavía, no podía, cierto, Gar órdenes; pero 
a sus leales bastábales con mirarl), y la sola mirada les infundía 
valor y arrojo. Sentían ellos que o estaban solos. Y así vencieron 
y liberaron al país de manos del enemigo... 

O Jesús, en la divina Eucaristía, sin hablar, preside a los cris- 
tianos en los afanes y combates de lau vida. Y así le cantamos con 
la madre Iglesia: 


Al nacer dióse como compañero; / en la cena como alimento; 
al morir como redención; / y al reinar como premio. 
¡On victima de salvación, / que abres la puerta del cielo! 
Arrecian las guerras del enemigo: / danos fortaleza, concédenos 
[auxilio. 
(Del himno Verbum superum.) 


O Sucedió en tierras de Suiza. Bajaban a la sazón de sus cum- 
bres nevadas un nombre y una mujer; Jlevaban en medio de ellos 
a una nina vestida de blanco. Eran padre, madre e hija. 

Y cuando estaban ellos cerca dúe la iglesia parroquial, vieron 
una multitud de gente arrodillada. Las sagradas hostias que fueron 
sacrilegamente robadas habian parecido allí entre unas Zzarzas. 
Cuando llegaron, pues, cayeron tan:bién de rodillas nuestros de- 
votos viandantes. 

Y fue entonces cuando un viejo fervoroso propuso: 

—Tú, niña de alma blanca v velos blancos, vas a llevar este 
tesoro en tus blancas manos hasta la iglesia... 

Y empezó automáticamente y espentáneamente la procesión. Toda 
la gente rezaba emocionada y cantaba: 


Adoremos de hinojos tan augusto sacramento; 
y las ceremonias del Antiguo Testamento 
cedan el lugar al nuevo rito; 

supla la fe la incapacidud de nuestros sentidos. 


Alabanza, cantos de júbilo, gloria, honor, 
poder y acción de gracias 
demos al Padre y al Hijo; 
e igual homenaje tributemos, 
al que entrambos procede, 
el Espiritu Santo. Amén. 
(Del himno Tantum ergo.) 


O Al llegar al altar, el sacerdote, volviéndose a la niña, dijo: 
Ya que Dios ha sido llevado en tus manos, justo es que lo re- 
cibas en tu corazón. 
Y alí mismo hizo la primera comunión. 


¡Día de verdad grande el día de la primera comunión! ¿Quién 
no lo recuerda con honda emoción? 


II IA 


ESTE ES MI CUERPO 


Por JOSE MARIA PEREZ, Pbro. 


Conversaba Napoleón un día con sus compañeros de armas. Y 
uno decía que el día más feliz de su vida había sido el de la batalla 
de Marengo; otro decia que el de la batalla de Austerlitz, y éste 
el de la batalla de Jena, y aquél de la batalla de Wagram, y todos 
citaban uno de esos hombres de famosas batallas. 

Uno «e los presentes preguntó entonces a Napoleón: 

da vos, majestad, ¿cuál ha sido el dia más feliz de vuestra 
vida? 

Y Napoleón respondio: 

—El día más feliz de mi vida ha sido el día de mi primera co- 

munión. 
Oo Mira, quepasense amigo, en la sagrada comunión somos dos: 
Jesús y yo; fijate bien, Jesús y yo, no yo y Jesús. Que allí todo 
depende de quién es el primero y quién es el segundo; quién es el 
personaje principal y quién el secundario. 

No pocos comulgan de manera que yo sea el personaje principal, 
y Jesús sea el secundario. ¡Es la comunión de los tibios e indife- 
rentes, que luego se quejan de que no experimenten los saludables 
efectos de la comunión! 

Comulgar, en cambio, de manera que Jesús sea el primero y 
yo el segundo: ésta es la comunión de los fervorosos, de los que 
reciben las gracias y bendiciones dei Señor. 

¡Cuántas comuniones infructuosas por no saber matar mi yo 
y no pensar que allí no hay más que Jesús para unirse a £l de tal 
modo que pueda decir con el apóstol: «Vivo, mas ya no yo, es 
Cristo quien vive en mí» (Gálatas 2, 20). 

O ¿Qué no podrás si Cristo vive en ti? Lo refirió un celebre ci- 
rujano. He operado a millares de hombres, pero ninguna operación 
me ha producido tanta impresión como ¡a de un joven seminarista. 

Era una ciudad de provincia, en un crudo invierno; la inter- 
vención era urgente y yo no tenía cloroformo. El me dijo: «Concé: 
dame media hora de tiempo para confesarme y comulgar, y no 
necesito cloroformo.» Asi se hizo. 

Empezó la operación, y en todo el tiempo que duró, el paciente 
no tuvo el menor estremecimienio: solamente repitió, mientras yo 
cortaba en la carne viva: «¡Señor, dadme fuerza! ¡Señor, ayudad- 
me! Da robur, fer auxilium!» 

Y el médico terminaba diciendo: «Cada uno saca fucrzas de don- 

de puede; y yo creo que el paciente las sacó de la mejor fuente.» 
O ¡Este es mi cuerpo! «El pan de los ángeles se hace pan de los 
hombres; da el pan celestial fin a todas las antiguas figuras. ¡Oh, 
cosa admirable! Come al Señor el pobre, el siervo y el humilde. A 
ti, Dios uno y trino, te pedimos nos visites, así como nosotros te 
honramos. Guíanos por tus sendas al fin donde tendemos hasta la 
luz en que moras. Amén.» (Del himne Sacris sollemniis.) 

Y acabo. El general Fiabert, gobernador de la plaza de Sedán, 
encontró a un sacerdote que llevaba ocultamente el Viático a un 
enfermo. Y le dijo: «¿Podríais esperar media hora?» Y ante la res- 
puesta afirmativa, añadió: «Tened la bondad de volver a la iglesia 
de San Lorenzo.» 

IMespués de acompañarle a dicho templo se dirigió al cuartel y 
mandó formar la guarnición desde la iglesia a la casa del enfermo. 
Luego se unió a la comitiva que scompañaba el santo Viático, lle- 
vando un cirio en la mano... 

¿No honrarás tú siempre, en público y en privado, al Santísimo 
Sacramento? 

«¡Oh víctima de salvación, / que abres la puerta del cielo! / 
Arrecian las guerras del enemigo; / danos fortaleza, concédenos 
auxilio.» (Del himno Verbum supernum.) 


VIRUTAS 


«CRISTIANOS, A LAS FIERAS!»—.O poco menos, porque lo que 
se está haciendo, por ejemplo, con el obispo Gijsen en Holanda, y 
con alguno más por otros sitios, es eso, echar a la arena del mo- 
derno circo a unos obispos santos, victimas que, como en España 
el santo obispo Gúrpide y el admirable y santo obispo doctor Mor- 
cillo, pagan con su salud y, en definitiva, con su vida, la fidelidad 
a Cristo y a su Iglesia. Y no es esto lo que se debe hacer, no; no 
se debe arrojar entre herejes a un apóstol de Jesús para que lo 
defienda y lo confiese, no. Lo que procede es, ante todo, CONDE- 
NAR LA HEREJIA y apartar a los herejes y LUEGO situar en los 
puestos de gobierno y responsabilidad a aquellos que habrán de 
defender los intereses de Jesucristo y de la Iglesia a todo trance 
y a cualquier precio que, aún así, tal como nos hallamos, habrán 
de ser ellos héroes de santidad... Porque leo en «C. 1. O.» (17-TI11-73, 
número 117) algo sobre monseñor Gijsen: «EL LENTO MARTIRIO 
DE UN OBISPO», que parece extraiGo de uno de los campos de con- 
centración y martirio de los que tanto abundan hoy en los países 
defendidos por determinado sector de la Iglesia... ] 

«CON LA IGLESIA HEMOS TOPADO, SANCHKO»n.—Sl; con la Igle- 
sia, con la VERDADERA Y UNICA IGLESIA DE CRISTO; la que 
tiene la promesa de El: «LOS PODERES DEL INFIERNO NO PRE- 
VALECERAN.» Contra esa Iglesia «ha topado la OTRA», la que se 
llama a sí misma NUEVA, la que habiendo desgarrado y dilacerado 
la UNIDAD, ha formado una especie de secta que proclama a los 
cuatro vientos que «NO POSEE LA VERDAD y que la e BUS- 
CANDO...» Ese trozo desgajado de la verdad es el que ade O 
LA IGLESIA» que, inconmovible, permanece a 
sabiendo que POSEE LA VERDAD QUE HA DE R 


ETERNAMENTE. EL LDO. LUCIERNAGA 








1 e 


| 











































Z 





PORNOGRAFIA SOLAPADA 


Por Gonzalo Vidal, Pbro. 





Motiva estas líneas el trabajo que A. Roig ha publicado en sex- 
ta página de nuestro indesmentido ¿QUE PASA?, número 422, del 
24 de marzo de este año, denunciundo que en Francia ha estallado 
recientemente una intensa campaña, alentada por el progresismo 
clerical predominante, cn favor del Givorcio, del aborto y de una 
naciente «sexocracia» que asimila a le perfección la llamada moral 
de situación basada toda ella en principios de la masonería inter- 
nacional; principios que ahora n> especificamos, uno a uno, vor 
no ocupar demasiadas páginas le cste querido semanario. Sólo nos 
permitimos mencionar el que más me ha estremecido: «Hay que 
destruir en la mujer el sentimiento instintivo y egoísta del amor 
materno», «la mujer no es más que una perra, una hembra si quie- 
re hijos». Principios éstos que más c menos refinadamente y sola- 
padamente van desde la radio y ¡elevisión hasta revistas «serias» 
y «católicas» femeninas. Y asi, en casi toda la gama de publicidad, 
se propaga igualmente «el matrirnmonio a prueba», «las relaciones 
intimas prematrimoniales, intercanibhios de esposos y esposas» y 
«la revolución sexual de la juventua». 

Al terminar la lectura de tan enjundioso y razonado denuncian- 
te, la resumimos toda con sólo dos palabras, con las dos con 
que encabezamos esta nuestra también denuncia, todo «pornogra- 
fia solapada». 


Señores obispos; aucoridades todas de España, Francia está 
junto a nosotros, y de tiempo atrás sus sistemas políticos, sus 
cosíiumbres, sus modas, sus espectáculos y su Jiteratura, etc., co- 
rrosivas penetran fácilmente en nuestro país, en nuestros pueblos, 
consiguiendo que vastos sectores turísticos y nc turisticos se va- 
naglorien ya de «vida afrancesada» aupada desgraciadamente por 
prensa y ciertos programas de radio y televisión. 


Seamos sinceros; no intentamos. como la avestruz, apartar 
nuestros ojos de la hecatombe que nos amenaza. Ha llegado el 
momento de dar el grito de alavma, de luchar contra la epidemia 
pornográfica; de impedir su contagio; de arrancar la careta al pro- 
gresismo corrosivo que infiltrado en las sacristias, claustros y Cu- 
rias, intenta destruir nuestra moral con solapada pornografía. 

ace sólo unos días la prensa alicantina nos daba cuenta de 
que el Consejo local de una nuestras importantes ciudades se había 
pronunciado en serio contra la pornografía. La noticia, diluida en- 
tre otras, pudo pasar desapercibida para muchos lectores o no cau- 
sar el debido impacto en quienes la descubrieron. Y, sin embargo, 
tiene un singular relieve de importencia, mucho más en estos tiem- 
pos en que tantos silencios cobardes permiten se desarrolle un cli- 
ma que acabará por agostar las esperanzas de un mañana mejor. 


No me pongo trágico. No soy un pazguato que se asusta fácil- 
mente. Y conste que en cuestiones de moralidad pública es malo 
no asustarse y tenemos todos que acusarnos de haber perdido el 
miedo al clima de frivolidad en que se desarrolla, fomentado y fa- 





Y 





vorecido desde tantísimos ángulos de influencia. Lo cierto es que 
la conciencia de la sociedad con respecto a unas tolerancias que 
a desmesuradamente se ha idc quedando cada día más re- 
ajada. 

Ya sé que el tiempo en sus costumbres es generalmente irre- 
versible. Nadie pretende abogar por un retomo a la Edad Media 
cuando señala y puntualiza los atrevimientos de la contemporánea. 
Hay unos límites que el pudor no puede rebasar sin que se venga 
estrepitosamente abajo. No creo cue nadie esté dispuesto a acep- 
tar como irremediable la procacidac con que se desenvuelve, por 
ejemplo, la publicidad en todos sus medios, en tedos sus recursos. 
No cabe asi control alguno porque lz, televisión, el cine, las revis- 
tas invaden el hogar y aunque =n muchos casos a los mayores no 
nos pueda perturbar este desorden, nadie puede asegurarme que 
el daño que se está produciendo en la edad evolutiva del adoles- 
cente es de una evidencia aplastante. 

Escaparates, pantallas, primeras páginas impresas, «posters» a 
todo color son un campo que a pornografía va conquistando con 
efectividad. Silenciar, señores obispos, autoridades todas, esta si- 
tuación es traicionar la propia conciencia, ya no sólo como cris- 
tianos obligados a una moral estricta, sino como simples ciuda- 
danos ajenos a toda idea religiosa. Que no hay que confundir mo- 
ralidad pública con religiosidad. Aquélla está urgida por el sentido 
común de un pudor que también es público. 


La pornografía es una lava inmunda a la que hay cue poner 
inmediatas fronteras de contención. Aunque haya que renunciar a 
motivaciones publicitarias muy rer.tables. 


No sé por qué razones la pornografía es más fácil, mejor tole- 
rada y admitida en comarcas marinas; tal vez por estar abiertas 
por su influencia turística a corrientes que no llegan al interior. 
Y esto no es un tanto de progreso que se pueda apuntar, porque 
el sentido de moralidad del hombre no puede tener marcha atrás, 
como la del cangrejo. 


Tal vez estas líneas se pierdan en el alboroto producido ya con 
estrépito de conciencias perturbadas en quienes de la pornografía 
se valen y seguirán valiéndose nava sus fáciles reclamos. Pero aún 
con el temor de esta posible pérdid:, el eco, por pequeño, que la 
protesta levante, despertará sentimientcs dormidos, alertará con- 
ciencias y por lo menos se logrará ia medida de que los padres 
vigilen mejor la asistencia de los hijos a espectáculos, vigilen la 
televisión, vigilen las revistas que puedan caer en sus manos. 

Todo, menos confesar que hemos fracasado y que ya no hay 
nada que hacer, sino dejar que ¡a charca crezca y que en ella nos 
ahoguemos todos. 

Y que nadie diga que esto es proaucto de un mundo capitalista. 
Admito que el dinero favorece, pero no entraña necesariamente un 
uso perverso para dañar a la sociebad. 





y 


LA 


Me han hecho siempre mucha gracia ciertos libros que tratan 
del desarrollo y estimulo de la personalidad. Son libros triunfalis- 
tas y de infantil optimismo. Son libros que dan la impresión de 
haber sido escritos por algunos d+ esos moralistas absurdos y de 
mente obtusa que tanto abundan. 


En todos estos libros viene a decirse. más o menos, esto: «Si 
quieres alcanzar el éxito, si quieres brillar en la vida, o si deseas 
resultar simpático actúa así...». Actuar así significa actuar como 
ordena el ingenuo autor del libelo porque si no, según él, incurri- 
ríamos casi en herejía. En los libros estos todo tiene fácil solu- 
ción, y aseguran a los que sigan Sus dictados que cualquier com: 
plejidad de la mente desaparecera como por arte de magia. Para 
ellos los esquizofrénicos, los psicópatas endógenos y exógenos y 
los neurasténicos son unos vulgares cuentistas y no digamos nada 
de los acomplejados y recelosos aesconfiados de si mismo. Estos 
últimos son simples timadores que lo único que pretenden es vivir 
sin dar golpe bajo el pretexto de una imaginaria enfermedad. 


Y los autores de los libros para ei desarrollo de la personalidad 
se quedan tan tranquilos después de sus anatemas. Sería maravi- 
lloso que pudiesen desaparecer todos los vicios de la voluntad, 
por ejemplo, saltando de la cama siempre a la misma hora, o que 
la mente se despejase de complicaciones por la simple práctica 
del deporte, o que a pesar de no tener fe en nada trascendente por 
el simple hecho de resultar agradable al «mojigato» del vecino tu- 
viésemos que aprender chistes 0u2 maldita la gracia que nos ha: 
cen. Sí, todo conseguido asi de una forma tan sencilla sería mara- 


villoso, pero... "04 ; 

FE] pero está en el hombre. La valla se encuentra en el mismo 
ger humano que protesta pataleanco y dice: «¡Ya está bien, señor! 
Ey usted a tomar el pelo a otru! Yo no soy una marioneta que 

mueve, así como así, en la dirección que usted me señale. Mués- 
ge Mueve, causa seria para el cambio de conducta y si esa causa 
pe DS tal vez le seguiré. Pero mientras tanto lárguese, por 

a sus alegrías a Otra parte...; agradezco su bondad. pero 
favor, € otro sitio...». Porque es que ocurre que existe en el hu: 
Ino a propensión estúpida tanto a la alegría como a la triste- 





TRA BARRE 





Por Carlos ARAUZ 





za exagerada. Los autores de estus panfletos pseudohumanistas pa- 
rece que piensan: «Yo soy enormemente feliz y los otros misera- 
bles son unos desgraciados. ¡Pubrecillos!, voy a decirles que yo 
estoy muy contento y a enseñarlas cómo se puede llegar a ser tan 
dichoso como yo, porque ellos de qué lo van a saber». Y estos mo- 
ralistas, «poseedores exclusivos del secreto de la felicidad», mues- 
tran su limpia dentadura y sonrien, amplia y bonachonamente, pro- 
clamando su brillante seguridad a ciestro y siniestro. 

Y esa seguridad que proclaman es exclusivamente social; bri- 
llantez, fama, dinero, persuasión, simpatia, amor, oportunismo, 
etcétera..., O lo que es lo mismo olrecen una garantia de que me- 
diante la práctica de su catálogo «ds consejos un hombre será «li- 
áer». Por eso tal vez mejor sería que titulasen sus libros con una 
frase más gráfica, como podia ser «fábrica de lideres» y todos sa- 
briamos mejor a lo que ntenernos. Sabriamos que el estudio que 
hacen de la personalidad del hombre no es integro ni profundo, 
sino que se detiene en la epidermis de sus relaciones sociales, una 
importante faceta, pero no la única del animal humano que ade- 
más de social es individuo. Porque es que parece que sólo se vien- 
sa en la sociabilidad que lleva el triunfo y se olvida «la otra ba- 
rreran. Hay gente no apta para lo sociedad y que, sin embargo, 
tienen la cualidad de hombres, con sus sagrados problemas y sus 
espíritus sedientos de verdad, como ocurre con ciertos enfermos 
mentales. 

Pero dejando aparte a los enfermos, existe una zona, en toda 
persona, situada también en «la otrí barrera» y que escapa a la 
influencia de la comunidad; esta zuna es la que pertenece al indi- 
viduo y no a la sociedad. Desde esé esfera de la otra barrera es 
de donde surge lo más noble :iel hombre, cual es la facultad de 
decidir en hondura, es decir, de ejercitar su jibertad, de no vivir 
de vacío sino de contenido. Tras esñ barrera el hombre opta por 
Dios o por el diablo, por el silenc:o o por el tumulto, por el retraj- 
miento o por la comunicación, y a esa parte tan esencial de lo 
humano, gestadora de todo lo grande que existe en nuestro ser, se 
refieren poco la mayoría de los :nal llamados libros sobre la per- 
sonalidad, que ya, desde pequeños, sólo nos enseñaban a camina: 
como autómatas hacia el triunfo, atropellando. 


ni > 














A LA CAZA 
5] 


LA PROBABLE EDAD DE MARIA Y JOSE AL CASARSE 


A unos por devoción, a otros par curiosidad, intriga la edad en 
que se casaron los esposos miis excelsos de la humanidad. En 
esto, como en todo lo que tocan los hombres, ha penetrado la jma- 
ginación, de la cual, indudablemente, se apoderó el demonio des- 
pechado de ver que Dios hacia al hombre el delicadisimo y peli- 
erosisimo regalo del libre albedvio. Por una parte, la naturaleza 
caida y, por tanto, inclinada al mal, y por otra, las beatas, en el 
sentido vulgar, han contribuido a mostrarnos esa figura decrépita 
Gel Santo Patriarca, dando a Maria no un esposo, voluntariamente 
virgen, sino un esposo que, por senil, no pudiese ser otra cosa. 
La pareja joven más pura que los serafines, de pureza sólo infe- 
rior a la del mismo Dios, no la conciben las mentes pútridas, pero, 
afortunadamente, no lo son todas, y los investigadores sinceros, ne- 
gándose a hacer concesiones a la beatería, van esclareciendo este 
asunto. In verdad cuando es pulquérrima resulta difícil de acep- 
tar y la verdad del Cristianismo entra, muy paulatinamente, en 
los hombres. a 

No había ningún motivo para Gue José fuera viejo y, en cam- 
bio, existían muchos para que fuese joven. La raza israelita era y 
es muy precoz. A las jóvenes se las consideraba aptas al matri- 
monio desde los doce años en udclante, si bien no io contralan 
hasta los catorce como minimo y, generalmente, alrededor de los 
dieciséis. En cuanto a '0s mancebos, cumplidos los catorce podian 
casarse. aun cuando, corrientemente, lo hacían de dieciocho a vein- 
ticuatro. La raza, sana, vigorosa, iccunda y con la esperanza puesta 
en el Mesías, no admitía más dilaciones y eran rarisimos, por no 
decir desconocidos, los casamientus tardíos. La cuestión de la po- 
sición económica del futuro maridu, tan tenida en cuenta en nues- 
tro tiempos materialistas, se 1esolvia acomodando al nuevo ma- 
trimonio en la casa de los padres del esposo o, a faita de éstos, 
en la de un hermano mayor que ya la tuviera propia en la misma 
heredad. si la hubiera, o en el inismo oficio, compartían gastos e 
ingresos hasta que las circunstancia: les permitiesen la indepen. 
dencia. Más tarde veremos cómo se fueron desarrollando éstas en 
el caso concreto de María y Josi. 

El matrimonio se realizaba por decretos del Altísimo y El, que 
tan celosamente quiso guardar el secreto de la Encarnación de su 
Unigénito, durante largos años, ¿escogería a un anciano para lla- 
mar la atención de las gentes? Por una parte, todo tenía que pasar 
desapercibido entre los hombres; por otra, Dics no necesita echar 
mano de pazguatos ni de naturalezas exhaustas para obrar ese 
milasro estupendo: la llamada Suya y la respuesta del hombre ca- 
bal. que se le da íntegro. 

A estas consideraciones de orden espiritual se añaden otras de 
carácter utilitario, como el ganar el pan para tres personas, el aten- 
der a sus demás necesidades en la accidentada vida que se les pre- 
paraba: viaje a Belén, huida a I“gipto, etc. ¡La búsqueda en el 
Templo! ¡Cuántos comentarios de curiosos que vieran pasar a un 
ochentón tirando del borriquillo en el que montaba la Madre jo- 
vencisima, con el Niño en brazos! Porque en eso de la juventud 
de María estamos todos de acuerdo, hasta las beatas que quisieran 
hacer de Ella una niñita, no inocente, sino ignorante, de pasmada 








Por M. SEMPRUN GURREA 





e inconsciente maternidad. También en esto último pecan, pues si 
era Joven, no era niña entre las ¡mujeres de Israei y plenamente 
consciente; tendría la edad marcada por la Ley, la costumbre y el 
aesarrollo físico, pues aquel matrimonio, que Dios sólo conccía a 
iondo, debía de presentarse como uno más de los que se celebra- 
ban en aquellos lugares sin distinguirse por apariencias extrañas; 
asi es que podernos conjeturar sin temor a equivocarnos que la 
Virgen no tendría menos de catorce ni más de dieciocho años al 
casarse con José, cuya edad no sería menor de dieciocho ni ma- 
yor de veinticuatro. San Alberto Magno da como probable edad 
ce Maria veinticinco años, basándose en la teoría, por todos acep- 
tada, de que debía estar plenarnente desarrollada para que una 
boda prematura no fuera chocante. Tengamos en cuenta que Al- 
berto Magno perteneció a una raza lenta y tardía en su desarrollo, 
donde una niña sigue siéndolo a veces hasta muy pasados los vein- 
tidós. No habiendo vivido entre orientales es difícil creer en su 
precocidad. Sin embargo, el Santo no cree viejos, ni siquiera ma- 
duros, a ninguno de los dos esposcs. Año más, año menos, su opi- 
nión es que fueron jóvenes. 


JOSE, EL MAS AMADI DE LOS ESPOSOS 


El amor, como todo acto de la voluntad humana, puede ser más 
O menos períecto, más o menos meritorio. Para que el acto de la 
voluntad sea perfecto se requiere -a perfección en la persona que 
lo hace; si esa perfección es completa, como en el caso de la San- 
tisima Virgen, el acto resultará com:pletamente perfecto, cosa im- 
posible para las demás esposas, por mucho que amen a sus ma- 
ridos, pues en ellas las propias imperfecciones de egoísmos, sen: 
sualidades, etc. mermarán la “fuerzs y grandeza de su acto de 
amar. En cuanto al mérito que viene de Dios, El se complacerá 
más en otorgarlo a aquel cuya voluntad es más sincera, más po- 
tente en la entrega, más pura y más intensa y que está dispuesta 
a soportar por el ser amado los mayores sacrilicios; por lo cual 
el amor dedicado a José por Muría era de un mérito incalculable 
ante los ojos de Dios que, habiéndole elegido para esposo de Su 
E gozaba al ver la estima cn que se tenía a su objeto de 
elección. 


Capacitada, pues, como nadie eztaba María para amar y, por 
otra parte, dignisimo de amor era el esposo elegido. La clara luz 
perenne del alma de Maria lo comprendía y, como a esposo, le 
amaba con esa unión de dos futrzas inconmensurables: la poten- 
cialidad de Ella, la dignidad de Ei 


Por eso mismo tampoco José pudo evitar que la espada profe- 
tizada por Simeón desgarrase el corazón de su Esposa, por quien 
el Santo Patriarca hubiera dado hasta el últimc suspiro, pues si 
Ella le amaba con perfección por ser perfecta, él lo hacía con toda 
la fuerza de que era capaz y ésta capacidad debe medirse por la 
potencia y gracia que Dios le concedería para desempeñar su mi: 
sión especialísima de esposo y *¿mbién por la magnitud del agra- 
do que significaría para José el pcderse dedicar con toda su alma 
a amar a la más excelsa de las criaturas y a la más agraciada, hu- 
mana y divinamente, de las mujeres. (Continuará.) 





DICE El CARDENAL HEENÑAN, PRIMADO DE INGLATERRA 


«El Pensamiento Navarro» del 16 de marzo de 1973 publica el 
siguiente articulo, que copiamos literalmente: 

«En una conferencia dada por el cardenal Heenam en «British 
Council of Churches», entre rasgus de humorismo británico, el pri- 
mado de Inglaterra dijo: "La discusión se ha convertido en pana- 
cea universal para lo social, lo politico, lo industrial, lo educacio- 
nal y hasta lo religioso... Para algunos nada puede hacerse sin una 
discusión prolongada. Y la palabra clave está en lo prolongada. 
Pero la discusión es buena y hasta necesaria, lo mismo que la con- 
sulta, siempre que no maten la acción. Según una venerable costum- 
bre inglesa, cuando uno no quiere hacer nada nombra un comité. 
En el mundo eclesiástico ha surgido cada vez que uno se pone de 
acuerdo en que hay que hacer algo se crea un comité —que ahora 
de ordinario recibe el nombre le comisión— o bien se monta una 
conferencia. Y sucede que los miembros del clero, sobre todo los 
obispos, se pasan la mayor parte del tiempo en reuniones. Hay con- 
sejos parroquiales, de arciprestazgo, diocesanos, de administración, 
comisiones escolares, comisiones titúrgicas, ecuménicas, sacerdota- 
les, para la educación, los seminurios, la teología, el Jaicado, la 1li- 
turgia, la justicia, la paz, la acción social, la vida religiosa y las 
misiones extranjeras. Todas estas comisiones cuentan con un gran 
porcentaje de obispos y de sacerdotes. Y por no ser menos, la San- 
ta Sede convoca regularmente a lo: obispos de todos los conti- 
nentes para conferencias, comisiones y sínodos internacionales. 
Hablo de todo esto con un poco de humor, pero no me cabe la 
menor duda de que una gran parte de nuestro apostolado está a 
punto de quedar sofocado por el r.úmero, siempre creciente, de dis- 
ones y de coloquios a que se ven sometidos obispos y sacer- 

¿Qué será de la Iglesia del mañana? Espero que acaben tantas 
reuniones y conferencias. Creo sinceramente que esta manía ac- 
tual de palabras no agota únicamente las energías fisicas, sino 
que provoca una languidez de esvíritu que termina en el narcis's- 
mo y el abandono de la oración yersoral. Es cosa demasiado có- 
moda esa de que sacerdotes y religiosos se preocupen sólo de sí 
y se olviden de su deber capital: carse y sacrificarse. No es aven- 






un e IÓ al E Y 


turado opinar que muchos de sos que han abandonado el sacer- 
docio o la vida religiosa estarían todavía entre nosotros si no hu- 
biesen malgastado su celo en coioquios sin fin, Nadie de cuantos 
han tomado sobre si la cruz deberian dejarla caer. Entre los sacer- 
dotes dedicados al servicio de los pobres, de los enfermos, de los 
moribundos, de los viejos y de los jóvenes no debería haber nin- 
guno que sintiese la necesidad de preguntarse para qué sirve el 
sacerdocio. Los que han puesto mano en el arado para seguir a 
Cristo y miran luego hacia atrás, no son aptos para el reino de los 
cielos. En la Iglesia del mañana, los sacerdotes, cansados de tanto 
hablar, se dedicarán a trabajar.» (De «El Noticiero Universal».)—M. J. 


EL AMOR A DIOS Y AMOR AL PROJIMO 


(Santo Tomás: Suma Teológica) 





Comparando el amor a Dios con el amor al prójimo, no 
hay duda que es más meritorio el amor a Dios, pues por sl 
mismo merece premio; ... «si alguno me ama, será amado de 
mi Padre». s 

Si comparamos el amor a Dios en cuanto por E, se ama 
a Dios sólo, y el amor al prójimo en cuanto que éste es ama: 
do por amor de Dios, en este Senan ara al prójimo in- 
cluye y supone el amor a Dios y no al reves. a e 

Por lo Er, en este caso, comparamos el amor perjeclo a 
Dios, que es el que se extiende también a amar al aaa 

y Con el amor a Dios insuficiente e imperfecto, ya DIGO 
mos, mandado por Dios que el que le ama a El ame 
su hermano», 0 
En este sentido es preeminente el amor al prójimo. 


(S. Th., IF qu. 07 HALO) 


(Continuación) 

















—-—A ———A 


Pero ¿qué Clero es ese? 


Las recientes denuncias ”profé- 
ticas” en la diócesis de Navarra 


Por Carlos Etayo Elizondo 





El pasado día 4 de febrero un pequeño grupo de sacerdotes na- 
varros predicó una homilía de la que se deducia QUE TODO OR- 
DEN POLITICO QUE NO SEA EL RESULTADO DE LA ENTRO:- 
NIZACION DE LA VOLUNTAD DE LA MAYORIA CONSTITUYE 
UN ESTADO PERMANENTE DE VIOLENCIA. 


También venía a justificar la lucha armada contra dicho estado 
permanente de violencia, ya que el secuestro del señor Huarte —a 
punta de metralleta— era calificado de «tímida respuesta». ¿Cuál 
sería la adecuada? ¿El tiro en la nuca? Este carácter de la justi- 
ficación de una lucha armada, ya en curso en nuestra Patria, daba 
una extrema gravedad a la citada homilía. 


Por otra parte, para muchos navarros, la falsedad de lo que 
sostenía era evidente, ya que del Evangelio de ninguná manera 
se desprende deba gobernarse deificando la voluntad de la ma- 
yoría. 

Jesucristo no se pronunció sobre cuáles deberían ser las estruc- 
turas politicas de la sociedad, vino especialmente a prometer la 
Vida Eterna a aquellos que creyesen en El, lo amasen y se esfor- 
zaran en cumplir sus Mandamientos, y a anunciar la condenación 
eterna a aquellos que hicieran el mal y no se arrepintiesen. 

Sobre las estructuras sociales nada dijo y para solucionar los 
problemas de tejas abajo señaló el camino de despegar los ánimos 
de las riquezas y de transformar el ánimo de los hombres a través 
de cumplir sus Mandamientos; prometiéndoles que tendrían satis- 
fechas sus necesidades terrenales si buscaban primero el Reino de 
Dios y su Justicia. 

Todo muy contrario al espiritu de la homilía del día 4, que hasta 
pretendia determinar la clase de ¿os tribunales de justicia que de- 
ben emplearse en nuestra sociedad civil. 


Lógica es, pues, la nota de la hermandad sacerdotal de «San 
Francisco Javier», del 13 de febrero, que en nombre de 50 sacerdo- 
tes navarros denuncian al arzobispu la existencia en la diócesis de 
predicaciones al margen del Evangelio y pidiéndole aclare y corrija 
tan graves hechos. 

Otros muchos católicos navarras, conscientes de la gravedad y 
falsedad de la citada homilía, confiábamos en una enérgica condena 
de la misma por parte de nuestro arzobispo, si bien fuera acom- 
pañada de puntualizaciones que hicieran claro que la Iglesia no ha 
de identificarse con ningún Régimen y ha de conservar frente al 
Estado su libertad para reprobar, aconsejar, condenar, no como 
veladora de los principios de la democracia inorgánica, sino como 
de los del Evangelio. 

Pero pasaron los días y nada se escuchó en este sentido, hasta 
que en el día 4 de marzo la «Verdad», hoja diocesana, reprodujo 
la nota de la Hermandad de San Francisco Javier y otra firmada 
por doscientos sacerdotes, y que al referirse a la tristemente fa- 
mosa homilía del 4 de febrero decia: QUE LA HABIAN VISTO CON 
ENORME RESPETO POR ESTAR CONVENCIDOS DEL PROFUN- 
DO VALOR EVANGELICO QUE ENCIERRA... (¡?) 


Terminan su nota con el siguiente párrafo: «Por eso la denun- 
cia profética de los hechos y de la situación de violencia, que fue 
el tema de fondo de estas homilizs, ES UNA EXIGENCIA FUN- 
DAMIEENTAL DEL EVANGELIO QUE TODOS HACEMOS NUESTRA; 
NO PODEMOS NEGAR QUE POSTURAS CLARAS COMO ESTAS 
PRODUCEN DIVISIONES. PERO NO TODA DIVISION ES MALA. 
JESUCRISTO TAMBIEN DIVIDIO...» 

Apoyan, pues, a la desdichada homilía, ¡ANTE EL SILENCIO 
ABSOLUTO DE LA JERARQUIA! 

Pero no han sido las expuestas las únicas denuncias «proféti- 
cas» que ha habido estos días en la diócesis. Con motivo de la 
marcha masculina a Javier, varios miles de peregrinos recibieron 
un ejemplar de la revista «Ayuda a la Iglesia Necesitada», en el 
que su director, el padre Van Straaten, denuncia cientos de miles 
de asesinatos en Burundi —entre ellos, los de 18 sacerdotes—, así 
como el exterminio de las élites de la. católica Lituania y la depor- 
tación de cientos de miles de lituanos —¡en una población de tres 
millones de habitantes! —. Al habla”, en general, de la Iglesia de 
detrás del Telón de Acero y de sus verdugos comunistas, dice el 
citado padre: «... que aún en estos tiempos sombrios la Iglesia 
siga siendo la Santa Iglesia, agradable a Dios como esposa de Cris: 
to, A PESAR DE LA TRAICION DE TANTOS DE SUS HIJOS, se 
debe, sin duda, después de a Cristo. a los cristianos perseguidos 
tras el Telón de Acero. 

Los primeros cristianos sentían profunda veneración por los 
hermanos que padecen persecución por Cristo. Los mártires fueron 
los primeros en ser venerados coma santos. La Sagrada Eucaristía 
fue celebrada sobre sus tumbas, a fin de expresar ia comunión 
espiritual entre cristianos y mártires. 

«En nuestros días, apenas se encuentran huellas de esta comu- 
nión. Aunque desde hace cincuenta y cinco años (1) la Iglesia es 
víctima de una persecución más AMPLIA, REFINADA, CRUEL, PE- 
LIGROSA E INTENSA QUE NINGUNA OTRA PERSECUCION DEL 


PASADO. 








Aparecería como lógico que los 200 sacerdotes que, según su 
nota —publicada en los mismos dias—, consideran «UNA EXI- 
GENCIA FUNDAMENTAL DEL EVANGELIO LA DENUNCIA PRO- 
FETICA DE LAS SITUACIONES DE VIOLENCIA EN UN PAIS, 
hubieran colaborado entusiásticamente en la del padre Van Straaten. 
Pero no fue así: Como es públizo y notorio en Sangúesa, algunos 
de los firmantes de la nota se negaron a apoyarla en lo más 
mínimo y hasta trataron de evitar su distribución por razones de 
EVITAR DIVISIONES ENTRE LOS PEREGRINOS... ¡EN DOS 
DIAS SE HAN OLVIDADO DE LO QUE ACABABAN DE ESCRI- 
BIR!: «NO PODEMOS NEGAR QUE POSTURAS CLARAS COMO 
ESTAS PRODUCEN DIVISIONES, FERO NO TODA DIVISION ES 
MALA, JESUCRISTO TAMBIEN DIVIDIO...» 

Aunque parezca increible, estamos ante el siguiente hecho: Que 
algunos sacerdotes de nuestra diócesis consideran exigencias del 
Evangelio justificar las condenas y hasta veladas (¿ ?) invitaciones 
a la lucha armada en pro de un sistema político concreto —el de- 
mocrático que deifica la voluntad de la mayoría— y se niegan a 
colaborar y hasta tratan de evitr una denuncia contra persecucio- 
nes sangrientas de millones de catolicos por parte de los tiranos 
rojos, que no solamente pisotean los mismos derechos democrá- 
ticos que los curas «progresistas» ¿firman se desprenden del Evan- 
gelio, sino que predican masivamente el ateísmo y no hacen un 
secreto de su objetivo final: La destrucción absoluta de la Iglesia 
de Jesucristo... 

Y claro está, si cualquier anticomunista expone su Opinión de 
ser lícita una cruzada contra quienes sostienen principios califica- 
dos por varios Papas como «INTRINSECAMENTE PERVERSOS» 
y pisotean los derechos de millones de hermanos católicos, no fal- 
tan sacerdotes y hasta obispos «progresistas» que se rasgan las ves- 
tiduras y declaran que NINGUNA VIOLENCIA PUEDE JUSTIFI- 
CARSE A LA LUZ DEL EVANGELIO... 

¿Podrán extrañarse de que muchos creamos en su gran hipo- 
cresia? 

¿No témen estar cometiendo el pecado del Espiritu, QUE NUN- 
CA SE PERDONARA? 

¿No es lícito que sospechemos que algunos de ellos son comu- 
nistas infiltrados en el interior de la Iglesia? (2). 

Rogamos a nuestro arzobispo que hable claro y valientemente 
en pro de una clarificación a todas luces necesaria y que considere 
que es deber ineludible de los pastores de la Iglesia arrojar fuera 
de la misma el humo de Satanás, que según Su Santidad el Papa 
ha entrado en ella. Cada vez es más espeso y más fácil discernible. 


(D En 1917 comenzó la revolución rusa. 

(2) Signlflcativo es, a este respecto, el que el final de la tristemente 
famosa homilía del día 4 colncide con el de las octavillas repartidas por 
los comunistas aquellos dias en la Universidad de Navarra: En ambas se 
piden amnistía y supresión de los trinunales espectales de Justicla. 


Nota de la Asociación Sacerdotal 
“San Francisco Javier” 


«La Junta Directiva de la Asociación Sacerdotal de San 
Francisco Javier, de Navarra, en nombre de quinientos sacer- 
dotes navarros, condena y repudia enérgicamente la constan- 
te predicación al margen de la doctrina del Evangelio y Ma- 
gisterio de la Iglesia y de una manera especial la orientación 
y afirmaciones de la homilía del domingo, 4 de febrero, pre- 
dicada por algunos sacerdotes en varias parroquias de Dios 
con fines inconfesables, adeinás de los abiertos ataques contra 
las autoridades eclesiásticas y civiles, que siembran la confu- 
sión y ruina espiritual en el puebla de Dios. 

Esta Asociación Sacerdotal de Navarra pide a nuestro ar- 
zobispo y su obispo auxiliar, para bien de la Iglesia y tran- 
quilidad del pueblo de Dios, que con su autoridad aclaren tan 
lamentable situación poniendo remedio eficaz a estos males. 
Pamplona, 12 de febrero «le 1973.» 


— APP cree cts 


Los eclesiásticos profesores de Religión en centros ofi- 
ciales en Vizcaya, han dirigido una nota anunciando que 
cesan de dar clases porque «se les exige prestar juramento 
de fidelidad a los Principios Fundamentales del Régimen». 
"ara cobrar del Estado no hay inconvenientes; para serles fie- 
les, hay escrúpulos de conciencia. Tome nota nuestro embaja- 
dor cerca de la Santa Sede, como prueba irrefragable de adhe- 
sión clerical al tratar: en Roma sobre el nuevo acuerdo entre la 
«Iglesia y la Comunidad Civil». 











¿Por qué se desplaza la música sagrada de la Iglesia? 


[21 


nOS GRANDES MUSICOS.—La profunda religiosidaú de los 
músicos de los siglos xvI1t Y XVII y siguientes e incluso hasta nues- 
tros dias, unas veces a instancia cue altos dignatarios de la Iglesia 
y Otras por exaltación piadosa vocacional, les llevó a componer, 
con insuperables acentos, las más dulces, las más auditivas, sonoras 
y bellas notas musicales que a muestros oidos puedan agradar. 

Si en la arquitectura descuellan genios inmortales como criatu- 
ras dotadas por la Providencia de ccncepciones de estilo y fortaleza 
insuperables para estructurar sobre la tierra la Casa de Dios, no 
es menos cierto que también ha cuidado —con delicado amor— en 
dotar a los ritos sagrados, de un “companñamiento rítmico, fonético, 
de sublime acento celestial, y para ello solacémonos escuchando 
la música sagrada, en distintas solemnidades, creada por mentes 
portentosas como Juan Sebastián Bach, Luis van Beethoven (la 
famosa misa en re), Félix Mendelssonn, W. Amadeo Mozart, Franz 
von Liszt, Ricardo Wagner, Giacono Puccini, Antón Bruckner, Hila- 
rión Eslava, el maestro Victoria, entre otros muchos, en número 
considerable, incluyendo, incluso, al impetuoso José Verdi que no 
obstante los abatares politicos de sa ltalia de su tiempo y las zo- 
zobras que le propinaba su precaria situación económica, compuso, 
para Dios, la misa que lleva su nombre, llena —como era innato 
en él— de agudas y enérgicas ::0las, acentuadas aún más en el 
prefacio, como si deseasen traspasar las ornadas bóvedas del tem- 
plo, para llegar al cielo e invadir de gozo y alegría el santo Trono 
del Altísimo. 

Otro tanto habríamos de decir de Schuman, el amante de los 
sonetos. Entristecido por la incomprensión y desdeño de que era 
objeto su música, causándole una enajenación mental que le lle- 
varía al suicidio en el Rinin, es su €sjosa, llena de ternura y de amor 
conyugal, la que trata, en vano, de consolarle con aquellas memo- 
rables palabras: «Lo que los hombres rehúsan, tal vez los ángeles 
lo elijan allá en los cielos.» Es su música la que perdura, la que 
sin duda llega al cielo... 

INOLVIDABLE AÑORANZA.—Perz los que aprendimos el cate- 
cismo graduado del padre Ripalda sentimos inolvidable añoranza 
por la belleza poética y fonética fe ¡ia música en las misas, entre 





Por ANTONIO FERNANDEZ MARTINEZ 


otras, las llamadas de «Pio X» y de «Angelus» (desde los «kyriesn 
al «Tte missa est»); los himnos de adoración como «Pange Lingua», 
«Sacris Solemniis», «Tantum ergo», «O sacrum convivium»n, «Veni, 
Creator Spiritu», los solemnes «Tedeum» en acción de gracias y 
el «Magnificat», las secuencias excquiales «Dies irae, dies 1lla» y el 
tan escuchado «Miserere», de Beethoven, y «Requiem», de Mozart, 
sin echar en olvido las salutaciunes elevadas como plegarias en 
honor a la Madre de Dios en el oficio divino contenidas a través 
de sus «Horas canónicas», cantadas en visperas de grandes solem- 
nidades, con la musicalidad sublime de una fe que quiere —sin 
prisa alguna por abandonar el templo— transmitir su oración vi- 
brante y sonora, allá a la eterna mansión celestial. 

Mientras la Iglesia mantuvo la unidad de su lengua, el latín, 
los mejores genios del mundo en el campo de la música supieron 
adaptar su inspiración de artistas a tan rica y hermosa lengua, 
madre y progenitora de otras muchas lenguas, entre ellas la sonora 
lengua castellana, encontrando una música digna, expresiva, sen- 
sible, que supo llegar al alma y nos hablaba por sí sola de Dios, 
aun sin saberla traducir. 

Con honda tristeza tenemos que confesar el frio panorama que 
por doquier se respira en nuestros templos cuando de música sa- 
grada se habla en los momentos actuales. ¿Hasta cuándo el pueblo 
cristiano ha de soportar tan lamentable situación? 

El cristiano actual —sobre todo el que gusta del acompañamien- 
to musical— viene observando, sin salir de su inexplicable asom- 
bro, la ausencia musical, en la mayor parte de los ritos litúrgicos, 
incluso solemnes, sin hallar una zespuesta idónea que lo justifique, 
si se tiene en cuenta la prolífera «era musical» en que nos ha 
tocado vivir. ¿Que hay compositores, excelente músicos y buenos 
intérpretes en número y variedai jamás conocidos? Isa es una 
circunstancia que todos conocemos con consciente certeza. Pero... 
¿no es posible que de esa ingente cantera neo-musical haya, al 
menos, una o algunas inteligencias privilegiadas que, a imitación 
de sus inolvidables mayores, comnongan e interpreten música —no 
ensordecedora ni de incompatibles movimientos personales— clá- 
sica, solemne y bella a la liturgia en loor de Dios? 








Teilhard de Chordin - Renegado de la Fe cristiana 


[14] 

La misma actitud ante el temeroso más allá, la repite Teilhard 
en 1936, con la ocasión de la muerte del insigne Luis Vialletón. 
En tono realista, pregunta: «¿Qué pensará él ahora», y luego con- 
tinúa: 

«Temeroso misterio del más ailá. Y cómo prepararse mejor para 
él que sirviendo apasionadamente poz Dios y en Dios, a este Uni- 
verso que a unos después de otros, nos zbsorbe a todos en él» 
(L. Z. 112-7-11-1930). 

Reparemos en cómo €l traspone y profana la concepción cris- 
tiana de la muerte. Sin duda quiere ordenar su correspondencia 
porque su carta de 30-X1-52 a Clanuciin Cuenot, se sitúa en pleno evo- 
lucionismo. 

Ciertamente, cuanto más se piensa en ello, más dificil parece 
admitir que Teilhard haya podido epaciguar el temor fundamental 
subyacente a sus elucubraciones fantásticas y sacrilegas, las cuales 
él ha pretendido sustituir a la úniwversal Revelación cristiana. A 
parte de que, además, no le faltaron las advertencias de parte de 
la autoridad religiosa. 

En 1926: Prohibición de enseñar en el Instituto Católico de 
París. 

En 1947: Negación del «Imprimatur» a su libro «El fenómeno 
humano». 

En 1948: Prohibición de aceptar una cátedra en el Colegio de 
Francia. 

En 1949 (30-13): Nota de «L'Osservatore Romano», en Ja que se 
decía: «El padre Teilhard no es enunente en materia de Teología... 
Es un hecho que muchas de sus consideraciones de orden doctrinal 
han de quedar sujetas a graves )eservas, porque su sistema desde 
el punto de vista filosófico y teológico, no está exento de oscuri- 
dades y ambigieúades peligrosas. 

Pero cegado por un orgullo ¡juciferino, Teilhard quiere actuar 
como profeta, mide de alto en bajo a la Iglesia y se afianza en la 
apostasía, por eso dice en 1934: Hoy día, yo probablemente creo 
mejor que nunca en Dios; y ciertamente más que nunca en el mun- 
do. P. Philipp, pág. 167. ¿Mejor? 

El 2 de noviembre de 1947 declara a E. Mounier que la ciencia 
debe regir a la religión. 

«A las conclusiones de la ciencia (¿hipótesis?) deben respetarlas 
todas las ideas y dogmas de la religión: la Creación, la Encarna- 
ción, la Redención y la Salvación; más aún todas las pruebas de la 
existencia de Dios. T. obras, t. 9, pág. 293. 

A Máximo Gorce escribe en 1950: «Se trata de repensar a Dios... 
en términos de Cosmogénesis.» «Solamente de esta manera se sien- 
te él indisolublemente jigado a una corriente cristiana.» Es decir, 
que si la Iglesia no admitiese la evolución él dejaría de ser cristia- 
no. Grenet T. de Ch., «Un evolucionista cristiano», pág. 131. 

Pocos días antes de su muerte escribía a Maryse Choisy: «Yo 
me siento cada vez más preocupado (es decir, apasionadamente in- 
teresado) por la búsqueda de un Dios (no solamente cristiano, sino 
transcristiano), el cual ha llegado a ser necesario para las exigencias 
crecientes de nuestra adoración» (Psyché, 99-100). 





PROFANA LA CONCEPCION CATOLICA DE LA MUERTE 


Por Ramón VALBUENA, Pbro. 


Teilhard es lógico a veces, pero, por adhesión obstinada e irra- 
cional a su panteismo materialista sr lanza a negar toda diferencia 
sustancial de orden, entre lo natural y io sobrenatural, entre Dios 
y lo creado, entre lo material y el espíritu. 

Un hombre de ciencia, respetuoso con su campo de investiga- 
ción y con los derechos inalienables de la religión, rehúsa, como tal 
investigador, entrometerse en los nusterios de nuestra fe. En lugar 
de empeñarse en extrapolar arbitrariamente, prefiere confesar su 
incompetencia. Esta honradez le engrandece. 'Teilhard, en cambio, 
ha preferido a todo sus fantasías y cbsesiones de juventud. 








(Continuard.) 


OCURRENCIAS ror_srrr 


O Otra nueva clase de parados: los demonios que nada tienen que 
hacer en el mundo, pues los nuevos «signos» de los tiempos se 
lo dan todo hecho. A 

O Sólo hay un defecto del que ciertamente todos se van corril- 
giendo poco a poco: el defecto de juventud. e 

e Cuando después de haber expresado una verdad dogmáticamen- 
te indiscutible, me dice mi interlocutor que no está de acuerdo, 
estoy yo perfectamente de acuerdo en que ése no está de acuer- 
do por que no está cuerdo. 

e El amor todo lo vence. También el amor propio. ] 

O Pocos son los que siguen una vocación por el afán de servir: 
los más la siguen por el afán de vivir ganando más dinero, 
para vivir mejor, Es ésta la vocación general y «especifica» de 
cada quisque, que definió el doctor Epicuro cuando dijo: Hay 
que ganar lo imprescindible para gozar de una vida inejable. 

e El mundo desacralizado piensa que un cura o fraile es una per- 
sona que no sirve para otra cosa. Quiere decir que no es di, 
vir a otra cosa, y que si lo hace, ni es otra cosa, ni es fraile, n 
es cura. ; ' E 

e Comunidad de base: Lo que tienen de común quienes po 
ner cabeza, discurren con la base. ce 

O Antes que pedir un consejo a ciertos individuos, prefiero equi- 
Onis yO o A etarea tecrida ar 

O No hay que esforzarse mucho pura le IcOS z 

O No se puede ni se debe politizar lo dogmáticO ni dogmatlzar 
lo politico. LAS 

O Al que con frescura se excusa, Dios Con justicia AS caga 19 

O Un sacerdote, tanto si se salva como sl Se condena, sie 
en pos de sí muchas almas. 

e Quien no sea comprensivo no puede ser com 

O Suscribo lo que ha escrito PGARCIA: A 
gunas encuestas se me hace muy en cuesta... 





sivo. 
"E que dicen al- 





> LO QUE INTERESA Y APREMIA ES LA CON 


Por el P. Jesús ECHEVERRIA 





«Cristo murió por los pecados... para conducirnos a Dios», nos 
dice San Pedro; «Convertíos», nos conclama San Marcos; «Clama, no 
ceses, como trompeta levanta tu voz, y anuncia a mi pueblo sus 
crímenes y a la casa de Jacob sus pecados», nos dice Isaías en las 
lecturas del primer domingo de la Cuaresma y rezo del breviario. 
Estamos, pues, como nos muestran las lecturas, en tiempo de re- 
flexión y penitencia; penitencia, y no tanto en lo que dice con re- 
lación a la mortificación del cuerpo, que hoy está mitigada al má- 
ximo, cuanto en lo referente al alma. Sin la penitencia que signi- 
fique una verdadera conversión, sir ese arrepentimiento de los 
pecados, de poco o nada serviría cualquier maceración del cuerpo, 
como ya nos lo enseña la Sagrada Escritura, desde los tiempos de 
Isaías. Una vez convertidos o arrepentidos de los pecados, enton- 
ces sí; la mortificación de los seniidos, los sacrificios corporales, 
las penitencias son verdaderamente saludables y bienhechoras para 
mantener a raya las pasiones y no dejarse vencer por los vicios. 
Poca O casi ninguna aceptación tiene hoy la penitencia corporal; 
incluso se la desprecia por inútil, cuando no como sádica e inhu- 
mana. Sin embargo, ¿qué valen las apreciaciones de los hombres, 
ante la enseñanza y la vida de sacrificio y oración llevada por los 
santos? ¿Qué valen las apreciaciones de los hombres, cuando el 
mismo Cristo nos dice que el que quiera seguirlo debe tomar su 
cruz, y que el que quiera salvar su vida la perderá y el que la 
pierda por El la salvará? Pero y San Pablo, ¿no nos dice textual- 
mente: CASTIGO MI CUERPO Y LO REDUZCO A ESCLAVITUD, 
NO SEA QUE EN CUANTO PREDICO A LOS OTROS YO MISMO 
ME CONDENE? ¿Qué valen ante todo esto las apreciaciones de 
quien quiera que sea en contra de la mortificación y penitencia 
del cuerpo? Esto no obstante, y por incomprensible que parezca, 
la Iglesia ha disminuido enormemente las prácticas penitenciales 
sin que las haya desvirtuado, desde luego, tanto en relación a los 
fieles como a los mismos religiosos. Lo que jamás podrá dismi- 
nuir será la necesidad de la convarsión. 


Necesidad de la conversión; algo que hoy tampoco se compren- 
de ni se quiere comprender. Conversión; algo de lo que hoy casi 
ni se habla, a pesar de ver en las puertas de iglesias, colegios, etc., 
grandes O pequeños programas para toda suerte de personas en 
los que se convoca a ejercicios espirituales. En ellos habrá diálo- 
gos; cánticos, a veces no tan espirituales; músicas, no siempre las 
más aptas a inspirar el arrepentimiento; y, por supuesto, charlas 
o conferencias de los más diversos temas y en todos los más «ag- 
glornados» O puestos al dia; pero temas de conversión, temas de 
reflexión sobre el pecado, sobre loz novísimos: muerte, juicio, in- 
fierno y gloria, ni incluso sobre las virtudes que no sean sociales, 
¡QUE POCO Y QUE DIFICIL SERA EL OIRLOS! Sin embargo, 
si nos atenemos al pensamiento, letra y espíritu de la Cuaresma, 
según los textos con que hemos encabezado el presente artículo, si 
Cristo murió fue precisamente por los pecados; si Cristo murió 
fue para darnos una oportunidad: la de que nuestro arrepenti- 
miento Oo CONVERSION nos condujese a Dios. Todo lo demás es 
secundario. El pecado es el único mal; el bien por excelencia es la 
Gracia de Dios, que se pierde por aquél y se recupera por la con- 
versión. Con mucha razón, el primado de España, monseñor Mar- 
celo González Martín, recientemente y en su primera visita pasto- 
ral después de haber sido nombrado cardenal, dijo: «Cristo vino 
al mundo con una misión principal: la de liberarnos del pecado. 
Jesucristo no escogió como fin principal de su Evangelio curar 
enfermos o arreglar los asuntos inateriales de la tierra. Si ése hu- 
biera sido su fin principal nos hubiera engañado y hubiera sido 
injusto, porque dijo muchas veces que El había venido a salvar a 
todos y no curó a todos los entermos —RECORDEMOS los mu- 
chos enfermos que aguardaban junto a la piscina de Betzata y que 
sólo a uno curó Cristo— ni solucionó los problemas del mundo». 


Dos partes tiene la conversión: primera, evitar el pecado que 
se haya cometido o el que se sea tentado a cometer; segunda, ha- 
cer el bien que podamos y DEBÁMOS HACER. Y nos explicamos: 
es fácil, muy fácil hacer el bien; todos hacemos muchas, muchísi- 
mas cosas buenas; ¿todas las que podemos?; sin duda que no; 
¿todas las que debemos?; probablemente tampoco. Cristo, sin du- 
da, que hizo todas las cosas buenas que debia; pero también, sin 
duda, NO HIZO TODO LO BUENO QUE PODIA, aunque TODO LO 
HIZO BIEN y pasó por el mundo, como nos dice la Sagrada Es- 
critura, «haciendo el bien». Pero, ¿quién iría a negar que Cristo 
podría haber hecho muchas cosas buenas? ¿Por qué no las hizo? 
Si no aceptamos lo que dice San Agustín de que «tenemos que ale- 
grarnos, más... porque nuestro Señor y Salvador Jesucristo se hizo 
hombre de que hiciese cosas divinas entre los hombres; y de que 
«más saludable nos es lo que se hizo por los hombres que lo hizo 
entre los hombres y más es que SANASE LOS VICIOS DE LAS 
ALMAS QUE EL QUE SANASE LAS ENFERMEDADES DE LOS 
CUERPOS MORTALES», sólo nos quedaría responder con la Sa- 
grada Escritura: ¡Cuán incomprensibles son tus juicios, oh Señor! 
Por otra parte, si hasta el hombr3 más mentiroso dice más ver- 
dades que mentiras, según el dicho, paralelamente podemos decir 
que aun el hombre más malvado hace muchas, muchisimas cosas 
buenas. ¿Quedarían justificadas por eso sus maldades? Ciertamen- 
te que no. Las conclusiones que nodemos sacar de todo esto son: 
1, que si Cristo NO HIZO TOLO EL BIEN QUE PODIA —por 
los designios altísimos que fuesen—, aunque sí todo el bien que 
debía, no pretendamos obligar a nadie a hacer todo el bien que 
pueda, siempre que haga TODO EL BIEN QUE DEBA; 22, que si 
el hombre más malvado hace muchas cosas buenas, muchísimas 
más que malas, no pretendamos aisculpar nuestras malas obras O 
nuestros pecados, por muchas Obras buenas que hagamos. De don- 


de resulta que debemos evitar todo mal, aunque pudiésemos hacer 
todo el bien que quisiéramos. 


Lo difícil, pues, de la conversión no es sólo la parte positiva 
o hacer el bien que se pueda nm general, sino hacer el bien que 
se debe en particular; o por otra, evitar el pecado, QUE NUNCA 
SERA LICITO COMETER. Si evitamos el pecado, cumpliremos 
siempre nuestro deber, aunque no hagamos todo el bien que po- 
damos; evitando el pecado, no transgrediremos ningún manda- 
miento. Y es sobre todos ellos, y no sólo sobre alguno o algunos, 
que debemos hacer un serio examen de nuestra vida, si realmente 
queremos nuestra conversión. Veamos en qué debemos convertir- 
nos desgranando esa ley divina de los diez mandamientos al frente 
de los cuales van los tres que dicen relación no para con el pró- 
jimo, sino para con Dios. El primero, amar a Dios sobre todas 
las cosas. ¡Qué pocos se consideran obligados a convertirse en lo 
que respecta a este primer mandamiento! Y entre tanto, para 
muchos, muchísimos, Dios prácticamente ni existe siquiera. No 
sólo no le aman sobre todas las cosas, sino que ni siquiera aman 
a las demás criaturas que El, y tal vez que ni de El se acuerdan, y, 
por supuesto, la inmensa mayoría de las cosas están antes que El, 
y no pocas veces lo posponen a los mismos vicios y pecados. 
Dios está siendo no sólo pospuesto, sino hasta exluido de la vida 
en general de los hombres; si sólo lo dijésemos nosotros, poco 
valor tendrían nuestras afirmaciones, y no hay duda que otros 
como nosotros, y más que nosotros, podrían decir lo contrario, 
que el decir no cuesta mucho. Pero si lo decimos es porque vemos 
los hechos confirmados, una y muchas veces, por las alccuciones 
nada menos que del Santo Padre, y ya otro Santo Padre, otro 
Papa, no puede haber sobre la tierra simultáneamente a Pablo VI, 
que venga a decir lo contrario pera equilibrar la balanza. 


No es que vayamos a descubrir cosas ocultas; Pablo VI abier- 
tamente ha predicado la vivencia de este rechazo de Dios; lo ha 
dicho no en secreto o a pequeños grupos, sino precisamente en 
sus audiencias generales; no es, pues, nada demás que nosotros 
tratemos de divulgar, como ya lo han hecho otros medios de di- 
fusión, esta alarmante decadencia de la fe, no sólo entre los ca- 
tólicos, sino aun con relación a todos los hombres. Las dos úl- 
timas veces de que tenemos referencia sobre este particular son 
del 31 de enero y 21 de febrero de este año. Así se lamentaba en 
enero: «La audacia temeraria o inconsciente. con la que hoy se 
IMPONE LA NEGACION DE DIOS, termina por devolver a tal 
problema una urgencia ANGUSITIOSA. Dios está ausente, hemos 
dicho, de la vida moderna, PORQUE ESTA OLVIDADO, PORQUE 
ESTA EXCLUIDO.» Y si la vida moderna, que a boca llena se 
trata de divulgar e imponer dentro y fuera de la Iglesia, en semi- 
narios, conventos y colegios, todo lo invade, digamos si a Dios 
le puede quedar algo fuera del desierto y las altas montañas de 
nieves perpetuas. Y en febrero decía: «Vemos disminuir y en 
algunos cuadros sociológicos APAGARSE INCLUSO ei sentimiento 
religioso, oscurecerse la concepción fundamental del ser y de la 
vida en su referencia necesaria a Dios, CALLAR LA PLEGARIA, 
SUSTITUIRSE EL CULTO Y EL AMOR DE DIOS Y DE CRISTO 
POR LA INDIFERENCIA Y LA PROFANIDAD.» Si, pues, según 
el Santo Padre y no solamente según ¿QUE PASA?, hoy «SE IM- 
PONE LA NEGACION DE DIOS» en «LA VIDA MODERNA, POR- 
QUE ESTA OLVIDADO, PORQUE ESTA EXCLUIDO», porque está 
haciendo «APAGARSE INCLUSO EL SENTIMIENTO RELIGIOSO, 
CALLAR LA PLEGARIA, SUSTITUIRSE EL CULTO Y EL AMOR 
DE DIOS Y DE CRISTO POR AL INDIFERENCIA Y PRO: 
FANIDAD, ¿no existirá la rr1ecesidad de una verdadera CON- 
VERSION, a escala mundial incluso? Y si existe esa necesidad, 
¿no habrá una obligación mo meror, de proclamarla y vivirla? 
Pues lo que el Santo Padre nos advierte, ¿no es precisamente que 
se está viviendo todo ¡o contrario de lo que establece el primer 
mandamiento de la ley de Dios? 


Pero esto lo veremos más claro, si cabe, recordando más que 
el segundo mandamiento, que por ic que antecede ya casi no tiene 
vigencia, pues no vale 'a pena jurar por quien no se cree o se le 
ha relegado al último lugar, el tercero, que es una consecuencia 
lógica del primero: santificar las fiestas. Traeremos datos, testi- 
monios y estadísticas, no de nuestro semanario tan «desfasado» (2) 
COMO REAL Y AUTENTICO, sino de un otro bastante «AGGIOR- 
NADO», donde no pocas veces --honra sea hecha— también nos 
trae verdades, aunque no tenga en él cabida las palabras de mon- 
señor Guerra Campos y otros de otros obispos que también ponen 
los puntos sobre las ies; no faltan, sin embargo, las de terceros 
obispos no más obispos que los anteriores y que a veces emborro- 
nan en vez de aclarar. Felizmente —y por eso lo leemos— el Papa 
tiene en él también sus páginas. Perc esto queda para otro artícu- 
lo, Dios mediante. 





2." EDICION AMPLIADA DE 


"Hablar con Dios” 
ORACIONES DEL CRISTIANO 
POR JOAQUIN JIMENEZ, S. J. 

25 ptas. - 130 págs. Maldonado, 1 - MADRID<4 














EL AÑO DE LA REINA DE LA HISPANIDAD 








LA APARICION DE CUAUTITLAN 


Gr] 


CUARTA APARICIÓN. (Conclusión) (1). 


Al punto subió Juan Diego al cerrillo, y cuando llegó a la cum- 
bre se asombró mucho de que fiibieran brotado tantas variadas, 
exquisitas rosas de Castilla, antes del tiempo en que se dan, porque 
a la sazón se encrudecia el hielo; estaban muy fjragantes y llenas 
de rocio de la noche, que semejaban perlas preciosas. Luego em: 
pezó a cortarlas; las junto todes y las echó en su regazo. Bajo 
inmediatamente y trajo a la Señora del Cielo las diferentes rosas 
que fue a cortar; la que, así como las vio, las cogió con su mano 
y otra vez se las echó en su regazo, diciéndole: 

«Hijo mio el más pequeño, esta diversidad de rosas es la prueba 
y señal que llevarás al obispo. Le airás en mi nombre que vea en 
ella mi voluntad y que él tiene que cumplirla, 

Tú eres mi embajador, muy digno de confianza. 

Rigurosamente te ordeno que sólo delante del obispo desplie- 
gues tu manta y descubras lo que llevas. Contarás bien todo: dirás 
que te mandé subir a la cumbre del cerrillo que fueras a cortar 
flores, y todo lo que viste y adnuraste. para que puedas inducir 
al prelado a que dé su ayuda, von objeto de que se haga y erija 
el templo que he pedido.» 

Después que la Señora del Cielo le dio su consejo, se puso en 
camino por la calzada que viene derecho a Méjico: ya contento y 
seguro de salir bien. trayendo con mucho cuidado lo que portaba 
en su regazo, no fuera que algo se le sollara de las manos, y go- 
zándose en la fragancia de las variadas y hermosas fíores. 

Al llegar al palacio del obispo salieron a su encuentro el ma: 
yordomro y otros criados del prelado. Les rogó le dijeran que 
deseaba verle, pero ninguno de ellos quiso, haciendo como que 
no le cian, sea porque era muy temprano, sea porque ya le cono- 
cian, que sólo les molestaba, porque les era importuno, y, además, 
ya les habian informado sus compañeros que le perdieron de vista 
cuando habían ido en su seguimiento. Largo rato estuvo esperando. 
Ya que vieron que hacia mucho que estaba allí, de pie, cabizbajo, 
sin hacer nada, por si acaso era liamado, y que al parecer traia 
algo que portaba en su regazo, se acercaron a él para ver lo 
que traia y satisfacerse. 


Viendo Juan Diego que no les godía ocultar lo que traía y que 
por eso le habian de molestar, empujar o aporrear, descubrió un 
poco, que eran flores, y al ver que todas eran diferentes rosas de 
Castilla. y que no era entonces e: tiempo en que se daban, se 
asombraron muchisimo de ello, lo mismo de que estuvieran muy 
frescas, tan abiertas, tan fragantes y tan preciosas. Quisieron coger 
y sacarle algunas, pero no tuvieron suerte las tres veces que se atre- 
vieron a tomarlas: no tuvieron suerte, porque cuando iban a co- 
gerlas, ya no veian verdaderas flores, sino que les parecian pintadas 
o cosidas en la manta. 


Fueron luego a decir al obispo lo que habían visto y que preten- 
día verle el indito que tantas veces había venido, el cual hacia mu- 
cho que por eso aguardaba, queriendo verle. Cayó, al oirlo el señor 
obispo. en la cuenta de que aquello era la prueba para que se 
certificara y cumpliera lo que solicitaba el indito. En seguida 
mandó que entrara a verle. 


_ Luego que entró se humilló detante de él, así como antes lo 
hiciera, y contó de nuevo todo lo que había visto y admirado, y 
también su mensaje. Dijo: 


«Señor, hice lo que ¡me ordenaste, que fuera a decir a mi Ama, 
la Señora del Cielo, Santa Maria, preciosa Madre de Dios, que pe- 
días una señal para poder creerm2 que le has de hacer el templo 
donde ella te pide que lo erijas; y además le dije que yo te había 
dado mi palabra de traerte algura señal y prueba, que me en- 
targaste, de su voluntad. Condescendió a tu recado y acogió benig- 
namente lc que pides, alguna señal y prueba para que s+ cumpla 
su voluntad. Hoy muy temprano me mandó que otra vez viniera a 
verte; le pedí la señal para que me creyeras, según me había 
dicho que me la daría; y al punto lu cumplió: me despachó a la 
cumbre del cerriillo, donde antes yo la viera, a que fuese a cortar 
varias rosas de Castilla. Después que fui a cortarlas, las traje abajo; 
las cogió con su mano y de nuevo las echó en mi regazo para 
que te las trajera y a ti en persona te las diera. Aunque yo sabia 
bien que la cumbre del cerrillo no es lugar en que se den flores, 
porque sólo hay muchos riscos, wbrojos, espinos, nopales y mez- 
quites no por eso dudé; cuando fui llegando a la cumbre del ce- 
rrillo miré que estaba en el paraiso, donde había juntas todas las 
varias y exquisitas rosas de Castilla, brillantes de rocío, que luego 
fui a cortar. 

Ella me dijo por qué te las había de entregar, y así lo hago, para 
que en ellas veas la señal que pides y cumplas su voluntad, y tam- 
bién para que aparezca la verdad de mi palabra y de mi mensaje. 
Helas aquí, recíbelas.» 

Desenvolvió luego su blanca manta, pues tenia en.su regazo las 
flores, y asi que se esparcieron por el suelo todas las diferentes 
rosas de Castilla, se dibujó en elía y apareció de repente la pre- 
ciosa imagen de la siempre Virgen Santa María, Madre de Dios, de 
la manera que está y se guarda hoy en su templo del Tepeyácac, 
que se nombra Guadalupe. / 

fuego que la vio el señor obispo, él y todos los que allí estaban 
se arrodillaron, mucho la admiruron, se levantaron, se entristecie- 
ron y acongojaron, mostrando que lo contemplaron con el corazón 
y el pensamiento, 


Por Rafael Gil Serrano, Director Central de la H. de Campeadores Hispánicos 


El señor obispo, con lágrimas «ae tristeza, oró y pidio perdón 
de no haber puesto en obra su voluntad y su mandato. Cuando se 
puso en pie, desató del cuello de Juan Diego, del que estaba atada, 
la manta en que se dibujó y upareció la Señora del Cielo. Luega la 
llevó y fue a ponerla en su oratorio. Un día más permaneció Juan 
Diego en la casa del obispo, que aún le detuvo. Al día siguiente 
le dijo: 

«¡Ea! A mostrar dónde es voluntad de la Señora del Cielo que 
le erija un templo.» 

Inmediatamente se convidó a todos para hacerlo. 

No bien Juan Diego señaló dórnd» había mandado la Señora del 
Cielo que se levantara su templo, pidió licencia para irse. Queria 
ahora ir a su casa a ver a su tío Juan Bernardino, el cual estaba 
muy grave cuando le dejó y vino a Tlatilolco a llamar un sacerdo- 
te que fuera a confesarle y disponerile, y le dijo la Señora del Cielo 
que ya habia sanado. Pero no le dejaron ir solo, sino que le acom- 
pañaron a su casa. 

Al llegar vieron a su tio que estaba muy contento y que nada 
le dolia. Se asombró mucho de qu- llegara acompañado y muy hon- 
rado su sobrino, a quien preguntó la causa de que asi lo hicieran 
y que le honraran mucho. Le respondió su sobrino que, cuando 
partió a llamar el sacerdote que le confesara y dispusiera, se le 
apareció en el Tepeyacac la Señora del Cielo, la que diciéndole que 
no se afligiera, que ya su tio estaba bueno, con que mucho se 
consoló, le despachó a Méjico, a ver al señor obispo para que le 
edificaran una casa en el Tepeyácac. 

MANIFESTO SU TIO SER CIERTO QUE ENTONCES LE SANO 
Y QUE LA VIO DEL MISMO MODO EN QUE SE APARECIO A SU 
SOBRINO; SABIENDO POR ELJA QUE LE HABIA ENVIADO A 
MEJICO A VER AL OBISPO. TAMBIEN ENTONCES LE DIJO LA 
SEÑORA QUE, CUANDO EL FUERA A VER AL OBISPO, LE RE- 
VELARA LO QUE VIO Y DE QUE MANERA MILAGROSA LE HA- 
BIA ELLA SANADO; Y QUE BIEN LA NOMBRARIA, ASI COMO 
BIEN HABIA DE NOMBRARSE SU BENDITA IMAGEN, LA 
SIEMPRE VIRGEN SANTA MARIA DE GUADALUPE (2). 

Trajeron luego a Juan Bernardino a presencia del señor obispo, 
a que viniera a informarle y atestiauara delante de él. A entram- 
bos, a él y a su sobrino, los hospedó el obispo en su casa algunos 
dias, hasta que se erigió el templo de LA REINA DEL TEPEYACAC, 
donde la vio Juan Diego. El señor obispo trasladó a la iglesia ma: 
yor la santa imagen de la amada Señora del Cielo; la sacó del ora- 
torio de su palacio, donde estada, para que toda la gente viera 
y admirara su bendita imagen. La ciudad entera se conmovió: 
venía a ver y admirar su devota imagen y hacerle oración. Mucho 
le maravillaba que se hubiera «parecido por milagro divino; por- 
que ninguna persona de este mundo pintó su preciosa imagen (3). 


LA CLAVE DEL NOMBRE 


Y así termina la maravillosa y deliciosa HISTORIA DE LAS 
APARICIONES de la Virgen Santa María en el cerro Tepeyac O 
TEPEYACAC —como dice el texto— de Méjico. Y no por tan mara- 
villosa y deliciosa menos verídica, puesto que la belleza, el candor 
y el encanto de cualquier narración no están reñidos con la fide- 
lidad a la verdad y a la realidad. 

Estas apariciones no se realizan exclusivamente en el Tepeyac 
por la Virgen Santísima, sino que vn: de ellas se verifica en CUAU- 
TITLAN, lugar de residencia de los indios JUAN DIEGO y su tío 
JUAN BERNARDINO. 

Pues bien; como las apariciones de la señora del Cielo a Juan 
Diego tenían por objeto la edificación de un templo o casa en su 
honor allí, en el Tepeyac, una vez que las dudas del obispo —el 
gran obispo— fray JUAN DE ZUMARRAGA quedaron disipadas 
ante el milagro de las rosas de Castilla y la pintura de la imagen 
en la tilma del indio, la finalidad de las apariciones en el Tepeyac 
estaba lograda. Por consiguiente, la aparición a Juan Bernardino 
en Cuautitlán no era necesaria por tratarse de algo secundario. 

Sin embargo, para nuestro abjeto, la aparición de Cuautitlán 
es esencial porque NOS DA LA CLAVE DEL NOMBRE DE GUA- 
DALUPE aplicado a la Virgen mejicana. Aquí no sirve traer a 
colación la devoción de los conquistadores —hispanizadores— extre- 
meños. Las palabras de Juan Bernardino están bien claras: «Le dijo 
la Señora que... bien la nombraría (ASI COMO BIEN HABIA DE 
NOMBRARSE SU BENDITA IMAGEN) la siempre Virgen Santa 
María de GUADALUPE.» 


€ ED sas. Apariciones del Tepeyac». ¿QUE PASA?, 21-I11-73. 
) as leiras mayúsculas son nuestras. A 
(3) «Historia de las Apariciones», por Antonio Valeriano. 





SACERDOTE SE OFRECE... 


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A OFICIAR SEMANA SANTA, CONVENTO, ETC. Q 
PUDIERA CREERLO NECESARIO O CONVENIENTE. 


(Dirigirse a la Dirección de ¿QUE PASA? Lagasca, 121. 
Madrid.) 








) 


ERTACI 








Para no entorpecer nuestros comentarios eclesiales, reseñaré muy 
brevemente la actualidad de hechos y dichos que deben consta- 
tarse en ¿QUE PASA? El Consejo de Seguridad de las Naciones 
Unidas ha votado con la abstención de Inglaterra y el VETO de 
Norteamérica una resolución en favor de negociaciones entre la 
última y Panamá para la restauración de la autoridad panameña 
sobre el canal de Panamá. Las posiciones se han invertido; con 
la negativa de Inglaterra y la abstención de Norteamérica, cuando 
se trató de la devolución de Gibraltar. «Favor con favor se paga». 
La presencia de ambas potencias en territorio ajeno es muy similar 
y su conducta «anticolonialistan (¡) es idéntica. ¡Viva la libertad 
e independencia de los pueblos... PODEROSOS! 


O «Vida Nueva» encomia al cardenal ¿in péctore Stephan Trocnta, 
checoslovaco, superviviente milagroso del fusilamiento por parte 
de los nazis. Como él, se salvaron muchos españoles en la zona 
roja. Unos sabiendo de fontanería; otros, no: clérigos y laicos. 
Aquél merece los elogios de Martín Descalzo, aunque le revientan 
los héroes; éstos, los nuestros, no, porque no «supieron ser mi- 
nistros de reconciliación». ¿Por que no lo fue tampoco Estephan? 
Sin embareo, le alaba. 


O «Informaciones», después de un largo editorial en favor de 
los protestantes en España, COMPASIVO, pide a las autoridades 
que, como no podrán escriturizar sus inmuebles por su estrecha po- 
Oreza, se les dispense de los derechos notariales, «para que no sean 
ciudadanos de segunda», ¡Anda, que si llegan a ser de primera! 
Aunque no sean tan ricos como los editores de «Informaciones», 
no creo que lleguen a estar en =se estado de postración económica. 


G Y continuamos con la denuncia profética, el mensaje social 
y las comunidades cristianas, que abarcan hasta el número 41. Pro- 
bablemente nos quedaremos en el camino. Ya el término denuncia 
suena mal en boca de cristianos, según el pensamiento de San Pa- 
blo a los de Corinto en sus disensiones y pleitos; pero mayor- 
mente en labios y escritos episcopales dirigidos a una nación cató- 
lica. Decimos de ella lo mismo que dijimos de la conciencia critica 
de la sociedad; nos suena mal y a otros muchos. Preferíamos las 
de fermento, levadura; son más «vangélicas. A lo sumo, como dice 
«Roca Viva» en un editorial: «ANUNCIAR NO DENUNCIAR». Pero 
si se le añade el calificativo de PROFETICA, la audacia sube mu- 
chos puntos. ¿No es rayana de un triunfalismo «aggiornado», arro- 
gándose una misión carismática cxclusiva de los profetas, que se 
dirigían a un «pueblo de dura cerviz», anunciándole los castigos 
de Jehová? 


O El número 29 del Documento es reproducción de conclusiones 
de la Conjunta en su Ponencia vrimera, denunciada en especial 
por la Sagrada Congregación, y del texto penúltimo de la Asam- 
blea Episcopal, si bien con algunas suavizaciones. En la Conjunta 
se señalaba simplemente el derecho y deber de sacerdotes y laicos; 
en el ante Documento se lee que «no puede ser actitud normal, ni 
puede prodigarse excesivamente, pues se convertiría en enfermiza 
e hipócrita». En el texto final se le señalan otras condiciones: man- 
sedumbre, sinceridad, verdad, respetc a las personas e institucio- 
nes y sobre todo auténtica caridad fraterna, precedida de la co- 
rrección fraterna en privado» (30). Son los vientos alisios, que ha- 
cen comprender «lo delicado y «omplejo de estas actuaciones, que 
deben ser enjuiciadas desde la perspectiva de la fe y con medios 
siempre conformes al Evangelio» (34) y como hombre de lgle- 
sia (35), evitando en su predicación (el sacerdote) que los fieles 
. saquen la impresión de que el mensaje cristiano se reduce a una 
ética social» (38). 

Esto mismo se recomienda respecto a los laicos en el número 41: 
«Nuestra lucha por la justicia y por el bien de los nombres no 
úebe conocer ni otros propósitos, ri otros métodos que los que si- 
guió nuestro Redentor» y en el 10 con palabras del Concilio advier- 
te la suma importancia de distinguir netamente entre la acción 
que los cristianos, aislada o asocizdamente, llevan a cabo. a título 
personal, como ciudadanos... y la acción que realizan en nombre de 
la Iglesia, en comunión de sus pastores. No nos calificará don Tor- 
cuato de indocumentados o falseadores del Documento. Nuestros 
comentarios, si no son tan elogiosoz como el suyo, al menos son 
más reestudiados. 


€ ¿Se cumple en la práctica ordinaria todas estas condiciones 
señaladas en el Documento? Porque si la realidad nos dice que son 
sólo expresiones oficiales, sin realización cotidiana por parte de 
los «profetas carismáticos», papel mojado es el calificativo más be- 
nigno. Dios me libre de denunciar hechos concretos, aunque son 
muchos los que están en conocimiento público, porque los ene- 
migos de las estructuras sociales jerárquicas acuden a ellas inme- 
- diatamente, y sabido es que éstas, sean civiles o eclesiásticas, han 
de dictar sentencia «ex actis et probatis» y éstos no siempre reve- 
lan la exactitud. Por eso la Iglesia en sus contestaciones a peticio- 
nes de dispensa o sus tribunales en sus resoluciones, encabeza con 
las palabras: «si praeces veritate nitantur; si verba factis respon- 
deant», gravando la conciencia de los no- veraces. 
Al leer pastorales, homilias y manifiestos «carismáticos» públi- 


cos se nos antoja que no han sido precedidos de los trámites exi- 
gidos por la «corrección fraterna oculta». Y así se explica que las 
autoridades judiciales 10S consideren incursos en responsabilidades 
penales. Ejemplos frecuentes se han dado en España lamentable 





¡CHOS Y HEC 


Por Teodosio DEL VALLE 





mente, y a veces, por falta del consentimiento jerárquico superior 
exigido por el Concordato, se har visto atadas las manos civiles. - 
Es cierto que, como se afirma en el número 34, que el «presbítero, - 
como todos los ciudadanos, tiene el derecho de asumir sus propias 
opciones»; pero asumiendo también sus propias responsabilidades 
como cualquier ciudadano; no acogiéndose después dei hecha a la 
inmunidad concordataria. Al contrario; en conformidad con el Do- 
cumento, «para seguir siendo un signo válido de unidad y para 
poder anunciar el Evangelio en toda su amplitud, el presbítero (¿y 
el obispo no?) puede tener en alguna ocasión la obligación de 
abstenerse del ejercicio de su derecho en este campo», 


O Ya hubimos de mostrar nuestra extrañeza en trabajo ante- 
rior al ver citas del Concilio en u. Documento para el pueblo de 
Dios español, que sólo son aplicables a situaciones de opresión ma- 
nifiesta por parte de regimenes anticristianos. Esto lo vemos re- 
petido en el número 36, reflejo y repetición de la conclusión 29 de 
la Conjunta, que obtuvo el asentimiento de 182 votantes y sólo 
39 negativos. Dice así el Documento: «El sacerdote (¿y el obispo?) 
puede contribuir mucho a la instauración de un orden secular más 
justo, sobre todo allí donde los problemas humanos de la opresión 
y de la injusticia son más graves». 

¿A cuento de qué se recuerdan estas palabras del Concilio? ¿Es 
la España actual campo en el que la OPRESION y LA INJUSTICIA 
SON MAS GRAVES? Ya en fechas no ¡ejanas hemos demostrado 
que en Italia, en Francia, en Inglaterra, en Norteamérica, por ci- 
tar a los más significados DEMICRATICAMENTE, ¡os huelguis- 
tas, los estudiantes sediciosos, los terroristas, los conspiradores, 
los secuestradores, etc., han sido oprimidos por la fuerza pública 
mucho más severamente que en la «OPRESORA» España. Todavía 
en Francia, Alemania y Norteamérica se busca, se condena a los 
colaboracionistas de la segunda guerra mundial, como criminales 
de guerra. En España siguen cobrando del Estado los anti-régimen 
de la nuestra; siguen ejerciendo sus lucrativas profesiones, amnis- 
tiados de pena de muerte. Más aún, se han abierto los brazos a to- 
dos los que han querido entrar en el Movimiento y se les ha per- 
mitido ocupar cargos de dirección social, política y docente. Toda- 
vía se celebra en Francia la toma de la bastilla, como fiesta nacio- 
nal, y se critica, por los que se autentifican como liberales magná- 
nimos, que recordemos el día de ¡a Victoria o los de liberación de 
nuestras ciudades. 


9 Todavía estamos esperando que el Episcopado nos aclare los 
conceptos de la dignidad de la persona y sus derechos fundamen- 
tales. Porque cada uno tiene sus ideas sobre los mismos. Ya diji- 
mos antes que el ácrata los amplía hasta la colocación de una 
bomba destructora y la supresión del Estado. El comunista lo res- 
tringe hasta hacer del individuo un autómata, cuando ha instala- 
do en su Estado el comunismo. Ei liberal lo-cifra en la cesantía 
de toda injerencia estatal en la esonomía y en el pensamiento, 
abriendo campo ancho para el partidismo político, en el que triun- 
fe el cohecho, el engaño, la yernocracia de los más infiuyentes por 
su dinero, audacia o posición privilegiada en los estamentos más 
influyentes de la sociedad. Recientemente un Congreso socialista 
exige el derecho al aborto como literación de la mujer. 


¿Cuál es el criterio medidor de la dignidad y personalidad del 
hombre en el pensamiento de los firmantes del Documento? ¿Los 
de la Revolución francesa que asesinó en nombre de la LIBERTAD 
(¡cuántos crímenes se cometen en su nombre!) a millones de se- 
res humanos, entre los que abundaron los clérigos de toda cate- 
goría? ¿Los anteriormente citados, que dimanan de la Revolución 
francesa y que tantas desgracias nos proporcionaron en el si- 
glo XIX? ¿Los de la 11 República, que comenzó con la quema de 
conventos, continuó con el destizrro, como el del cardenal Segura 
y que se consumó con el asesinato de Calvo Sotelo, y como «la Paz 
fue imposible» (aunque ahora:se añore la situación por algunos) 
dio lugar el Alzamiento Macional? Aclárense los autores del Decu- 
mento y sus elogiadores porque pudiera ocurrir lo que ha ocurri- 
do con los voceadores de la demacratización universitaria, tirando 
por la borde al SEU y cayendo en el totalitarismo coaccionador 
que impide el curso legal de la docencia, con lamentaciones histé- 
ricas de los que lo promocionaron y la desesperación de los buenos 
estudiantes y de sus inocentes padres. 4 


Terminamos por falta de espacio con el capitulo intitulado IAS 
COMUNIDADES CRISTIANAS; REPITIENDO (Y DESEANDO SE 
CUMPLAN) las palabras de los rúmeros 40 y 41 tomadas del Con- 
cilio. «Es de suma importancia distinguir netamente entre la ac- 
ción que los cristianos, aislada € asociadamente, llevan a cabo a 
título personal como ciudadanos, y la que realizan en nombre de 
la Iglesia.» Añadimos por nuestra cuenta: con responsabilidad in- 
dividual o asociacionista en el primer caso y con responsabilidad 
jerárquica eclesial en el segundo. «Nuestra lucha (41) por la jus- 
ticla y por el bien de los hombres no debe conocer ni otros pro- 
a a otros métodos que los que siguió nuestro Redentor.» 
ASI , 


P. D.—Nos llega la noticia de que Roma nos ha arrebatado al 
obispo de Avila para ocupar el cargo de secretario de la Sasrada 
Congregación del Clero. De verdad que nos alegramos. Allí, a las 
órdenes inmediatas del Prefecto de la Congregación y bajo la mi- 
rada cercana paternal de Pablo VI, desenvolverá su acción con efi. 
cacia. ¡Feliz viaje! 





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[9 | 


El mal que ha entrado en la lgiesia (Nuevo 1sragl) desde hace 
unos catorce años es ya tan grave. tan profundo y tan extenso, 
que no puede no ser bíblico. Y es con la Biblia, acompañada de 
ferviente oración, mucho más que con otras lecturas y conversa- 
ciones, como se ha de desenbrirlo y comprenderlo. Si excluimos 
quizá la gran crisis del arrianismo, cuando en el siglo 1Y buena 
parte del clero y del epistopado, al inenos en Oriente, se hizo arria- 
no, no ha habido en la historia de la Iglesia postración semejante 
a la actual. 

Las defecciones de sacerdotes y religiosos, las «contestaciones», 
los escritos heréticos o próximos a la herejía y contrarios a la doc- 
trina pontificia, los escándalos se £uceden sin pausa y en tendencia 
alcista. Cada semana se oye de uno c dos casos gordos, de los que 
hace veinte años ocurría uno cada dos o tres lustros. Ya varias 
veces ha pedido Paulo VI a cada fiel católico que se autoinmunice, 
a base de fe tradicional y oración, contra las aberraciones dogimá- 
ticas, morales y litúrgicas que, en forma teórica y en forma prác- 
tica, invaden la Iglesia; que se daefienda del huno de Satanás. 

No va quedando otra solución, puesto que ya vemos que los 
pastores no nos defienden arrojando a los lobos del redil con el 
cayado. Con un Concilio puramenie pastorai, sobre todo por causa 
del golpe inicial que arrumbó los esquemas preparados e impuso 
la dictadura del sufragio universal pera elegir las presidencias; con 
la norma todavía vigente de no condenar, ni excomulgar, ni de- 
poner de un cargo, ni siquiera reñir; con la supresión del indice 
de libros prohibidos; con la supresión del juramento antimoder- 
nista por los neosacerdotes y por los profesores de filosofía y teo- 
logía en cada inauguración de curso académico; con la supresión 
de la obligatoriedad de la censura para escritos religiosos; con la 
canonización del estado laico mariteniano (de Jacques Maritain); 
con la cristianización súbita y como por derreto y quieras que 
no de la ONU, de la UNESCO y de la Revolución francesa etc., 
nada tiene de extrañar que haya: entrado los enemigos y estén 
dejando a Jerusalén como choza de hortelano. El sencillo y sufrido 
pueblo de Dios, perplejo, escandalizudo, zarandeado, va perdiendo 
la fe en la Iglesia... y en el Cie'o. 

El que fue secretario general del Concilio Ecuménico Vatica- 
no II, cardenal Pericles Felici, hizo el 12 de octubre de 1972 esta 
importante declaración: «Yo he vivido el Concilio día tras día, 
hora tras hora, y he podido observar los diversos fermentos que 
agitaban los espíritus; por eso no he quedado sorprendido ante los 
fenómenos y manifestaciones posconciliares ni ante el abuso que 
se ha hecho del nombre del Concilio.» 

A mi ver, el mal de la Tglesia efectivamente es biblico y consiste 
en que una parte notable del clero está yendo en pos de la 
bestia segunda o pseudoprofeta del Apocalipsis (13, 11-17). Esta bes- 
tia segunda que, en último término sirve a la bestia primera o 
imperio blasfemo —el que tiene a su capital sobre siete colinas y 
está tinto en sangre de los siervos de Jesús—, es la orgullosa 
revolución, la blasfema y vana pretensión de construir un mundo 
con su cielo puramente humanos, prescindiendo de Dios. 











La creación y restauración en el Verbo 
y la intervención de la Virgen 


Por el P. Juan G. Arintero, O. P. 





«He aquí un misterio que quiero revelaros, decía el Eterno Pa- 
dre a Santa Magdalena de Pazzis (3P., c. 3). Aunque Adán no hu- 
biera pecado, el Verbo se habría encarnado igualmente. Mas no 
gozaría del título de triunfador ni, por tanto, de los honores del 
triunfo. La gloria que entonces recibieseis sería en parte mereci- 
da..., y no resplandecerían tanto mi bondad y misericordia. Ade- 
más, no se os concederían en tan alto grado la gloria eterna y la 
visión beatífica, con todos los bienes que de ahí se siguen, puesto 
que la Sangre del Verbo, derramada sobre vuestras almas, las ha 
vuelto mucho más hermosas y puras y, por lo mismo, más aptas 
para la unión divina. Y la vista de esa Sangre se mueve a mos- 
traros más amor y comunicaros un mayor conocimiento y un más 
perfecto goce de mi Divinidad... 

Cuanta es la diferencia que.hay entre los méritos del Redentor, 
que son el único fundamento de yuestras esperanzas, y los méritos 
de los hombres, otra tanta vendría a haber entre la gloría que ahora 
os doy la que os daría si mi Verbo no hubiera muerto en satis- 
facción de vuestros pecados. Por ehi verás, hija mía muy amada 
y esposa querida de mi Unigénito, cuan útil os ha sido María con 
la paz que dio al Verbo, pues fue para vosotros fuente de tantas 
bendiciones.» 

«Esta, añade la misma santa, ee una paz de unión por la cual 
entra la criatura a participar de ¡2 Divinidad... Atrévome a decir 
que la operación de María en el Verbo ha sido mayor que la del 
mismo Verbo en la criatura. Pues María, al dar su consentimiento 
a la Encarnación, unió a Dios con el hombre: y el Verbo unió al 


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de los judios está próxima 


Por M. M- E. 
























































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Como observa bien Correa de Oliveira, la raíz más honda de 
la revolución es el orgullo, vicio del espíritu, y la lujuria, vicio de 
la carne. La revolución se ha manifestado en la esfera religiosa 
(Lutero), en la política (Rousseau) y en la socialeeconómica (Marx). 
En la esfera religiosa el orgullo protestante ha rechazado todo 
«puente» entre Cristo y el cristiano, no admitiendo más que el libre 
examen de la Biblia; la lujuria ha aceptado el vesimismo, la con- 
dición de incambiable pecador, la justificación sólo externa por la 
fe-fiducial en que el Padre cubre mi inmundicia moral con los mé- 
ritos del Pagador, su Hijo, en la medida en que yo me crea salvado 
en el Crucificado, el «pecca fortiter sed crede fortiter». 

En la esfera política, el orgullo roussoniano-masónico relega a 
Dios a su Olimpo y rechaza ia verded de que Dios sea Autor de la 
Nación (la «Nation) y de la Familia, de que al gobernante legí- 
timo el poder le viene de arriba (Jn. 19, 11), de que las leyes del 
Estado y los mandatos del padre obliguen en conciencia porque se 
basan en la Ley Divina, afirma que el Estado no puede ser otra 
cosa que mero mandatario de la voluntad de la mayoría, que es 
injusto el Estado confesional y que es ridiculo que una nación se 
crea llamada por Dios a algo; la lujuria exige el libertinaje, sólo 
reprimido por la conveniencia del Estado-gendarme. 

En la esfera social-económica el orgullo marxista de la revolución 
ha profetizado la supresión de todo superior, incluida toda clase 
social superior al proletariado, y ha decretado la justicia (el mar- 
xismo recha al Superior Dios) de acelerar esta supresión por la 
violencia; la lujuria sueña con el paraíso en la tierra para la tarde 
sin fin de la historia, cuando el Estado proletario, después de 
conseguir la nivelación perfecta úGe todos los súbditos mediante 
el expolio de toda propiedad y la dependencia absoluta —propia 
del esclavo y del infante— de todos ai Estado dios-propietario-padre, 
el mismo Estado renuncie a si inismo y desaparezca, quedando la 
humanidad bañada en alegre anarquía, gozando de la libertad, la 
igualdad y la fraternidad más absolutas. Cómo hay personas que 
se creen esto, pertenece al misterio de la estulticia humana; los 
que lo propagan, al de la iniquidad. 

El pseudoprofeta finge ser cristiano, con los cuernos que lo ase- 
mejan al Cordero (Cristo); pero es un amasijo satánico de pro- 
testantismo, falso ecumenismo anticatólico, gnosis de Teilhard de 
Chardin, deísmo de la «hermandad» masónica, psicologismo re- 
dentor oriental, culto al hombre y marxismo. El mundo será el 
cielo —dice—, porque lo natural ya es Jo sobrenatural. 

Desgraciadamente aumenta el número de los que ie siguen, di- 
ciéndose que el mundo cs bueno, más aún, cristiano aunque no lo 
sepa, y no lo sabe, ni lo es, ni quiere serlo, y se ríe de la Iglesia. 
Y como la Iglesia está para servir ai mundo, que es bueno y cris- 
tiano, aunque no lo sepa ni lo quiera, ¡os institutos religiosos se 
han lanzado a la carrera de adaptación al mundo. Han lanzado por 
la borda todo el lastre. El lastre eran los santos usos y costumbres. 
las reglas, las vidas de sus santos y aun los escritos de sus fun- 
dadores. El creciente clero progresista sigue a la bestia-pseudopro- 
feta como las ratas al flautista Hamelin. (Continuará, D. m.) 


hombre con Dios. Y es cosa mayor unir la grandeza con la bajeza, 
que no ¡a bajeza con la grandeza.» Y 
«Se determinó en primer lugar, escribe la V. Agreda (Mística 
Ciudad de Dios, 1 P., 1, c. 4), que el Verbo divino tomase carne y 
se hiciese visible... Esta unión hipostática de la Segunda Persona 
de la Santísima Trinidad con la naturaleza humana, entendí era 
como forzoso fuese la primera obru y objeto a donde saliese el 
entendimiento y voluntad divina «ad extra... Era conveniente, si 
Dios quería criar muchas criaturas, que las criase en armonía y 
subordinación, y que ésta fuese la más admirable y gloriosa... 
cabeza y suprema a todas, y cuanto fuese posible inmediata y unida 
con Dios, y que por ella pasasen lodos y llegasen a su Divinidad... 
Solo en el Verbo humanado se pudo satisfacer a la dignidad de las 
obras de Dios, y con El había hermosísimo orden en la natura- 
leza, y sin El no lo hubiera.» me 
Luego viene «el decreto y predestinación de la Madre del va 
humanado; porque entendí fue ordenada esta pura criatura antes 
que hubiese otro decreto de criar otra alguna. Y así fue prim 
que todas concebida en la mente cuvina». En siendo criados 
angeles para gloria de Dios, «fueron ordenador para que asisties 
glorificasen y honrasen... a la humanidad deificada en el Ver 


e 


(De La Evolución Misti 
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>>. 4 A a E A a e »